1: Parte Histórica

Muchos cristianos de hoy, sin instrucción en la Palabra, y sin experiencia en la verdadera vida del Espíritu, anhelan un conocimiento más pleno de Cristo y una experiencia más real de su poder. Es a éstos a quienes Satanás se dirige con este falso Pentecostalismo que pretende manifestar la vida que falta en las iglesias, pero no presenta más que una falsificación emocional de la presencia y obra del Espíritu Santo.

Los que defienden este movimiento sostienen que son bautizados por el Espíritu Santo y que la evidencia que sigue a este bautismo es la recepción del don de lenguas. Esto no tiene ningún fundamento Bíblico.

Ya que el hablar en lenguas y los mensajes proféticos implican lo sobrenatural y están siendo usados como evidencia para identificar la obra del Espíritu Santo, vamos poner nuestra atención en algunos principios básicos en la Biblia acerca del verdadero don de lenguas.

Hechos 2

Comenzaremos ahora a estudiar el libro de Hechos. En este libro veremos tres capítulos, a saber: Hechos 2, Hechos 10 y Hechos 19. En esta primera parte, nos limitaremos a estudiar Hechos 2.

Es conveniente recordar, que el libro de Hechos fue escrito por Lucas, entre los años 60 y 67 de nuestra era. Probablemente fue escrito en el año 62 d.C. Veamos el siguiente comentario del Dr. Russell Norman Champlin "No obstante, el libro de Hechos no encierre una historia completa de todo el movimiento cristiano del primer siglo de nuestra era, por cuanto cubre tan solamente un periodo de tres décadas, esto es, de cerca de 33 a cerca de 63 d.C.”

Por otro lado, se concentra sobre todo en los hechos de apenas dos de los apóstoles de Cristo: Pedro y Pablo. Cerca de la mitad del volumen del libro se dedica a las actividades de Pablo, un tercio a las actividades de Pedro, y más o menos un sexto a los otros líderes cristianos primitivos de menor envergadura." (El Nuevo Testamento Interpretado versículo por versículo, Vol. 3, página 1).

Esto significa que, el libro de Hechos, fue escrito aproximadamente 30 años después que Jesucristo había subido al Cielo, para comenzar su obra mediadora en el Santuario celestial. Comencemos ahora nuestro estudio con el versículo 2: "Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar".

Me gustaría levantar dos problemas en este versículo: ¿Con qué sentido Lucas está usando la palabra "todos" y "mismo lugar"? Tal vez sería bueno recordar, que las siguientes versiones usan las palabras arriba expuestas:

1.- Almeida Revista y Actualizada
2.- Almeida Revista y Corregida
3.- La Biblia de Jerusalén
4.- Antonio Pereira de Figueiredo ("en un mismo lugar")
5.- Casiodoro de Reina ("todos unánimes juntos")
6.- King James Version ("todos en armonía en un lugar")
7.- Versión Martin Lutero ("todos juntos en un lugar")

Los críticos están divididos en cuanto al significado exacto de la palabra "todos". Unos dicen que se refiere a los doce apóstoles. Otros dicen que se refiere a los 120 (vea Hechos 1:15). A través de la Biblia, es imposible determinar con absoluta certeza, a quién se está refiriendo Lucas al usar la palabra "todos". Con ayuda del Espíritu de Profecía, esta duda puede ser solucionada. Lea ahora usted los versículos 2 y 3. Leamos juntos ahora el versículo 4: "Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y pasaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que hablasen".
Nuevamente es usada la palabra "todos". Pero vamos a dejar eso para más tarde. Ahora veamos una pregunta interesante: ¿Se trata aquí del don de "oír" o del don de "hablar"?

Por Don de oír, debemos entender que una persona habla en una lengua, y usted entiende en su propia lengua materna. Por ejemplo: alguien está hablando para usted en alemán, pero usted está escuchando en español. Y por don de hablar, debemos entender que alguien habla para usted en español, y usted entiende en español; pero aquel que está hablando en español para usted, nunca aprendió a hablar esa lengua antes. ¿Cuál de los dos fenómenos fue el que sucedió en ese Pentecostés? ¿O será que ellos hablaron en una lengua que nadie conocía? Ese sería el caso de hablar en una lengua extraña, como creen los Pentecostales y Carismáticos. Este hecho también es conocido como lengua "extática". Esta palabra deriva de la palabra "éxtasis" que quiere decir: arrebatamiento íntimo, arrobo, encanto, admiración de cosas sobrenaturales, pasmo, asombro (Diccionario Aurelio, página 601). Es por esa razón que las lenguas habladas por los Pentecostales, también son conocidas como "lenguas extáticas". ¿Será que fue este tipo de lenguas las que fueron habladas en el Pentecostés hace casi dos mil años atrás?

El versículo 4 dice que "todos... pasaron a hablar en otras lenguas". Si hubiese sido una lengua extática o "lengua extraña" como creen los Pentecostales, ¿por qué la Biblia dice que todos pasaron a hablar en otras lenguas? Vamos a entender la palabra "todos" como refiriéndose a los doce apóstoles. Si hubiese sido una lengua extraña, ¿qué necesidad habría de que los doce hablasen al mismo tiempo la misma lengua? ¡Esto ciertamente habría creado una gran confusión! Pero la Biblia dice que los apóstoles hablaron en otras lenguas. Aquí está en el plural. O sea, varias lenguas diferentes fueron habladas al mismo tiempo. Todas las versiones arriba citadas colocan la palabra en el plural. Vea aun cómo la Biblia Viva coloca el versículo 4: "Todos los presentes quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en lenguas que no conocían, porque el Espíritu Santo les dio a ellos esta capacidad".

¡Esta versión de la Biblia está diciendo que los apóstoles pasaron a hablar lenguas que antes no conocían, pero que los oyentes conocían perfectamente! Veamos entonces qué tipos de oyentes estaban presentes en aquel memorable Pentecostés. Comencemos entonces por el versículo 5: "Estaban habitando en Jerusalén judíos, hombres piadosos, de todas las naciones debajo del Cielo".

Existían tres fiestas, a las cuales los judíos no podían faltar: la Pascua, el Pentecostés y el Día de la Expiación. Por lo tanto, no es de extrañarse que estuviesen en Jerusalén "todas las naciones debajo del Cielo". Ciertamente también había muchas personas que hablaban lenguas diferentes, aun cuando eran judíos. Ciertamente había personas que hablaban hebraico, aramaico, griego y latín. Esta última era la lengua oficial del Imperio Romano. Y aun muchos dialectos entre los propios judíos, y principalmente entre los habitantes de otras naciones, que no eran judíos. ¿Y quiénes eran esos otros? Leamos los versículos 9 hasta el 11: "Partos, medos y elamitas y los naturales de la Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto y Asia; de la Frigia y de la Panfília, de Egipto y de las regiones de la Libia en las inmediaciones de Cirene, y Romanos que aquí residen, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes".

Podemos ver claramente que había una mezcla muy grande de pueblos, y por lo tanto, también de lenguas (idiomas). La Biblia menciona por lo menos 15 pueblos diferentes. Había personas hasta de Egipto. También habían romanos (que hablaban latín), y aun prosélitos. Un prosélito era un gentío que se había convertido al judaísmo, pero que no necesariamente tenía que saber hablar hebraico. Percibimos así, que existía una gran necesidad de que surgiese alguna manera, para que todos pudiesen entender lo que Dios quería trasmitirles, sin que hubiese confusión total, y al mismo tiempo, que todos pudiesen entender claramente el mensaje divino.

Vamos a volver un poquito a nuestro problema de "oír" y de "hablar". Leamos entonces el versículo 7: "Estaban, pues, atónitos, y se admiraban, diciendo: ¡Ved! ¿No son, acaso, galileos todos esos que allí están hablando?"

Si el milagro fuese "oír", la congregación no debería haber quedado "atónita" y ni "admirados". Si el milagro hubiese sido "oír", quienes deberían haber quedado atónitos y admirados serían los apóstoles. Pero no fue esto lo que sucedió. Fue exactamente lo contrario. Fueron los oyentes que quedaron admirados. ¿Y por qué quedaron atónitos y admirados?

La respuesta está en el propio versículo 7: los oyentes comienzan a preguntarse: "¿No son, por acaso, galileos todos esos que allí están hablando?" En otras palabras, los oyentes están diciendo: ¿Pero qué está sucediendo aquí? ¡Yo conozco esos galileos! Ellos nunca fueron a la escuela, nunca estudiaron, ¿y ahora están hablando perfectamente mi propia lengua materna? ¿Cómo puede eso ser posible?

Si usted aun tiene dudas, de que los apóstoles estaban hablando una lengua conocida para la congregación, entonces leamos el versículo 8: "¿Y cómo los oímos hablar, cada uno, en nuestra propia lengua materna?"

Queda evidente aquí, que los apóstoles no hablaron una lengua extática, o una lengua de ángel como creen también los Pentecostales, sino que hablaron claramente una lengua conocida, un idioma conocido. Este fue el milagro operado por el Espíritu Santo. El problema existente era de comunicación para predicar el evangelio a "todas las naciones debajo del Cielo".

Y si usted aun tiene dudas, vamos a leer entonces el versículo 11: "...; ¿cómo los oímos hablar en nuestras propias lenguas las grandezas de Dios?"
¿Cómo podría la congregación entender que los apóstoles estaban hablando a respecto de las "grandezas de Dios", si nadie estuviese entendiendo inmediatamente lo que los apóstoles estaban hablando?

La Biblia no menciona absolutamente nada al respecto de intérpretes en este capítulo. Esto va a ser analizado más a fondo en 1 Corintios. 14, y ahí vamos a entender cuál era la razón para que Pablo solicitase la presencia de un intérprete. Leamos aún, en esta primera parte, los versículos 12 y 13: "Todos, atónitos y perplejos, se interpelaban unos a los otros: ¿qué quiere decir esto? Otros, sin embargo, burlándose, decían: ¡están embriagados!".

Este es más un refuerzo para que no vengamos a entender que era el milagro de "oír", y sí, el milagro de "hablar". Podemos ahora entender que, a medida que los apóstoles comenzaron a hablar en los idiomas de las personas allí presentes, los oyentes se fueron agrupando inmediatamente, de acuerdo con la lengua que les era entendible, o como dice la Biblia, "en su propia lengua". Es por causa de este fenómeno de agrupamiento, que la Biblia usa la expresión "se juntó la multitud, que se poseyó de perplejidad" (versículo 6). ¿Qué necesidad habría de "juntarse" si cada uno estuviese entendiendo su lengua en su propio oído? O sea, ¿si fuese el milagro de "oír"?

Y había aún otros oyentes en la congregación, que, entendiendo lo que estaba aconteciendo, y no queriendo que el mensaje fuese entendido por todos los presentes, exclamaron: "están embriagados". Ciertamente estos eran fariseos. De los mismos fariseos que 50 días antes, habían mandado matar Jesucristo, porque no concordaban con sus enseñanzas. Y ahora estaban los mismos apóstoles que habían aprendido con Jesús, hablando para la congregación, predicando el Evangelio de la Salvación, ¡y eso ciertamente no era del agrado de esos fariseos!

Pedro, percibiendo la situación, hace su inolvidable sermón para toda la congregación, pero especialmente para esos fariseos. Lea atentamente el tremendo sermón de Pedro, desde el versículo 14 hasta el versículo 36. ¡Qué extraordinario sermón en defensa de Cristo Jesús y de Sus verdades!
Note que este discurso de Pedro, es una respuesta inmediata a aquello que los fariseos dijeron en el versículo 13: "están embriagados". Note también lo que Pedro dice en el versículo 15: "Estos hombres no están embriagados, como estáis pensando...".

Vamos a analizar ahora algo importante, que está en el versículo 14: "Entonces se levantó Pedro, con los once; y, levantando la voz, los advirtió en estos términos:". Y a seguir viene el extraordinario sermón de Pedro. Pero el versículo dice que Pedro "se levantó con los once". ¿Qué está sucediendo ahora? Del versículo 1 al 13, la Biblia no nos informa lo que estaba siendo dicho para la congregación. Apenas dice que "todos pasaron a hablar en otras lenguas"; pero no nos es dicho lo que los apóstoles estaban diciendo.

A partir del versículo 14, la situación tiene un drástico cambio; ahora Pedro va a hablar en hebraico para esos fariseos, y los otros once van a traducir inmediatamente su sermón, para las otras lenguas allí representadas. Por eso la Biblia dice: "se levantó Pedro con los once". ¿Y será que toda la congregación entendió el sermón de Pedro? Leamos entonces el versículo 37: "oyendo ellos estas cosas, se les compungió el corazón y le preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué haremos, hermanos?". Es imposible que corazones sean compungidos, si esos mismos corazones no consiguieron entender nada de lo que Pedro había dicho. Y es más imposible aún, que esos mismos corazones, o personas, vengan después de no entender nada, a preguntar afligidos: ¿qué haremos hermanos?

Este es el verdadero Don de Lenguas ¡Todos entendieron inmediatamente! ¡Es para salvar personas que el Espíritu Santo dio el Don de Lenguas! Si usted aun no cree, entonces vamos a leer el extraordinario apelación que Pedro hace, como respuesta a la pregunta de la congregación, en el versículo 38: "Les respondió Pedro: arrepentíos, y cada uno de vosotros sea bautizado en nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el Don del Espíritu Santo".

Aquí Pedro no dice que ellos deberían hablar lenguas después de ser bautizados en el nombre de Jesucristo. Sin embargo, Pedro dijo algo extremamente importante: "arrepentíos". Es esto lo que toda criatura precisa: entrega total a cristo. No es hablar lenguas extáticas, sino una entrega voluntaria a Cristo, para que entonces el Espíritu Santo pueda transformar esas mismas personas en hijos e hijas de Dios. Y en el versículo 41 leemos aun: "Entonces los que le aceptaron la palabra fueron bautizados, habiendo un aumento en aquel día de casi tres mil personas".

¿Fue este un bautismo sin el Espíritu Santo? cuando el corazón está "compungido", y cuando la persona acepta genuinamente "arrepentirse", entonces es evidente que el Espíritu Santo está realmente actuando poderosamente en esa persona. ¡Y el versículo 41 no dice absolutamente nada al respecto de esos nuevos conversos, respecto a si ellos hablaron en lenguas!

Ellos ciertamente recibieron el bautismo en el Espíritu Santo, pero no hablaron lenguas, y menos aun lenguas extáticas. La Biblia dice que en aquel día hubo un "aumento" de casi 3.000 personas. La Biblia no dice que hubo un semi-aumento de personas.

Y para concluir este lindo capítulo 2 del libro de Hechos, leamos desde es el versículo 42 hasta el versículo 47. Vea en esos versículos, si esos recién bautizados estaban realmente convertidos o no. Analice las obras de ellos y las alabanzas que ellos presentaban a Dios.

Al final del versículo 47 dice aun: "En cuanto eso, les añadía el Señor, día a día, los que iban siendo salvos". Si el propio Señor iba añadiendo a su iglesia, los que iban siendo salvos, y no dice en parte alguna que esos salvos habían hablado lenguas, como evidencia de su salvación, entonces podemos concluir que el hecho de hablar lenguas extáticas no es evidencia de haber sido bautizados en el Espíritu Santo.

Resumiendo entonces, podemos entender ahora perfectamente, qué es lo que sucedió en aquel extraordinario Pentecostés: fue que los discípulos hablaron las lenguas de naciones, idiomas que no era el de ellos, de una forma sobrenatural, ¡sin ellos haber estudiado esos idiomas antes de aquella ocasión! Y todo esto sucedió en cumplimiento a la profecía de Joel 2:28-29. Y los que tenían correcto conocimiento de esta profecía, acabaron aceptando el sermón de Pedro, que fue traducido simultáneamente del hebraico para los otros idiomas presentes en esta ocasión. Lea de nuevo el versículo 41, donde dice que ellos aceptaron. Y aceptaron porque esta era la voluntad de Dios, y justamente por eso el Espíritu Santo estaba dando, u otorgando, ese Don a los apóstoles.

El verdadero Don de Lenguas tiene fines evangelísticos. Fue dado por Dios, para que su voluntad y Su verdad pudiesen ser entendidas por los seres humanos, y no para hacer demostraciones de "santidad" dentro de una iglesia cualquiera.

Antes de pasar a estudiar algunos párrafos del Espíritu de Profecía, me gustaría destacar que todas las personas que estaban presentes en aquel Pentecostés, no estaban allí para asistir o escuchar a los apóstoles hablar en otras lenguas, sino que estaban allí por causa de la fiesta del Pentecostés. Recordemos una vez más, que existían tres fiestas a las cuales un judío no podía faltar: Pascua, Pentecostés y Día de la Expiación. Los que allí estaban, ni siquiera imaginaban que en ese Pentecostés iría a suceder ese milagro extraordinario, que los apóstoles hablaran en lenguas de naciones, movidos por el poder del Espíritu Santo. Por eso mismo es que ellos quedaron al comienzo atónitos y perplejos.

Y ahora analicemos lo que significó aquel Pentecostés, en el plano general de la Redención de Dios para con el hombre. ¿Por qué ese Pentecostés fue tan especial? ¿Qué acontecimiento especial estaba teniendo lugar en el mismo momento en el Cielo? Leamos con calma los versículos 32 y 33: "A este Jesús Dios resucitó, de lo que todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, a la diestra de Dios, habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, derramó esto que véis y oís".

¿Por qué fue derramado el Espíritu Santo de una manera tan extraordinaria en aquél Pentecostés? ¿Por qué no sucedió el mismo milagro en otros Pentecostés? Al final, ¡cada año había un Pentecostés!

¿Cuál es el significado de la palabra Pentecostés? Ella significa "cincuenta días después” de la Pascua. Jesús celebró la Santa Cena en lo que hoy es conocido como Semana Santa. El fue crucificado el viernes. Al día siguiente, por lo tanto en el sábado, sería celebrada la Pascua. Vemos aquí un detalle importante: este sábado era un "gran Sábado", porque coincidió ser un Sábado Moral y un Sábado Ceremonial, en el mismo día. Juan expresa esto de la siguiente manera: "... pues era grande el día de aquél Sábado..." (Juan 19:31).

En el primer día de la semana (hoy conocido como domingo), Jesús resucitó y aun permaneció por 40 días enseñando a los apóstoles. Lea Hechos 1:1-5. En el versículo 5 Jesús dijo: "mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo, no mucho después de estos días". Y sucedió que 10 días después, el Espíritu Santo fue realmente derramado en los apóstoles, tal cual Jesús profetizara. Pero, ¿por qué sucedió todo esto en aquel Pentecostés? Hechos 2:33 tiene la respuesta: porque Jesús estaba siendo exaltado por Dios en el Cielo, o en otras palabras, en el Santuario Celestial, donde Él ahora pasaría a ser mediador del hombre delante de Dios. Esto está claramente expresado en Hebreos 9:24. A partir de ese instante Jesús se tornó nuestro Sumo Sacerdote, y es evidente que si Él es nuestro Sumo Sacerdote, entonces tiene que existir también un Santuario donde Él pueda desempeñar esa su nueva función, para poder así continuar intercediendo en favor de todo ser humano que lo acepte como su Señor y su salvador.

Leamos ahora un párrafo muy aclarador del Espíritu de Profecía: "La ascensión de Cristo al cielo fue la señal de que sus seguidores iban a recibir la bendición prometida. Habían de esperarla antes de empezar a hacer su obra. Cuando Cristo entró por los portales celestiales, fue entronizado en medio de la adoración de los ángeles. Tan pronto como esta ceremonia hubo terminado, el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos en abundantes raudales, y Cristo fue de veras glorificado con la misma gloria que había tenido con el Padre, desde toda la eternidad. El derramamiento pentecostal era la comunicación del Cielo de que el Redentor había iniciado su ministerio celestial. De acuerdo con su promesa, había enviado el Espíritu Santo del cielo a sus seguidores como prueba de que, como sacerdote y rey, había recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra, y era el Ungido sobre su pueblo.
"Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, que se asentó sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen." El Espíritu Santo, asumiendo la forma de lenguas de fuego, descansó sobre los que estaban congregados. Esto era un emblema del don entonces concedido a los discípulos, que los habilitaba para hablar con facilidad idiomas antes desconocidos para ellos. La apariencia de fuego significaba el celo ferviente con que los apóstoles iban a trabajar, y el poder que iba a acompañar su obra.

"Moraban entonces en Jerusalén Judíos, varones religiosos, de todas las naciones debajo del cielo". Durante la dispersión, los judíos habían sido esparcidos a casi todos los lugares del mundo habitado, y en su destierro habían aprendido a hablar varios idiomas. Muchos de estos judíos estaban en esta ocasión en Jerusalén, asistiendo a las festividades religiosas que se celebraban. Toda lengua conocida estaba representada por la multitud reunida. Esta diversidad de idiomas hubiera representado un gran obstáculo para la proclamación del Evangelio; por lo tanto Dios suplió de una manera milagrosa la deficiencia de los apóstoles. El Espíritu Santo hizo por ellos lo que los discípulos no hubieran podido llevar a cabo en todo el curso de su vida. Ellos podían ahora proclamar las verdades del Evangelio extensamente, pues hablaban con corrección los idiomas de aquellos por quienes trabajaban. Este don milagroso era una evidencia poderosa para el mundo de que la comisión de ellos llevaba el sello del cielo. Desde entonces en adelante, el habla de los discípulos fue pura, sencilla y correcta, ya hablaran en su idioma nativo o en idioma extranjero”. HAp: 31-33.

Este párrafo es extraordinariamente aclarador. Confirma plenamente lo que la Biblia enseña. Podemos ahora entender que el poder del Pentecostés es para todos, pero la manera como el se presentó no es para ser repetida. Aquél Pentecostés representó la coronación de Cristo Jesús en el Cielo, y esto no sucederá una segunda vez. Sin embargo el derramamiento del Espíritu Santo será dado por Dios nuevamente, en la Lluvia Tardía; pero ahora será para terminar su obra. En el Pentecostés el Espíritu Santo fue dado para comenzar su obra, y de aquí a poco será dado nuevamente para la iglesia remanente, para terminar la predicación del Evangelio Eterno, y entonces Jesús volverá, tal como está predicho en Mat. 24:14.

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