Las Fortificaciones en el Antiguo Testamento - Parte 4

II. Métodos de ataque

El método menos costoso de tomar una ciudad era, naturalmente, el de persuadir a los moradores a entregarse sin lucha. Senaquerib el asirio usó en vano esta técnica en su lucha contra Jerusalén. Otros métodos consistían en capturar la ciudad por medio de un ardid o por sorpresa, como David logró adueñarse de Jerusalén. Joab probablemente penetró en la ciudad por el túnel de provisión de agua. Generalmente, sin embargo, las ciudades grandes tenían que ser capturadas por asalto, o tras sitios prolongados.

a. El asalto

En un asalto directo el invasor podía intentar escalar el muro valiéndose de escaleras, atravesar los muros cavando con herramientas o utilizando un ariete, penetrar por la puerta incendiándola o abriéndola a golpes con el ariete, o también cavando un túnel por debajo del muro. Donde un terraplén, un foso, o la ladera de un montículo hacía difícil el asalto directo, se utilizaba una rampa de asalto. Parte del foso se rellenaba con tierra o escombros, y luego se construía una rampa que llegaba hasta el mismo muro de la ciudad. Una rampa asiria que se investigó en Laquis en 1977 estaba construida enteramente de grandes piedras recogidas del campo. Algunos relieves asirios de Nínive que ilustran el asalto de Senaquerib a Laquis (Is. 37.33) demuestran que las rampas se recubrían con madera. Tropas de asalto detrás de grandes escudos, y los arietes protegidos por escudos, subían por las rampas, estas últimas protegidas por arqueros y honderos. La viga de madera del ariete tenía una punta de hierro en forma de hacha. Cuando esta viga penetraba la mampostería se la movía lateralmente para desalojar los ladrillos. Una torre delante del ariete era utilizada por los arqueros para disparar contra los defensores ubicados en los muros. También se podían acercar a los muros torres móviles, y se usaban catapultas que arrojaban grandes piedras contra las secciones superiores de los muros y los defensores de los mismos. Para evitar que escaparan los sitiados se construía un montículo o banco de tierra alrededor de la ciudad (Jer. 6.6; Ez. 17.17). Desde los muros los defensores arrojaban una lluvia de flechas, jabalinas, piedras, y agua hirviendo, como también antorchas encendidas para incendiar los arietes. A la vez, organizaban ocasionales salidas desde la ciudad para destruir los equipos de asalto y atacar a las tropas que los estaban protegiendo.

b. El sitio

El sitio por tiempo prolongado se utilizaba cuando una ciudad era demasiado poderosa para un asalto directo, o cuando por otras razones el invasor prefería esperar. Al rodear la ciudad los atacantes buscaban cortar su abastecimiento y la ayuda externa hasta que los defensores se vieran obligados a rendirse. Se hacía necesario construir un terraplén circundante y campamentos fortificados para protejer al ejército invasor más bien pasivo. Los sitios podían durar varios años, tal como el sitio de Samaria por los asirios (2 R. 17.5).


c. Captura y destrucción

Una vez capturada una ciudad, normalmente era saqueada e incendiada. Sin embargo, la mayoría de las ciudades eran reconstruidas y usadas de nuevo. Los defensores sobrevivientes podían ser deportados, esclavizados, o sujetos a tributo, y sus dirigentes podían ser sometidos a tortura, muertos, o llevados como rehenes. La destrucción más famosa de los tiempos del AT fue la devastación por Nabucodonosor de todas las ciudades de Judea, incluso Jerusalén, en 588–587 a.C. La destrucción de Jerusalén por Tito en el año 70 d.C. fue igualmente completa, aunque bajo los romanos las ciudades de menor importancia no sufrían tanto.



Bibliografía. M. Noth, El mundo del Antiguo Testamento, 1976, pp. 159–171; G. E. Wright, Arqueología bíblica, 1975, pp. 269–273; G. A. Smith, °GHTS, 1960; K. Kenyon, Arqueología de la Tierra Santa, 1963; W. F. Albright, La arqueología de Palestina, 1962.

Y. Yadin, The Art of Warfare in Biblical Lands in the Light of Archaeological Study, 1963; S. M. Paul y W. G. Dever, Biblical Archaeology, 1973; EAEHL; A. Negev, Archaeological Encyclopaedia of the Holy Land, 1972.

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