El Poder Futuro del Papado



Históricamente, el Papa ha sido un actor en el escenario político. En varias ocasiones, el Papa ha dirigido ejércitos, territorios gobernados, colectas de impuestos, y humilló (así como ha sido humillado)los potentados seculares. Incluso hoy el Papa es la cabeza de un Estado diminuto que disfruta el intercambio diplomático completo al nivel diplomático con 172 países.

Pero desde 1870 cuando el Papa Pío IX fue forzado a renunciar a los Estados Papales que consistían en Italia central, el Papado ha perdido su poder político temporal. El Papa se resistió al fin amargo de la pérdida de la soberanía temporal sobre los Estados Papales. Pío IX rehuzó reconocer la pérdida de poder temporal y llegó a ser un “prisionero” en el Vaticano. Sus sucesores siguieron su ejemplo hasta el Tratado de Letrán de 1929 que restringieron la soberanía Papal a la Ciudad Vaticana.

Un Nuevo Método de Compromiso Papal con los Poderes Políticos

Pero como el edificio viejo de poder temporal Papal estaba desmenuzado, un nuevo método de compromiso Papal con los poderes políticos empezó a surgir. Este nuevo desarrollo puede remontarse desde el fin de la Primera Guerra Mundial a través de los pontificados de Pío XI, Pío XII, Juan XXIII, Paulo VI, y, especialmente el Papa Juan Pablo II. En esencia, el nuevo método consiste logrando la efectividad política a través del carisma de persuasión moral, en lugar de los instrumentos normales de poder político.

Un buen ejemplo es el pontificado de Juan Pablo II. El impacto de su pontificado fue evidente en todas las nuevas democracias de Europa central del este, América Latina, y Asia Oriental. Su crítica de capitalismo ha ayudado a definir los asuntos morales enfrentando las democracias occidentales desarrolladas.

En un artículo profundo “el Papado y el poder,” George Weigel, autor de Witness to Hope: La Biografía de Papa Juan Pablo II, nota que “uno debe regresar al principio del siglo XIII, al Papa Inocente III, para encontrar un pontificado con tal marcada influencia sobre la vida pública contemporánea.” Por causa de aquéllos menos informado sobre la historia Papal, Inocente III era tal pontífice poderoso que pudo controlar la elección de dos emperadores alemanes, Otto IV y Federico II, además de excomulgar al Rey Juan de Inglaterra que fue obligado a someterse al Papa en el año 1213. Weigel compara los logros de Juan Pablo II como el más poderoso Papa católico que jamás existiera.

Pero, Weigel, continúa resaltando el contraste entre los dos Papas: “Si hay una paradoja todavía aquí: el impacto político de su pontificado [Juan Pablo II], al contrario a lo de Inocente III, no ha venido de desplegar lo que los políticos realistas reconocen como los instrumentos del poder político. Más bien, se ha ejercido la capacidad del Papa de formar la historia a través de un juego diferente de palancas.

“Como Obispo de Roma y soberano del pequeño Estado del Vaticano, Juan Pablo no tuvo el poder militar o económico a su disposición. La Santa Sede mantiene una extensiva red de relaciones diplomáticas y mantiene estatus permanente en las Naciones Unidas. Pero lo que influyó que Juan Pablo haya tenido a través de estos canales subraya el hecho que el poder de su Papado quedó en un carisma de persuasión moral capaz de ser traducido en la efectividad política.”

Weigel explica cómo Juan Pablo II a través del poder de persuasión moral encendió en Polonia una revolución moral que hizo posible la revolución en 1989, la cual finalmente resultó en el colapso del Comunismo. Arguye que Juan Pablo II ha mostrado que esa convicción moral profunda puede traducirse en el poder político eficaz.



Del Gobernante Político al Maestro Moral

Pero, Juan Pablo II no es el originador del nuevo método de persuasión moral para influir en las naciones poderosas. Esta tendencia ha estado pasando en el Papado durante los últimos dos siglos. Como el Papado gradualmente perdió su influencia política y soberanía territorial, llegó a ser necesario para los Papas encontrar nuevas maneras de influir en los poderes políticos. Como Weigel apunta: “En la potencia pública paradójica de Juan Pablo II, nosotros estamos viendo jugar en forma dramática, las tendencias que han estado pasando en el Catolicismo durante dos siglos: tendencias que estaban esperando, por así decirlo, para una nueva clase de Papa a forjar una nueva clase de interacción entre el Papado y el mundo de poder.”

Simplemente dicho, por mil años, desde 756 a 1870, los Papas influyeron en los asuntos internacionales como los gobernantes temporales de una gran parte de Italia central, conocido como los Estados Papales. Como los gobernantes temporales, los Papas jugaron los juegos los roles políticos de sus tiempos, resultando a menudo en compromiso, traición, y coerción.

“El peor de éstos,” le escribe a Weigel, “estaba en el reino del espíritu humano y envuelto intenta coercer las conciencias (como Papa Juan Pablo II reconoció en el Primer domingo de Cuaresma del último año [2000], cuando pidió el perdón de Dios las veces en que la Iglesia había usado el poder del estado coercitivo para forzar sus clamores de verdad). Pero había otra, quizás menos familiar dimensión a este aspecto de la problemática de enredo: el hecho de los Estados Papales, y la posición del Papa como un soberano temporal podía guiar al Papado en política de alianza que estableció el pastor universal contra la parte del rebaño. En 1830–31, por ejemplo, Papa Gregorio XVI, debido al tejido complejo de política de la alianza europea y luego las teorías católicas de los derechos de soberanos constituidos, estaban de parte con la Rusia de los Zares al suprimir una rebelión de los polos de mentalidades independientes.”

La pérdida de los Estados Papales en 1870 liberó el Papado de la carga a ejercer su poder político en la vida social, económica, y política de las naciones, y creó las condiciones para los Papas de influir en las naciones, no como los gobernantes temporales, sino como los maestros morales.



El Cambio gradual de lo Político al liderazgo espiritual

El cambio de un modelo político al pastoral del Papado ha sido gradual. Después de que todo el Vaticano mantiene la relación diplomática con 172 países y usa los canales diplomáticos para negociar los acuerdos que favorecen a la Iglesia católica. Pero Juan Pablo II ha adoptó deliberadamente una estrategia doble. Por un lado, usó el cuerpo diplomático para lograr todo lo que puedan, pero por otro lado apeló directamente a la gente, levantándola a una nueva forma de acción no violenta.

Weigel ofrece dos ejemplos ilustrar la estrategia de Juan Pablo. Estos ejemplos muestran la mentalidad diferente entre Juan Pablo y su Secretario de Estado, El Cardenal Casaroli, diplomático tradicional y el arquitecto del Ostpolitik, es decir, el “política del Este.” “Justo que Juan Pablo se dirigiera a los Naciones Unidas en octubre del 1979, el Cardenal Casaroli, diplomático cauto, pasó sistemáticamente por el texto del discurso eliminando las referencias a la libertad religiosa y otros asuntos de los derechos humanos en la Unión Soviética y sus satélites donde eran ofensivos; Juan Pablo, el testigo evangélico, así restauró sistemáticamente los cultos.

“Luego, en un viaje a Polonia en 1983, poco después el Papa tuvo lo que los diplomáticos se refieren a un “ intercambio de impresiones” con el General Wojciech Jaruzelski sobre la ley marcial (los que estaban fuera de la puerta escucharon los puños que golpeaban los escritorios desde dentro). Juan Pablo, estando de pie en la ventana del comedor de la residencia del arzobispo en Crakovia, comprometido en alguna burla con estudiantes que clamaban desde fuera mientras que varios invitados, incluso al Cardenal Casaroli, intentaron continuar su cena. Finalmente, de acuerdo a otro invitado eminente que estaba presente, el Cardenal Cassaroli explotó, mientras decía en el comedor sobresaltado, ¿Qué él quiere? ¿Quiere derramamiento de sangre? ¿Quiere la guerra? ¿Quiere derrocar al gobierno? Todos los días yo tengo que explicar a las autoridades que no hay nada de esto! '”

La respuesta a las preguntas de Casaroli es que el Papa quiere ambos: las negociaciones diplomáticas confidenciales y el diálogo abierto con las personas para encender sus conciencias y luchar por su libertad. Paulo Griffith nota esta contradicción en la estrategia de Juan Pablo II. Escribiendo en un simposio sobre “El futuro del Papado,” él dice: “Las negociaciones debajo de la mesa con Jaruzelski en Polonia, Honecker en Alemania Oriental, y otros potentados comunistas continuaron durante este Papado [de Juan Pablo II] mucho cuando ellos tuvieron a Paulo VI. Las tales negociaciones asumen una falta de crítica pública abierta entre sí por una de las partes de los principales. Pero esto lo que precisamente Juan Pablo II proveyó: sus discursos públicos confrontaban la ideología de los que con las negociaciones diplomáticas estaban simultáneamente en marcha, y como resultado se opuso a los actos diplomáticos sin detenerlos.”



El Poder Futuro del Papado

Nosotros tenemos las razones para creer que la ambigüedad de las negociaciones diplomáticas privadas por debajo de la mesa, por un lado, y la persuasión moral pública, por otro lado, será los halmark del poder futuro del Papado. No hay posibilidad de volverse atrás del modelo Constantiniano del Papado, cuando el Papa funcionaba como un líder político, manteniendo su poder a través de las alianzas políticas. La pérdida de los Estados Papales en 1870, liberó al Papado de la carga de envolvimiento político directo en los asuntos internacionales y ha creado la condición del Papa para funcionar como un líder pastoral.

El poder futuro del Papado permanecerá en la persuasión moral del Carisma usado por el Papa para lograr efectividad política. Las alianzas políticas que han plagado el Papado en el pasado, ya no existirá. El Papa se comprometerá con los poderes del mundo con sus propios instrumentos de persuasión moral.

La Reevaluación del Papel Profético del Papado

La evolución del poder del Papado arriba discutida, llama por una reevaluación de la comprensión del papel profético del Papado en el tiempo del fin. Nuestros Pioneros vivían en un tiempo cuando el Papado se percibía ser un poderosa fuerza política y religiosa. Por consiguiente, la “herida” de la bestia de Apocalipsis 13 fue interpretada al ser tomado prisionero “por el general francés Alejandro Berthier y la curación de la herida, con el concordato de 1929 que delimita y protege al Estado Vaticano.

Mirando atrás en la historia del Papado durante el siglo pasado, parecería más lógico ver la “herida ” del Papado como un proceso que empezó con el encarcelamiento de Pío VI en 1798 y continuó hasta la recuperación de todos los estados Papales por los nacionalistas italianos en 1870. La pérdida de los Estados Papales impactó mucho más al Papado que la humillación temporal de Pío VI.

Igualmente, la curación de la herida podría verse como un proceso que empezó en 1929 con la delimitación jurídica del Estado Vaticano, pero ha continuado hasta nuestro tiempo con un reavivamiento del poder del Papado. Tal reavivamiento, sin embargo, ha tenido lugar, no a través de las alianzas políticas como la percibieron nuestros Pioneros, sino a través del carisma del Papa de persuasión moral capaz de traducirse en efectividad política.

A la luz de los recientes acontecimientos, parecería que el poder futuro del Papado dependerá, no tanto en el apoyo político del gobierno de EE.UU. (como lo percibieron nuestros Pioneros), sino en la capacidad del Papa de influir en el pensamiento de las personas del pueblo norteamericano. La nota debiera tomarse de que Juan Pablo II ha condenado, no sólo los males de Comunismo, sino también los males inherentes de un sistema capitalista consagrado al consumismo, codicia y ganancia. Ha hablado enfáticamente contra lo que él llama la cultura norteamericana de la muerte: una cultura en que la guerra de castas de violencia extendida, aborto, eutanasia, pobreza, y desamparo. Tal crítica de la cultura norteamericana, difícilmente sugiere que Juan Pablo estaba cortejando el apoyo político del gobierno de EE.UU..

Lo más probable, es que el nuevo Papa, buscará ganar el corazón de las personas norteamericanas, especialmente a los evangélicos. Aunque los evangélicos no pueden estar de acuerdo con el Papa en tales puntos como el papel de la Virgen María, la Misa, la intercesión de los santos, las misas por los muertos, el celibato sacerdotal y así sucesivamente, ellos admiran su compromiso fuerte a la autoridad de las Escrituras, a la santidad del matrimonio, a un ética sexual bíblica, para proteger la vida de bebés nonatos, y para disciplinar a los antagonistas más ruidosos de la fe evangélica. A muchos evangélicos el Papa ha llegado a ser, como el Prof. Martin E. Marty lo señala, “una fortaleza ambulante de fe” (la Guía de la TELEVISIÓN, el 5 de Sept de 1987, pág. 34) en medio de una sociedad atea.

Involuntariamente, quizás el Protestantismo liberal ha contribuido para afianzar la autoridad del Papa por minar la confianza en la autoridad de la Biblia. Uno podría decir por extensión que el Protestantismo debilita la autoridad de la Biblia por definir creencias y prácticas cristianas, y al mismo tiempo fortalece la autoridad del Papa. La razón es simple. La mayoría de los cristianos notan la tiranía pero da la bienvenida a la voz de autoridad, certeza y convicción. Ellos quieren tener noticias de sus líderes de la iglesia, “Éste es el camino, andad en él!” Cuando fracasan de escuchar esta voz de autoridad de las Escrituras proclamadas por sus pastores llegan a ser atraídos al Papa, quien les ofrece la interpretación infalible de las Escrituras.

El nuevo Papa, si viene del Tercer Mundo, buscará probablemente hacer amar a los americanos de la corriente principal y las personas en general, a través de su defensa de justicia social, respeto por los derechos de todos, aun de los no nacidos, a una distribución más justa de los recursos, una paz basada en justicia, un fin a la carrera armamentista y especialmente amor hacia los pobres y pisoteados. Por abanderar estas legítima aspiraciones humanas con celo, dignidad y devoción, el nuevo Papa llegará a ser para muchos el símbolo de las más nobles aspiraciones que la humanidad debe luchar por conseguir.

CONCLUSIÓN

Durante este último siglo nosotros hemos dado testimonio de la “herida” y “Curación” del Papado. La “herida” empezó en 1798 con el destierro temporal de Pío VI a Francia y continuó hasta 1870 con la pérdida de todos los territorios Papales de Italia Central. La “Curación” empezó en 1929 con el Concordato que delimitó y protegió el Estado Vaticano y ha continuado hasta nuestros tiempos con el resurgimiento de la autoridad Papal y su influencia mundial.

De muchas maneras la “herida” del Papado la cual resultó en la pérdida de su soberanía territorial probó ser el comienzo de la “Curación”, como los Papas eran liberadores de las cargas de enredos políticos, y podría servir como los maestros morales, en lugar de los gobernantes temporales.

El Papa Juan Pablo II mostró de una manera compelente que el Papado puede lograr la efectividad política a través de la persuasión moral, sin los dos instrumentos principales de poder político: el ejército y el dinero. Por encender el espíritu humano, los cambios históricos del mundo se pueden llevar a cabo. Se espera que el nuevo Papa use su carisma para promover los cambios sociales necesarios en el mundo actual.

Nunca olvidemos que el nuevo Papa seguirá las huellas de Juan Pablo, representando progreso social y el conservadurismo doctrinal. Mientras que en el área de justicia social Roma ha cambiado, pero en el área de la doctrina de la iglesia y disciplina, Roma todavía es la Roma invariable. Por promover la causa de la justicia social, el nuevo Papa predispondrá a las personas a una aceptación más rápida de las enseñanzas que han dividido al Protestantismo del Catolicismo Romano.

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