El fin del pecado
PREGUNTA: Se dan diversas explicaciones respecto de la destrucción final de los impíos. ¿Es verdad que Dios no los destruirá, sino que se autodestruirán?
Suelo procurar no responder esta pregunta porque cualquier respuesta que se dé es motivo de debates y no es ese mi objetivo. Pero ya que se hace con frecuencia, permítame decir que solo una Persona experimentó la
segunda muerte: Jesucristo. Hablaré del tema entonces desde su experiencia, teniendo en cuenta que al mismo tiempo esta fue sustancialmente diferente.
1. El problema: Algunos creen que el pecado se autodestruye, es decir, que trae resultados y consecuencias específicas que destruyen al pecador. A menudo es así. Pero la extinción final del pecado, los pecadores y los poderes del mal difiere de esto, porque en ella se dice que Dios participa de manera directa y personal. Para algunos, esto resulta problemático porque Dios es descrito como alguien que inflinge la muerte en los seres humanos, algunos de los cuales aparentemente sufrirán más que otros. Para ellos, sería mejor creer que el pecado se autodestruye. Pero elijo aceptar la declaración bíblica que afirma que “descendió fuego del cielo y los consumió” (Apoc. 20:9), aunque reconozco que no comprendo los detalles de esa tan extraña acción divina.
2. Cristo murió la muerte de los impíos: Sería difícil negar que Dios el Padre participó en forma directa de la muerte de Jesús. La Biblia asigna la muerte de Cristo al Padre, al Hijo mismo y a las autoridades judías y romanas.
El hecho de que el Padre podría haber salvado a Jesús de la muerte pero no lo hizo, significa que Dios permitió la muerte de Cristo, es decir, que era la intención de Dios para su hijo (Juan 12:27, 28). Jesús bebió la copa del juicio de Dios (Mat. 26:39). El Padre no lo salvó (Rom. 8:32), sino que lo entregó a la muerte (Rom. 4:25).
Jesús dijo que pondría su propia vida y que nadie se la podría quitar (Juan 10:17, 18); entregó su vida voluntariamente (Mar. 10:45; Gál. 2:20; Efe. 5:25).
Los humanos también participaron de la muerte del Hijo de Dios (Luc. 18:32; 22:3; Mar. 15:15). El Padre, el Hijo y los humanos participaron de manera directa en la muerte del Hijo de Dios. La experiencia de Jesús fue ligeramente diferente de lo que sucederá a los impíos. Pero en ambos casos, tanto Dios como el individuo participarán del acto de destrucción.
3. Jesús sufrió: Nadie cuestiona que Cristo sufrió intensamente en la cruz. Era un sufrimiento físico, pero sobre todo espiritual: Experimentó el abandono divino como ningún otro ser humano lo experimentará (Mat. 27:46). Cargó los pecados del mundo. Los impíos recibirán su recompensa de acuerdo con sus obras personales (Apoc. 20:13); no es un dolor auto infligido o infligido por Satanás. Dios les dará personalmente lo que eligieron en vida: la muerte eterna.
4. Jesús entregó su vida: Fue necesario que Cristo muriera cargando nuestros pecados. Aceptó la voluntad justa del Padre para él. En la cruz, sufrió hasta el momento que voluntariamente entregó su vida al Padre. Como su muerte fue parte del plan de salvación, soportó el sufrimiento durante un tiempo y en el momento apropiado entregó su vida mientras clamaba: “¡Consumado es!”
En el caso de los impíos, su destrucción está precedida por el reconocimiento de que merecen morir. Se inclinarán y proclamarán que Cristo es Señor (Fil. 2:10, 11). Aun en esa instancia, los impíos lucharán para no entregar sus vidas voluntariamente al Creador. Permítame sugerir que la intensidad de su sufrimiento puede estar directamente relacionada con su indisposición de entregar sus vidas, lo que a su vez se relaciona con su egoísmo. Esa actitud puede alargar su sufrimiento y permitir que cada uno experimente el juicio de acuerdo con sus obras. Una vez que entregan sus vidas, la justicia divina es vindicada y su existencia desaparece para siempre. Entonces el conflicto entre el bien y el mal llegará a su fin.
¿Le resultó de ayuda? (¡Ay, terminé con una pregunta!.
Suelo procurar no responder esta pregunta porque cualquier respuesta que se dé es motivo de debates y no es ese mi objetivo. Pero ya que se hace con frecuencia, permítame decir que solo una Persona experimentó la
segunda muerte: Jesucristo. Hablaré del tema entonces desde su experiencia, teniendo en cuenta que al mismo tiempo esta fue sustancialmente diferente.
1. El problema: Algunos creen que el pecado se autodestruye, es decir, que trae resultados y consecuencias específicas que destruyen al pecador. A menudo es así. Pero la extinción final del pecado, los pecadores y los poderes del mal difiere de esto, porque en ella se dice que Dios participa de manera directa y personal. Para algunos, esto resulta problemático porque Dios es descrito como alguien que inflinge la muerte en los seres humanos, algunos de los cuales aparentemente sufrirán más que otros. Para ellos, sería mejor creer que el pecado se autodestruye. Pero elijo aceptar la declaración bíblica que afirma que “descendió fuego del cielo y los consumió” (Apoc. 20:9), aunque reconozco que no comprendo los detalles de esa tan extraña acción divina.
2. Cristo murió la muerte de los impíos: Sería difícil negar que Dios el Padre participó en forma directa de la muerte de Jesús. La Biblia asigna la muerte de Cristo al Padre, al Hijo mismo y a las autoridades judías y romanas.
El hecho de que el Padre podría haber salvado a Jesús de la muerte pero no lo hizo, significa que Dios permitió la muerte de Cristo, es decir, que era la intención de Dios para su hijo (Juan 12:27, 28). Jesús bebió la copa del juicio de Dios (Mat. 26:39). El Padre no lo salvó (Rom. 8:32), sino que lo entregó a la muerte (Rom. 4:25).
Jesús dijo que pondría su propia vida y que nadie se la podría quitar (Juan 10:17, 18); entregó su vida voluntariamente (Mar. 10:45; Gál. 2:20; Efe. 5:25).
Los humanos también participaron de la muerte del Hijo de Dios (Luc. 18:32; 22:3; Mar. 15:15). El Padre, el Hijo y los humanos participaron de manera directa en la muerte del Hijo de Dios. La experiencia de Jesús fue ligeramente diferente de lo que sucederá a los impíos. Pero en ambos casos, tanto Dios como el individuo participarán del acto de destrucción.
3. Jesús sufrió: Nadie cuestiona que Cristo sufrió intensamente en la cruz. Era un sufrimiento físico, pero sobre todo espiritual: Experimentó el abandono divino como ningún otro ser humano lo experimentará (Mat. 27:46). Cargó los pecados del mundo. Los impíos recibirán su recompensa de acuerdo con sus obras personales (Apoc. 20:13); no es un dolor auto infligido o infligido por Satanás. Dios les dará personalmente lo que eligieron en vida: la muerte eterna.
4. Jesús entregó su vida: Fue necesario que Cristo muriera cargando nuestros pecados. Aceptó la voluntad justa del Padre para él. En la cruz, sufrió hasta el momento que voluntariamente entregó su vida al Padre. Como su muerte fue parte del plan de salvación, soportó el sufrimiento durante un tiempo y en el momento apropiado entregó su vida mientras clamaba: “¡Consumado es!”
En el caso de los impíos, su destrucción está precedida por el reconocimiento de que merecen morir. Se inclinarán y proclamarán que Cristo es Señor (Fil. 2:10, 11). Aun en esa instancia, los impíos lucharán para no entregar sus vidas voluntariamente al Creador. Permítame sugerir que la intensidad de su sufrimiento puede estar directamente relacionada con su indisposición de entregar sus vidas, lo que a su vez se relaciona con su egoísmo. Esa actitud puede alargar su sufrimiento y permitir que cada uno experimente el juicio de acuerdo con sus obras. Una vez que entregan sus vidas, la justicia divina es vindicada y su existencia desaparece para siempre. Entonces el conflicto entre el bien y el mal llegará a su fin.
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