Ambiente de la vida de Jesucristo



Más que cualquier otra cosa, fue la fe en el Mesías lo que unió a los judíos como raza a través de los siglos y constituyó la base para su existencia como nación. La esperanza mesiánica es el tema central del AT, desde el anuncio de un Redentor (Gn. 3:15) hasta la promesa de uno que vendría delante de él para preparar el camino (ls. 40:3-5; Mal. 4:5). Correctamente comprendidas, las Escrituras del AT predicen su venida y dan testimonio de él (Lc. 24:25-27; Jn, 5:39, 47). Los escritores de los Evangelios se refieren con frecuencia a las profecías del AT como cumplidas en Jesús de Nazaret (Mt. 1:23; 2:6, 15, 17, 18; 3:3; etc.), y Cristo mismo, en diversas ocasiones, las citó como evidencia de que él era el Mesías (Lc. 4:17-21; 24:25-27; Jn. 5:39, 47; etc.).


Por unos 375 años después de la restauración de la cautividad babilónica en el 536 a.C., Judea fue tributario de los persas, de Alejandro Magno y de sus sucesores: los Tolomeos de Egipto y los Seléucidas de Siria. Luego, por aproximadamente un siglo, los judíos gozaron de cierta independencia de gobiernos extranjeros, bajo una serie de gobernantes conocidos como macabeos o asmoneos. Desde el 63 a.C. Palestina fue tributaria de Roma -aunque mayormente autónoma en la administración de su vida interna, civil y religiosa- hasta el 70 d.C., cuando la nación se extinguió. Unos 15 años después que Pompeyo subyugara Palestina, Herodes, conocido más tarde como "el Grande", fue designado como principal magistrado de Galilea. En ocasión de la invasión de los partos y cuando 2 gobernantes asmoneos estaban luchando por el trono, Herodes fue designado rey de Judea por los romanos (40 a.C.), y con la ayuda de ellos tomó Jerusalén (37 a.C.). Esto terminó la larga serie de sangrientas guerras que habían marcado los años 63 al 37 a.C., durante las cuales, se dice, murieron más de 100.000 judíos. Durante los siguientes 70 años, hasta el 34 d.C., se estima que otros 100.000 perdieron la vida en abortivos intentos de sacudirse el yugo romano-herodiano. Herodes asesinó a varios miembros de la familia asmonea, a cuyos miembros se habían acercado los judíos en un vano intento por recuperar su libertad. También asesinó a veintenas de nobles en diversas ocasiones, ya sea porque no los quería o para confiscar sus propiedades. Además incurrió en el odio de sus súbditos por sus impuestos opresivos, uno de los medios usados para obtener los fondos necesarios para sus grandiosos proyectos de construcción. Se dice que al asumir encontró a la nación en un estado de prosperidad razonable; cuando murió la dejó en una pobreza abyecta. Los judíos también odiaban a Herodes por sus actividades paganizantes y su crueldad ilimitada y desenfrenada. Lo llamaban "ese esclavo edomita" y lo consideraban la encarnación de Satanás. Aunque era odiado, tenía un deseo insaciable de ser apreciado y recibir honores; pero percibiendo que los judíos nunca le darían eso, otorgó ricos favores y donó grandes edificios a los habitantes de ciudades gentiles, cercanas y lejanas. Un terremoto asolador (31 a.C.) y una hambruna severa 6 años más tarde aumentaron el sufrimiento del pueblo judío durante su reinado de 33 años. Uno de sus últimos actos antes de su muerte, quizás en el 4 a.C., fue la matanza de los niños de Belén (Mt. 2). Como sucesores designó a sus hijos Arquelao (sobre Judea y Samaria), Herodes Antipas (sobre Galilea y Perea) y Felipe (sobre la región al norte y al este del Mar de Galilea). Este, cuyos súbditos eran mayormente gentiles, hizo, según se dice, una buena administración para sus gobernados. A veces, Jesús se retiró brevemente a regiones bajo la jurisdicción de Felipe, donde gozaba de estar libre de las molestias que le causaban los escribas y fariseos. Gran parte del ministerio de Jesús fue consagrado a Galilea y Perea que estaban bajo el dominio de Herodes Antipas.


Arquelao heredó el carácter perverso de su padre, pero no tuvo la capacidad de éste. Era tiránico y bárbaro en el peor sentido. Inauguró su reinado sobre Judea con una matanza sin sentido de 3.000 personas en los atrios del templo. Esta masacre despertó el sentimiento público en su contra y provocó una serie de revueltas sin precedentes. El odio por el dominio herodiano-romano alcanzó tal nivel que por un tiempo prevaleció una anarquía completa. Finalmente, en el 6 d.C., Augusto desterró a Arquelao a Galia y anexó Judea y Samaria a la provincia romana de Siria, poniendo así por 1ª vez a los judíos directamente bajo el gobierno romano. Como se podía esperar, éstos se sentían amargamente ofendidos por la presencia de los administradores y soldados romanos; pero con ocasionales excepciones, los asuntos de Palestina estuvieron relativamente en calma por muchos años.

Cuando Coponio, el 1º de los procuradores, intentó cobrar un impuesto romano directo, muchos judíos galileos se rebelaron bajo Judas (Hch. 5:37). Abandonando su intento, los romanos entregaron la recolección de impuestos a los judíos, que en el NT son conocidos como "publicanos". Estos eran odiados, tanto porque representaban a un detestado gobierno extranjero, como porque sistemáticamente estafaban a sus propios conciudadanos. El emperador Tiberio, según Josefo, observó que los procuradores romanos, los oficiales financieros, eran como moscas en una herida: los que ya estaban saciados no succionaban tanto como los recién llegados. La mayoría de los procuradores eran inescrupulosos e incompetentes, que provocaban en los judíos un odio aún mayor hacia Roma. Estaban sentados, por así decirlo, sobre un volcán que finalmente entró en erupción en la gran revuelta del 66-73 d.C. Sin embargo, bajo los procuradores, los judíos todavía gozaban de una gran medida de autonomía local en la administración de sus asuntos civiles y religiosos: el gran Sanedrín de Jerusalén tenía cierta jurisdicción civil como también religiosa; el sumo sacerdote era su presidente y tenía una fuerza policial para imponer su autoridad; además, había 11 sanedrines regionales en Judea. Como corazón del judaísmo, la Judea de los días de Jesús era ultraconservadora. Por otra parte, Galilea -llamada "Galilea de los gentiles"-, era más cosmopolita, con una mayor proporción de no judíos en su población. La influencia griega predominaba en mucho mayor grado que en Judea. Había pocas ciudades grandes, y la región estaba casi totalmente cultivada.

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