Salvación por obras y por la gracia

¿Es verdad que el Antiguo Testamento enseña la salvación por las obras, y el Nuevo Testamento, por la gracia?
Cuando Adán y Eva pecaron, en su primer encuentro con Dios se les prometió la salvación por la gracia. Se les advirtió que habría una dura lucha entre los seres humanos y la serpiente, el diablo, pero también se les prometió una victoria terminante mediante la simiente de la mujer, con la que herirían mortalmente al engañador (Gen. 3: 15). El Nuevo Testamento explica que esa simiente "es Cristo" (Gal. 3: 16). Por lo tanto, cada vez que ellos, y luego sus descendientes, sacrificaban un cordero sobre el altar, manifestaban su fe en el Redentor prometido, cuya salvación se ofrecía por gracia. Solamente debían creer en la promesa de Dios y eran perdonados. El sacerdote hebreo ofrecía el sacrificio simbólico que por gracia daba el perdón al creyente. El sacerdote intercedía ante Dios en favor del pecador al ofrecer la sangre de la víctima inocente.

Cuando Jesús fue a Juan el Bautista para ser bautizado, éste lo presentó diciendo: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1: 29). En la epístola a los hebreos, se explica en forma admirable y clara ese hecho: Cristo, como el sacrificio en lugar del cordero, ofrendado una sola vez (Heb. 9: 23-26), y Cristo como el sumo sacerdote que intercede por nosotros en virtud de su sacrificio (Heb. 7: 25; 8: 1-3).

Por otra parte, afirmar que el Antiguo Testamento ofrece la salvación por las obras de la ley, y que el Nuevo la ofrece por la gracia, sería acusar a Dios de cometer una equivocación y fracasar. Sería afirmar que ante el fracaso del sistema del Antiguo Testamento, Dios lo cambió por otro más fácil, el de la gracia. El apóstol Pedro no acepta tal equivocación, pues afirma que somos rescatados "con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación; ya destinado desde antes de ¡a fundación del mundo, pero manifestado en los postrimeros tiempos por amor a vosotros" (1 Ped. 1: 18-20).* Así pues, el Antiguo y el Nuevo Testamento ofrecen al pecador la salvación por la gracia de Dios manifestada en Cristo.

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