La Creación y el Pacto

En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gén. 1:1). Con estas palabras majestuosas se presenta a Dios ante los seres como Creador, a quien más tarde conoceremos como Redentor.

Esta oración contiene cuatro ideas básicas.

Primero, nos presenta a Dios. El pensador Immanuel Kant escribió una vez que en toda filosofía hay sólo tres grandes problemas: el mayor de los cuales es el problema de la existencia de Dios. El primer versículo de la Biblia revela la existencia de Dios.

Segundo, el verbo de la oración, creó (bara’), siempre indica actividad de Dios: Dios creó. Esto significa que el Dios que creó se revela en sus actividades creadoras. La palabra creó indica cómo Dios, el creador, hizo el mundo; hizo el mundo mediante su actividad creadora.

Tercero, la expresión “los cielos y la tierra” se usa en el mismo orden, o en el orden inverso, 41 veces en el Antiguo Testamento, indicando que esta frase se refiere a nuestra Tierra y sus atmósferas celestiales. Aquí se responde a la pregunta de qué fue lo creado.

Finalmente, llegamos a las palabras iniciales: “En el principio” Estas palabras nos dicen cuándo creó Dios “los cielos y la tierra”.

La primera oración va más allá del problema máximo de la filosofía, pues contesta cuatro preguntas básicas: ¿Quién? ¿Cómo? ¿Qué? ¿Cuándo? Génesis 1:1 se ocupa de las preguntas más esenciales de la existencia humana al proveer información acerca de Dios, de nuestro planeta y de las atmósferas que lo rodean, la forma en que el globo llegó a existir, y el tiempo en que llegó a su existencia.

La Biblia no prueba que Dios es el Creador: revela que él es el Creador. Sin esta revelación nunca habríamos sabido que este mundo fue creado por Dios. Sin esta revelación nunca habríamos conocido el propósito de nuestra vida sobre la tierra.

La Biblia revela claramente que Dios el Padre fue el originador de la creación (1 Cor. 8:6; Efe. 3:9; Heb. 1:2), y también revela que Jesucristo, la segunda persona del Dios triuno, es el agente de la creación (Juan 1:3; Efe. 3:9; Heb. 1:2). La Biblia afirma claramente que Dios no creó por una necesidad de realizarse (Isa. 40:12-31), porque después de la creación él fue exactamente el mismo que antes de ella (Sal. 90:2). Dios el Creador es autosuficiente y completo, y no es parte de su creación; él es el Dios trascendente por sobre su creación y más allá de ella.

La creación de Dios se describe como “buena” en Génesis 1 y 2. El “vio todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Gén. 1:31). La capacidad creadora y la bondad ele Dios van juntas desde el principio.

A través de toda la Biblia se presenta al Creador como el Dios triuno. El Creador es el Dios eterno y el Señor. Por medio de Jesucristo fueron creadas (Col. 1:16) todas las cosas en el cielo y en la tierra (Efe. 3:9). Por la Palabra (el Verbo, Jesús) fue hecho el mundo; “sin él nada de lo ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3). “El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Gén. 1:2).

EL LUGAR DEL HOMBRE EN LA CREACIÓN

En la historia bíblica de la creación, el “hombre” (‘adam, un sustantivo genérico que se refiere a los seres humanos o a la gente) se representa como el clímax con que se coronó la creación. En el capítulo 1 se pone más énfasis en la creación del hombre que en cualquier otro aspecto de la creación. El segundo capítulo del Génesis hay una expansión elaborada sobre el tema de este climax.

De hecho, la creación del hombre es el resultado de la deliberación divina dentro de la Trinidad. Esta deliberación se expresa por primera vez en el plural que se usa en Génesis 1:26: “Hagamos al hombre”. Ningún otro acto creativo está precedido por una deliberación entre “Dios y Dios”. El elevado sitial del hombre en la creación queda así establecido desde el principio.

Los seres humanos son las únicas criaturas de la tierra que Dios creó a su imagen y a su semejanza. Las palabras “imagen de Dios” expresan con profundidad que la semejanza externa, el carácter y las capacidades mentales, espirituales y morales del hombre reflejan la imagen divina. Todo esto sugiere la inmensa dignidad y valor, autoridad y responsabilidad, con que los seres humanos fueron dotados en la creación.

Las declaraciones de que el hombre fue hecho a la “imagen ele Dios”, que fue creado “conforme a nuestra semejanza” revela, por un lado, la cercanía entre Dios y el hombre, y por otro lado, la distancia básica entre Dios y el hombre. El hombre no fue creado para ser otro dios o el dios sobre la tierra. Dios es el Creador y el hombre su criatura, pero no una criatura al nivel de un animal, aun si se pensara en un animal superior. El hombre es una criatura a semejanza e imagen de Dios. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, está puesto completamente aparte, no sólo de los animales, sino también de la Deidad.

Ser creado a la imagen y semejanza de Dios no fue el privilegio sólo de Adán. Tanto el hombre como la mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios. En la creación no hay distinción de rango o importancia entre el hombre y la mujer: eran iguales. Tanto el hombre corno la mujer encuentran su significado pleno, no en una relación superior-inferior, sino en su relación mutua y en su comunión común y vital con Dios.

El hombre es, de hecho, un nuevo orden de seres. Por cuanto Dios creó al hombre y la mujer a su imagen y semejanza, podía existir una comunión muy profunda y una relación sumamente significativa entre él y los seres humanos. Esta relación Dios-hombre es el fantástico don que Dios dio a la humanidad. Dios hizo a la gente de modo que pudiera existir esta relación y que pudiera crecer siempre. Los seres humanos son la corona de la creación porque fueron hechos especialmente para gozar del compañerismo y la Comunión con su Creador.

EL INICIADOR DE LA COMUNIÓN CON EL HOMBRE

En los primeros dos capítulos de la Biblia, donde se describe el tiempo y los acontecimientos antes que el pecado entrara en el mundo, encontramos evidencias explícitas ele que Dios el Creador estableció una comunión con el hombre y la mujer. En Génesis 1:28 leemos: “Y los bendijo Dios”. Antes que Dios hablara a Adán y Eva, los “bendijo”. La bendición divina es un don gratuito e inmerecido de Dios que involucra el bienestar y la prosperidad del hombre, una integridad arraigada en Dios y experimentada en la vida diaria.

La comunión no estorbada ni perturbada y profunda de la relación Dios-hombre nunca podría ser completa y total si el hombre no tenía la libertad para elegir vivir dentro de esa relación.

Aunque la más elevada vocación de Adán y Eva era servir a Dios, este) era singular por ser las únicas criaturas que podían responder a Dios con la obediencia como también con la desobediencia, con fe y confianza así como con rebeldía y desconfianza. A diferencia de la creación animal, que obedece sobre la base de impulsos y leyes instintivos, el hombre y la mujer recibieron la libertad ele su voluntad como parte ele su herencia mental y espiritual. El hombre y la mujer recibieron la posibilidad de separarse de Dios tan fácilmente como la de continuar su compañerismo con él. Por esta elección que Dios les dio, Adán y Eva “podían obedecer y vivir, o desobedecer y perecer”.

Esta elección fue subrayada por ese árbol especial y único, del cual la primera pareja no debía comer. “Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gén. 2:17).

LA PRUEBA DEL COMPAÑERISMO

La prueba, provista en la forma del árbol del conocimiento del bien y del mal, indicaba que la relación del hombre con Dios dependía ele la libertad ele elección. No existiría prueba alguna si los hombres y las mujeres no tuvieran libertad para decir Sí o No a Dios.

La prueba mostraría que el hombre no era un superhombre, y que andaría mejor sólo cuando dependiera ele su Hacedor. La prueba demostraría si el hombre deseaba ser Cuino Dios y así abandonar su lugar de dependencia y posición de ser creado a la imagen de Dios. La prueba revelaría que la relación del hombre con Dios podía ser efectiva y duradera sólo si el hombre elegía libremente vivir y actuar en esa relación benéfica. Rechazar la relación significaría que el hombre intentaba vivir en forma independiente ele Dios, pensando que no tenía necesidad de Dios. Pero quebrantar la relación significaba también conocer el mal, experimentar la alienación y la soledad y todo el dolor ele la separación ele una vida apartada ele Dios.

La narración de la creación en Génesis 1:1 a 2:4, primera parte, y la historia complementaria de la creación de Adán y Eva en su ambiente perfecto que se ofrece en Génesis 2:4 segunda parte al 25, no contiene ningún indicio ni presagio que sugiriera, de alguna manera, una amenaza a la perfecta creación de Dios. Todo lo que aparece en estos dos relatos tiene el sello de la perfección. Hasta que el hombre y la mujer desobedecieron a Dios, el futuro que les esperaba era de un continuo compañerisino con él, sin obstáculos.

Nuestros primeros padres fracasaron en la prueba de amor, fe y obediencia. “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos” (Gén. 3:6, 7). El árbol que Dios había puesto en el jardín no era malo en sí. No contenía ningún virus o bacteria mortales en sus frutos. El mal estaba en escuchar a la persona equivocada. Eva escucho a la serpiente, a quien Satanás estaba usando como médium (2 Cor. 11:3, 14), y Adán escuchó a su mujer. ¡Ninguno de los dos escuchó a Dios! De este modo el pecado trastornó la relación Dios-hombre, que les daba vida. El pecado interrumpió la comunión abierta.

Dios, en su hablar y hacer creativos, había establecido una relación de amor y gracia. Pero el hombre, sordo y desobediente, la destruyó. El desprecio que mostró el hombre por el mandato divino: “No comerás” (Gén. 2:17), indica que el pecado es un acto de transgresión de la voluntad de Dios. Este acto de rebeldía manifiesta el deseo del hombre de ser su propio “señor”, que él mismo quiere decidir qué es bueno y qué es malo. El pecado ele Adán y Eva revela su desconfianza del plan de Dios para el bienestar de ellos.

CAMBIO DE RELACIONES POR EL PECADO

El pecado del hombre manchó todos los aspectos de la vida sobre la tierra (Rom. 8:21, 22). Génesis 3 explica, en los versículos 7, 10, 11 - 13, que ocurrieron varios cambios importantes por causa del pecado del hombre. Primero, la relación entre el hombre y la mujer se rompió, marcado por el acto de emergencia al coser hojas de higuera. Segundo, la relación entre el hombre y el mundo creado se interrumpió y llegó a estar marcado por el temor, la alienación y la muerte (Rom. 8:19-23; 2 Ped. 3:13). Tercero, la relación entre Dios y el hombre se interrumpió en forma decisiva. El hombre había sido hecho para el compañerismo y la comunión con Dios. Después del pecado, Adán y Eva huyeron de la presencia de Dios y se escondieron (Gén. 3:8-10); de este modo la comunión saludable se transformó en una alienación amarga y una separación dolorosa.

La enseñanza bíblica acerca de la caída del hombre se opone a muchos conceptos populares. La idea moderna del hombre cuino el producto de un desarrollo lento, elevador, evolucionista, no es apoyada por las enseñanza bíblicas de la caída del hombre en el pecado. El cuadro bíblico de la caída contradice el esquema evolucionista del hombre que se eleva del temor primitivo e ignorancia crasa a las elevadas alturas de la sensibilidad y de las percepciones religiosas. La Biblia no describe al hombre como elevado, sino como caído, un ser creado que tiene una necesidad desesperada y continua de un Dios salvador.


RESTABLECIMIENTO DE LA RELACIÓN DIOS-HOMBRE

La inmensa tragedia de la decisión del hombre de ceder ante el diablo —decisión que le llevó hasta casi honrar la “imagen de Dios”— no hizo que el Creador se apartara ele Adán y Eva en su necesidad desesperada. ¿Podría un padre o madre que por primera vez contempla el rostro ele su hijo y ve reflejada en sus ojos una imagen de sí mismos, descuidar a ese bebé durante el período de su mayor necesidad e impotencia? Aun entonces, el mismo Cristo que se inclinó para soplar el aliento de vida en los pulmones de Adán, entró en acción para salvar a la criatura que ahora se había apartado y se estaba escondiendo ele él.

Dios tomó otra vez la iniciativa. La maravillosa historia del amor de Dios que se desarrolla en su Palabra es que él siempre es el iniciador, buscando activamente la atención y la redención del hombre. Mientras Adán y Eva estaban escondidos de Dios con temor, culpa y vergüenza, con evidencias del pecado dentro de ellos y a su alrededor, Dios se acercó a ellos con el llamado amante: “¿Dónde estás tú?” (Gén. 3:9). Nadie en el mundo puede escapar de esta pregunta.

La pregunta escrutadora: “¿Dónde estás tú?” no es una maldición, condenación ni castigo. Más bien, escuchamos a Dios llamando al pecador a volver a una relación redentora. Aquí el Creador es también el Redentor. Aunque la creación precedió a la redención, ambas estuvieron juntas en el corazón de Dios desde el principio.

Sólo la serpiente y el suelo fueron maldecidos (Gén. 3:14, 17, 19). La pregunta: “¿Dónde estás tú?” fue diseñada para atraer al hombre cargado de culpa a volver a los brazos de Dios. Como observó Derek Kidner: “Las primeras palabras de Dios al hombre caído tienen todas las evidencias de la gracia. Es una pregunta, ya que para ayudarle [al hombre], él debe atraerlo en lugar de sacarlo de su escondite”.

La búsqueda divina inicial de Adán y Eva no terminó en el Edén. Hasta nuestros días, hasta este momento, el Señor continúa buscando a sus criaturas. La historia de la redención es un tema doble que se repite: El pecado rompe la benéfica relación Dios-hombre (el compañerismo más estrecho que es posible concebir en la mente humana). Inmediatamente, el iniciador divino de esa relación comienza el proceso de traspasar esa barrera causada por el pecado y Satanás, para restablecer el compañerismo perdido con el hombre caído. En el momento de dolor y culpabilidad, vergüenza y frustración, alienación y separación, el amor de Dios se extiende por sobre el golfo de separación causado por el pecado —-el de Adán y el nuestro— para llevarnos ele regreso a sus amantes brazos. El apóstol Pedro lo revela con mucha percepción: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tiene por tardanza, sino que es paciente con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9).

PROVISIÓN LARA LA SALVACIÓN

En Génesis 3:15 la palabra sorprendente ele esperanza profética habla de una hostilidad divinamente ordenada: “Pondré enemistad entre ti (la serpiente, Satanás) y la mujer; y entre tu simiente y la simiente suya”. Esta enemistad culmina con la aparición victoriosa de él, un descendiente representativo de la simiente de la mujer, que le da un golpe mortal a la cabeza de Satanás. De este modo, la primera promesa en la Biblia habla de Alguien que quebrantará efectivamente el poder del tentador.

Esta promesa mesiánica le dio a Adán y Eva esperanza en su desesperación. Esta esperanza transformó su existencia porque es una esperanza dada por Dios y garantizada por él. Esta esperanza del Mesías y de la victoria final trasciende toda otra esperanza. Está edificada sobre la promesa de una relación renovada con Dios, relación de gracia y misericordia, de perdón y salvación, de perdón y poder.

De este modo, en el comienzo mismo de las Escrituras, ellas nos cuentan no sólo la historia ele la creación sino también la historia de la redención: la historia de una relación de pacto entre Dios y el hombre. Dios puede ser Redentor sólo porque él es el Creador.

La filosofía humana produjo una separación entre la doctrina de la creación y la revelación especial de Dios, haciendo del estudio de la creación un tema ele la teología natural. La Biblia nuestra claramente la creación como el comienzo ele la historia, y tanto la creación como la historia están inseparablemente relacionados y unidas entre sí. La creación es el fundamento del pacto y de la relación pactual entre Dios y el hombre. Por esto no es correcto decir que el pacto es el principio racional o la base ele la creación. El cuadro bíblico de la creación es anterior al pacto, y el pacto encuentra su significado y su culminación en relación con la creación, y no lo contrario.

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