La Fuerza Del Vaticano





Medalla de oro del Congreso de los Estados Unidos otorgada al Papa Juan Pablo II en el año 2000



En la muerte del gran político Karol Wojtyla, la borrachera mediática no debiera impedir una valoración crítica y ecuánime de lo que está ocurriendo: todos los indicios apuntan a que presenciamos un nuevo salto en la historia.

Millones de católicos romanos han llorado al papa en todo el mundo. Y ese llanto, siendo sincero, no puede sino suscitar simpatía. No cabe ignorar el dolor que ha provocado la visión del papa en sus últimos días de vida: la pequeña pantalla exhibía su figura cansada y mortalmente enferma; los micrófonos transmitían en directo sus agónicos estertores. Es comprensible el sentimiento de orfandad que se ha adueñado de tantos que, explícita o implícitamente, lo habían adoptado como una referencia paternal. Aún más: como su “Santo Padre”. Habían llegado a sintonizar con él de manera misteriosa y profunda. Su imagen, generalmente de blanco inmaculado, quedará para siempre en sus retinas como la de un hombre bueno y beatífico, lleno de autoridad moral y resuelto defensor de los valores morales. Alguien que les inspiraba seguridad y, quizá, la promesa de que este mundo malherido por tantos desastres y conflictos puede renovarse gracias a ejemplos como el suyo.


La explosión de fervor papista


El 23 de marzo pasado, la agencia católica romana Aciprensa informaba de unas declaraciones del cardenal Laghi , prefecto emérito de la Congregación para la Educación Católica. Aseguraba que «las condiciones de salud del papa no son preocupantes». Díez días después se producía el fallecimiento de Wojtyla.

Pero, antes… la dura agonía televisada hasta que el papa moribundo ya no podía levantarse de la cama. Sus fieles, aguantando día y noche en la Plaza de San Pedro. El mundo entero , aguardando el fatídico momento… La muerte se hacía esperar, pero cuando llegó las multitudinarias manifestaciones de dolor ya estaban convocadas.

El enviado de Tele5, cadena cercana a los psocialistas , afirmó: «Tiene que marcharse para desde otro sitio seguir guiando a la gente.» Y Bush, el emperador del planeta: «Agradezco a Dios que haya enviado a ese hombre.» Pronto se supo que su país, antaño adalid mundial de la separación iglesia-estado (todavía consagrada en la Primera Enmienda de su Constitución), y sin relaciones diplomáticas con el Vaticano hasta principios de los ochenta, guardaría tres días de luto oficial por el papa. Muchos otros países, de punta a punta del planeta, también declararían jornadas de duelo. Incluso la banda palestina Hamás manifestaba su condolencia (seguramente en gratitud por el aparente “no” papal a la guerra de Irak, y sobre todo por la inspiración vaticana de la Hoja de Ruta; ver El eje Washington-Vaticano ). Por cierto, las fuerzas papistas y parapapistas españolas reprocharían durísimamente al presidente Zapatero que él sólo declarase un día de luto (sin destacar, claro está, que la no menos “católica Irlanda” no iba a declarar ninguno). Pero el domingo 3 de abril, el PNV, el PP y el PSOE (el partido de Zapatero) suspendían la campaña electoral vasca durante esa jornada, en homenaje al peculiar jefe de estado fallecido.

El viernes 8 se celebró el funeral. El príncipe heredero Carlos de Inglaterra , de confesión anglicana, tuvo que cambiar la fecha de su boda con Camila, casualmente prefijada también para ese día. Bush anunció que asistiría al entierro (sería el primer presidente de Estados Unidos en acudir a un funeral papal). Ya el miércoles 5 se plantó en Roma, acompañado de su padre (el ex presidente Bush Sr. ), el también ex presidente Bill Clinton, y la secretaria de estado, Condoleeza Rice. Por algún motivo, quería Bush Jr. ser el primer mandatario del mundo en dar el “adiós definitivo” al papa.

La insólita escena dio enseguida la vuelta al mundo: ante el cadáver rojiblanco del papa, con su mitra y su crucifijo, se arrodillaban los Estados Unidos de América. Sus cuatro representantes oficiales, junto a la esposa del presidente (tocada, como Rice, con una mantilla negra a la manera católica romana), exhibían semblantes serios en actitud de oración. Hace veinte años, incluso con Reagan –el primer gran aliado de Wojtyla– en el poder, esta imagen habría supuesto la ruina política del presidente de los Estados Unidos; una prueba más de cómo ha cambiado el clima político-religioso en aquel país.

Pero quizá no adoraban al papa… Tal vez “sólo” se arrodillaban en honor del “pontífice” muerto. A veces, la diferencia es tan sutil... Los límites, tan poco claros…

De hecho, nadie, al menos en círculos oficiales y aun oficiosos, viene pronunciando estos días la palabra ‘adoración' en relación con Juan Pablo II. No importa que los más grandes del planeta, por muy laicos que sean sus países, hayan ido a honrarlo. Ni que, como es históricamente “normal” en relación con la institución del papado, se le vengan prodigando a mansalva expresiones como “Santo Padre” , “Su Santidad” , o “Sumo Pontífice” (que la Biblia, “Palabra de Dios” también según los católicos romanos, reserva sólo para el Dios del Universo: véanse, por ejemplo, Éxodo 20: 1-7; Mateo 23: 9; Juan 17: 11; Hebreos 6: 20). Ni que, en torno a su muerte, la Plaza de San Pedro fuera testigo de un multitudinario clamor, en medio del cual podían leerse letreros que, pegados en unas velas, decían: «Siamo venuti per adorarlo» . Ni que en el día del funeral destacasen las pancartas ( Santo subito ) reclamando la inmediata canonización de “San Juan Pablo II el Magno”. Ni que personajes como José Luis Restán (responsable de la programación sociorreligiosa de la Cope), dijese el viernes 8 al mediodía que Wojtyla había “dado vida a los hombres”…, algo que sólo Dios puede hacer (ver, por ej., Juan 1: 4; 10: 10). Ni que los fieles y “peregrinos” muestren un brillo en la mirada y se conduzcan con una veneración tal que recuerda mucho a la adoración . Pero esta palabra, insistimos, no se pronuncia de manera oficial ni oficiosa. Los medios no la incluyen en sus portadas.

Los efectos, sin embargo, no son muy distintos de los de una adoración generalizada . El Vaticano, y con él sus tentáculos planetarios, parece sentirse singularmente fuerte gracias a la tremenda adhesión desatada. En España, por ejemplo, se ve a las tres estrellas de la radio obispal extraordinariamente crecidas . Su soberbia y prepotencia habituales, por inverosímil que parezca, se han disparado aún más estos días. Parece que la elección de Blázquez (ver Cope: La prueba de Blázquez ) ya no les pone nerviosos. Su deporte favorito, el acoso a Zapatero, se ha redoblado con la excusa del óbito papal. La estrella matutina de esa cadena de radio no ha tenido empacho en «compadecer a las niñas » del presidente del gobierno español (“La Mañana”, 7.5.04) por tener un padre con tan poca sensibilidad que no ha mostrado más condolencias por el papa, ni declarado más días de luto oficial. No es la primera vez que este astro radiofónico viola públicamente el honor de esa familia privada (recordemos que en España sólo es personaje público el presidente, no su cónyuge ni sus hijos). Pero resulta tanto más llamativo por cuanto semejantes odio y ensañamiento se exhiben con la excusa de que Zapatero no honra lo debido al papa, es decir, al supuesto vicario del Dios- amor . Las estrellas vespertina y nocturna han hurgado aún más en esa herida. Siempre inmisericordes, con la excusa de la muerte del papa los principales comunicadores de esta radio “cristiana” se han superado a sí mismos.

No les basta con que Zapatero, en contra de lo esperable en un estado aconfesional, además de declarar el día de luto asista al funeral llevando consigo a los reyes de España y al principal líder de la oposición (dato este inusual en eventos de esta índole). Ni que, con la aprobación del PSOE, se convoque un minuto de silencio en el Parlamento español. Ni que buena parte de la programación de la radiotelevisión pública, controlada por el gobierno, haya parecido durante días un medio más del Vaticano, con la excusa del magno deceso. No les basta porque saben que, definitivamente, les ha llegado la hora de hacerse con mucho más poder, y además ellos lo quieren todo .


Unanimidad en los grandes medios

Las “sesudas” valoraciones mediáticas no han tardado en llegar. A través de ellas se percibe que algunos (quizá no muchos todavía) empiezan a caer en la cuenta de algo que La Excepción (LEx) lleva literalmente años sosteniendo (causando la rechifla de algunos lectores): el inmenso y creciente poder de Roma. Por ejemplo, en El eje Washington-Vaticano (11.6.03) subrayábamos este fenómeno con las siguientes palabras: «La fuerza de la superpotencia romana es ya asombrosa, pero aún no sobrepuja (significativamente, al menos) a la superpotencia estadounidense» (cursiva añadida ahora).

Casi dos años después ya debiera ser evidente para todo el mundo que el diminuto estado vaticano , cabeza de un enorme pulpo mundial, no les va en absoluto a la zaga en poderío e influencia a los Estados Unidos de América. Antes al contrario. Y así se empieza a reconocer, por ejemplo, en la prensa de la derecha (para)confesional : «El centro del mundo se ha vuelto a situar en las últimas horas en la plaza de San Pedro, núcleo principal de la Ciudad del Vaticano. Es impensable que cualquier otro acontecimiento suscite un grado semejante de unanimidad» (Editorial, ABC , 4.4.05). [De paso, aprovechan para constatar otro fenómeno asociado que LEx define desde hace años como “Época Neorreligiosa” (ver Una fecha y sus secuelas ): «Las religiones son, en efecto, la fuerza transnacional más importante en la sociedad contemporánea» ( ibíd. ).]

Los medios progres derechosos hacen observaciones de un tenor similar: «Desde el emperador George Bush hasta los indómitos integristas talibán, pasando por el dictador comunista Castro –quien ha decretado tres días de luto oficial en Cuba, dos más que en España–, la práctica totalidad de los actores del escenario internacional han expresado palabras elogiosas para el Pontífice recién fallecido» (Editorial, El Mundo , 4.4.05).

Y los perplejos progres izquierdosos no se quedan atrás, declarando que el duelo por el papa muerto «rebasa ampliamente la emoción, el dolor y el afecto expresados tras la muerte de Teresa de Calcuta, Gandhi o John F. Kennedy» (Editorial, El País , 4.4.05). En línea similar se ha expresado el despliegue informativo de la cadena PSOER (paradigma de la progresía española) en torno al papa

Durante décadas, estos pobres progres han despreciado el fenómeno (neo)religioso (ver Progres: El ocaso de una pose ), condenándose así a no comprenderlo. Ahora se les viene encima con todo su peso (en realidad, así es desde el 11-S), y no salen de su asombro. Pero ya es tarde, hace tiempo que perdieron la iniciativa, se han pasado años dormitando mientras otras fuerzas (ver La Brigada Antiprogre ), más y mejor conocedoras y/o instrumentalizadoras de dicho fenómeno, tomaban unas posiciones que ya nunca (en el tiempo humano ) perderán. Son éstas las que hacen la historia , mientras aquéllos, pese a las apariencias, devienen meros espectadores del acontecer histórico.

Y entre los afines a estas fuerzas antiprogres (aunque le publiquen en medios progres), resultan muy significativas reflexiones como la del historiador británico Timothy Garton Ash , confeso «agnóstico liberal» (curioso es, por cierto, el papel de muchos ateos y agnósticos que, por su veta antiprogre, no tienen el menor recato en apoyar el avance papista). Ante la reacción mundial por la muerte del papa, este autor señala: «¿Qué nos dice esto? Que el papa Juan Pablo II fue el primer líder mundial. Hablamos de Bush, Blair o Hu Jintao y les llamamos "líderes mundiales", pero no son más que dirigentes nacionales que ejercen un impacto mundial» ( El País , 4.4.05).

No menos digna de atención resulta, aunque cada vez menos, la deriva papista de Gabriel Albiac (sí, el ultraizquierdista, el antirreligioso, el iconoclasta, el aguerrido ilustrado, el displicente antimonoteísta Albiac), quien también ha sumado, en “La Mañana” de la Cope, sus quejas contra la escasa efusividad lacrimosa de Zapatero. Por lo demás, la extrema izquierda coincidió en sus parabienes con la extrema derecha (algún "pagano" más o menos neonazi incluido, como pudo comprobarse en cierta radio madrileña de no desdeñable audiencia). Cabe preguntarse si alguna vez en toda la historia alguien gozó de un favor tan unánime.

En la prensa internacional , por supuesto, el énfasis es similar. Desde la BBC hasta el New York Times , pasando por el resto de medios occidentales y mundiales, todos han subrayado el impacto popular del acontecimiento luctuoso, y han destacado la escena en que los líderes norteamericanos se arrodillaban ante el papa.


2-A: Nuevo salto en la historia

La Excepción vio en el 11-S una repentina «aceleración histórica» (ver Golpe de estado planetario, guerra y NOM ). El 2 de abril de 2005, día del fallecimiento de Karol Wojtyla, quizá no llegue a cuajar como una fecha emblemática. No ha sido tanto el momento de la muerte en sí como la intensa agonía previa y la extraordinaria reacción posterior lo que ha trastocado al mundo. No obstante, podemos hablar del 2-A como el punto que resume y cataliza un nuevo salto en la historia, no menor que el del 11-S . Realmente vivimos tiempos de auténtico vértigo … aunque no todo el mundo capte su alcance.

En el ya citado texto El eje Washington-Vaticano decíamos en su día: «Estados Unidos cuenta con la ICR [Iglesia Católica Romana] para configurar la neoideología que tanto necesita, de cara a proseguir y justificar su campaña bélica y “antiterrorista” “Maldad Duradera”; y con vistas a reafirmar su hegemonía militar y económica sobre todo el planeta. Periclitadas las ideologías de los siglos XIX y XX, el sistema vuelve a echar mano ahora de la religión. Y, puestos a instrumentalizar esta poderosa fuente de motivación humana, ¿por qué no recurrir a la versión de la misma que es, con mucho, la más influyente en nuestros días?»

Lo que está ocurriendo a raíz de la muerte del papa debe leerse en clave de este afán imperial por dotarse de esa neoideología, aparte de que sirve para confirmar las sólidas relaciones entre los poderes romanista y estadounidense, en el marco de la “Santa Alianza” o eje Washington-Vaticano. En el sentido neoideológico indicado, cabe recordar aquí el encuentro que mantuvieron el pasado 8 de febrero la secretaria de estado norteamericana Condoleezza Rice y su homólogo vaticano, el cardenal Sodano (que sustituía al papa por hallarse éste ingresado en el hospital). A raíz de la entrevista se informó que «dialogaron sobre la libertad religiosa en el mundo y los problemas en Oriente Próximo». Pero lo más llamativo fue que hablaron sobre la «voluntad de colaboración en la tutela y la promoción de los valores espirituales » en el mundo ( Europa Press , 8.2.05; destacado añadido).

En otras palabras: la representante del país que, desde su fundación, ha levantado más alto que nadie la bandera de la separación iglesia-estado, acuerda con el representante del estado-iglesia por excelencia una colaboración para la dominación espiritual del mundo . Hasta ahora era notable, para el que quisiera verla, la colaboración política (ver El eje Washington-Vaticano y Reagan, Wojtyla y la “Santa Alianza” ). Desde ahora lo será, también para quien desee conocerla (por lo visto, no muchos), la cooperación religiosa .

Esta escandalosa información pasó inadvertida tanto para los progres que dormitan como para la inmensa mayoría de liberales y libertarios sinceros de la tierra. Que sepamos, ninguno de los grandes medios la ha comentado, a pesar de sus terribles implicaciones para la libertad humana. Pero el caso es que ahí están, menos mal que los tenemos a ellos, nuestros ayos tutelares, ángeles guardianes de la libertad de conciencia… Como para seguir dudando de la especial relación de amistad romanista-estadounidense, con serias ínfulas totalitarias...

El sentido y el alcance de la noticia ayudan a comprender, por ejemplo, el homenaje que, de rodillas, tributaron Rice y los presidentes estadounidenses al cuerpo de Wojtyla. Tanto esa estampa como su trasfondo contribuyen a explicar, a su vez, el inmenso alborozo que no disimulan estos días los portavoces mediáticos de la ICR, empezando, en el caso español, por las estrellas de la Cope.

Por ejemplo, la señora López Schlichting , estrella vespertina, quien el jueves 7, antes del funeral, decía para Telemadrid (cadena televisiva cada día más al servicio de la Brigada Antiprogre o BA) en tono tan relajado como esperanzado: «A partir de ahora vamos a ver grandes circunstancias históricas que no habíamos imaginado.» López no aclaró de qué “circunstancias” hablaba, y la periodista a quien respondía tampoco tuvo a bien preguntárselo.

¿A qué se refería esta destacada representante de la BA-Cope? ¿Eran sus palabras, tal vez, un anuncio del poder cada vez más manifiesto de la ICR en todo el mundo? ¿Aludían quizá a medidas o acontecimientos específicos que harán visible ese creciente poder? Se da la circunstancia de que, de las tres estrellas de la Cope, López es la única que se declara católica romana. Sus contactos con las altas instancias de la ICR son evidentes para cualquiera que siga mínimamente su programa (“La Tarde con Cristina”). Su estilo, durísimo contra los “laicistas”, y su vocación de expandir la presencia romanista en el mundo, no son menos obvios para los oyentes de ese espacio.

Se recordará la marea totalitaria que emergió tras el 11-S. La superpotencia humillada se aseguró de que, tanto dentro como fuera de sus fronteras, hubiera condenas unánimes del macroatentado y apoyos igualmente unánimes a su “derecho” a la represalia (ver Una fecha y sus secuelas ). Inmediatamente se desencadenó una caza del sospechoso (sobre todo, presuntos musulmanes, que empezaron a ser encadenados por millares). No mucho después se aprobó deprisa y corriendo la Patriot Act , con severas restricciones de los derechos humanos. A raíz de la invasión de Afganistán, fueron cientos los prisioneros que, internados en Guantánamo, vieron radicalmente negados sus derechos personales, con malos tratos incluidos. En la posterior guerra contra Irak, emprendida sobre la base de mentiras e intimidaciones al mundo, salieron a la luz evidentes casos de tortura de presos iraquíes, en la cárcel de Abú Grahib.

Con la muerte de Juan Pablo II, y la sensación de unanimidad en torno a esta figura, vivimos una situación no muy diferente a la de los días que siguieron al 11-S. En España, ya lo hemos visto más arriba, los ultrapapistas han avasallado al presidente del gobierno. Además, han descalificado en grado igualmente extremo a los diputados ( psocialistas , de ERC y de Izquierda Unida) que, en el ejercicio de su libertad de conciencia , osaron permanecer sentados en sus escaños durante el minuto de silencio que el parlamento español tributó al papa.


Perspectivas

Nada de lo que está aconteciendo es casual. Se ha repetido hasta la saciedad que el “pontificado” de Juan Pablo II ha usado magistralmente el aparato mediático. Se ha subrayado su carácter político en no pocas cuestiones (desde la caída del Muro hasta sus declaraciones contra Zapatero). Incluso se ha reconocido su cuidadosa planificación : «En estos tiempos propicios para el imperio de lo efímero y las ocurrencias improvisadas, llama la atención el funcionamiento riguroso de una institución milenaria como es la Iglesia Católica. Nadie pone en duda que las complejas previsiones jurídicas y los pasos sucesivos que habrán de seguirse en los próximos días se van a desarrollar con la máxima precisión. […] La Curia romana, por su parte, ha desplegado sus mecanismos de futuro sin dejar de atender a la realidad del presente. La tradición institucional no se improvisa : el paso de los siglos se ha dejado sentir en todos y cada uno de los actos emanados de la Santa Sede» (Editorial, ABC , 4.4.05, cursiva añadida).

Sí, la ICR es una entidad singularmente calculadora y planificadora. Su actual demostración de fuerza no es fruto de la improvisación. De ahí que declaraciones como las citadas de López nos llenen de inquietud, sobre todo cuando recordamos que, hoy por hoy, los “párrocos” más influyentes y mejor informados de la ICR no son los de sus iglesias y sus diócesis, sino los de sus medios de comunicación.

Justo por ello, puede resultar sensato vigilar de cerca los siguientes pasos de esta gigantesca entidad. En el plano mundial, habrá que seguir especialmente atentos al Vaticano, con el próximo cónclave para elegir a un nuevo papa, y los rápidos trámites para canonizar al fallecido (ya han empezado a recopilarse sus “milagros”). Es razonable pensar que la ICR, organización basada en la voluntad de poder , no va a desperdiciar su actual coyuntura, que sería una confirmación de lo que el ex luterano y hoy romanista John R. Neuhaus llamase, hace ya lustros, “el momento católico”. No va a permitirse un solo paso atrás . Más bien aprovechará su dulce situación presente para proyectarse hacia posiciones aún más sólidas. Por ejemplo, en España, para acabar de doblegar al estado .

La convergencia de intereses entre el Vaticano y Estados Unidos tiene al menos dos décadas de historia (ver Reagan, Wojtyla y la “Santa Alianza” ). Con la guerra de Irak y la Hoja de Ruta, lejos de distanciarse, han confluido aún más.

LEx nació hace cuatro años, lo dice su lema, como una modesta “respuesta al totalitarismo emergente”. Hoy éste, y en particular tras el 2-A, es cada vez más visible. Se configura como una poderosísima fuerza político-religiosa activa en cada punto del planeta. Sus dos patas (la romanista y la estadounidense) parecen capaces de establecer, humanamente hablando, un imperio invencible sobre toda la tierra. La mezcla de religión y política, de poder espiritual y económico-militar, que caracteriza a este imperio anuncia una situación asfixiante para los genuinos amantes de la libertad.

Pero no debiera haber lugar sólo para el miedo. Sin vanas ilusiones humanistas, abrámonos a la esperanza . La actual evolución del mundo no ha de extrañar a quienes conozcan, a través de las Escrituras, las predicciones divinas para la humanidad. La existencia de un poder usurpador ( 2 Tesalonicenses 2: 1-4 ) que atraparía al mundo tras él ( Apocalipsis 13: 3 ) forma parte de esas predicciones, que hoy se cumplen ante nuestros ojos.

Gracias a Dios, también tenemos la certeza de que todo esto anuncia un futuro mejor ( Mateo 24: 32-33 ).


ARCHIVO: dossier Juan Pablo II

Reagan, Wojtyla y la “Santa Alianza” (15.6.2004)
El legado político-religioso de Reagan, forjador con Juan Pablo II de la llamada “Santa Alianza”.
Hans Küng no se entera (12.11.2003)
Sin profundizar en los aspectos esenciales, Hans Küng señala las que considera diez principales contradicciones del pontificado de Juan Pablo II.
Juan Pablo II, ¿“el papa de la paz”? (11.6.2003)
Más allá de los tópicos sobre el tema, se analizan aquí las verdaderas claves de la postura papal en la guerra de Irak.
Habemus Papam. De Juan Pablo II al Papa del olivo (9.7.2003)
Una guía para el próximo cónclave.
La Brigada Antiprogre (26.3.2002)
Viene para defender la "civilización occidental". Y parece que no hay progre que los resista.
¿Renuncia papal? (6.9.2002)
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Ecumenismo y autoridad (30.7.2002)
¿Quién ejercerá el liderazgo ante el reto de la unidad que plantean la globalización y el ecumenismo?

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