El reino de Judá



609 hasta 586 AC

Cronología.
Afortunadamente, la cronología de Egipto y Babilonia está bien establecida en lo que concierne al período de Josías a Sedequías. Varias fechas de los reinados judíos sincronizan con las fechas de Babilonia basadas en datos astronómicos. De modo que las fechas AC de los reyes de Judá se pueden ubicar con mucha exactitud. La parte de la Crónica Babilónica más recientemente publicada ha hecho que las fechas de cinco reyes de Judá (de Manasés a Joacim) hayan sido corridas llevándolas un año más atrás en el tiempo, al paso que ha confirmado varios acontecimientos que son claves y ha proporcionado fechas precisas para los años de ascensión al trono de Joaquín y Sedequías.
La muerte de Josías y Joacaz.
En la sec. XII se rastreó la historia de Judá hasta tiempos del rey Josías. Gran parte de su reinado correspondió con los años de la desintegración del imperio asirio, cuando éste no tenía suficiente poder para controlar eficazmente sus posesiones occidentales y Babilonia no había tomado aún esos territorios. Josías aprovechó la situación para extender su influencia, y tal vez también el domínio, sobre considerables porciones del territorio que habían pertenecido anteriormente al reino de Israel, y que después habían sido administradas como provincia asiria.
Durante un tiempo Josías se aprovechó de la situación mesopotámica. Sin embargo, observó con cierta aprensión el renacimiento del poder egipcio. Siendo que Egipto procuraba evitar el colapso completo de Asiria, las fuerzas egipcias deben haber atravesado Palestina varias veces durante el reinado de Josías. Este puede haber creído que Faraón tenía otros planes aparte de mantener viva a Asiria -aspiraciones de reconstruir el anterior imperio egipcio en Asia- y que se proponía dar ayuda militar a Asiria a cambio de concesiones políticas en Siria y Palestina. No se sabe si Josías llegó a un acuerdo eficaz con Nabopolasar de Babilonia para resistir a Necao II a fin de ayudar a su aliado babilonio, o si se decidió basado solamente en su convicción de que si los egipcios y asirios derrotaban a los babilonios, Judá sería obligada a someterse a Egipto o a Asiria. Una u otra razón debe haberlo impulsado a hacer la desafortunada decisión de afrontar a Necao e impedirle marchar hacia el norte para auxiliar a los asirios.
La batalla se riñó en Meguido el año 609 AC. La fecha se basa en la Crónica Babilónica que menciona a los egipcios cuando ayudaron a los asirios en Harán en ese año. Josías fue mortalmente herido (ver com. 2 Crón. 35: 20-24), y la derrotada Judá tuvo que someterse a Egipto. Sin embargo, en ese tiempo Necao siguió apresuradamente rumbo al norte sin hacer valer su victoria sobre Josías. Le interesaba más vencer a Babilonia, pues una victoria allí le daría libertad de acción en Palestina.
Mientras tanto -debido a la presión popular, y aunque no era el mayor- Joacaz, un hijo de Josías, de 23 años, fue coronado en Jerusalén (2 Rey. 23: 30, 31). Parece haber sido conocido como el que seguía la política de su padre, probablemente inclinándose hacia Babilonia como lo había hecho Josías, lo que para el faraón Necao significaba que era antiegipcio. Después de consolidar su posición en el norte de Mesopotamia y en Siria, Necao decidió castigar a Judá por interferir en sus planes; por lo tanto, ordenó a Joacaz que compareciese ante él en Ribla, Siria. Esta demanda y el hecho de que Joacaz obedeciera, muestran claramente que el ejército de Judá debe haber sufrido pérdidas considerables en la batalla de Meguido, y que el país era impotente para resistir a Necao, quien para entonces debe haberse considerado como señor indiscutido de Palestina. Necao destronó al joven rey después que éste hubo reinado sólo tres meses, y lo envió como prisionero a Egipto. En su lugar Necao designó como rey a Eliaquim, hermano mayor de Joacaz, y le dio el nuevo nombre de Joacim. Este era evidentemente conocido por sus simpatías proegipcias. Necao había impuesto un tributo de 100 talentos de plata y un talento de oro, que fue exigido del pueblo (2 Rey. 23: 32-35).
Joacim (609-598 AC).
Los once años de Joacim como rey (609-598 AC) se caracterizaron por su crasa idolatría y maldad, lo que apresuró la caída final de Judá. Su carácter era el reverso exacto de su piadoso padre, y se distinguió por varias acciones impías, hasta la de asesinar a un profeta (2 Rey. 23: 37; Jer. 26: 20-23).
Joacim probablemente fue vasallo egipcio hasta el tercer año de su reinado. En 605 AC, de acuerdo con la Crónica Babilónica no hace mucho descubierta, Nabucodonosor, príncipe heredero de Babilonia, fue enviado por su padre para luchar contra los egipcios en el norte de Mesopotamia. En dos batallas, en Carquemis y cerca de Hamat, derrotó decisivamente a los egipcios y pudo conquistar a Siria y a Palestina. Mientras perseguía a los egipcios derrotados que huían hacia su país, Nabucodonosor sitió a Jerusalén y obligó a Joacim a ser tributario de Babilonia. Los neobabilonios llevaron parte del tesoro del templo a Babilonia, y tomaron algunos príncipes -entre ellos Daniel y sus amigos- como rehenes (Dan. 1: 1-6). La noticia de la muerte de su padre hizo que Nabucodonosor volviera a Babilonia por el camino más corto posible para tomar el trono, y dejó en manos de sus generales a los prisioneros ya tomados durante la campaña con órdenes de regresar a Mesopotamia (Josefo Contra Apión i. 19). Cuando moría un rey, siempre existía el peligro de que estallase una revuelta en la capital, o que un usurpador intentase apoderarse del trono. Por esta razón Nabucodonosor no deseaba tener su ejército en el lejano Egipto cuando podría necesitarlo urgentemente en Babilonia.
Puesto que Nabucodonosor no encontró oposición en su tierra, inmediatamente volvió a la tarea de colocar bajo su pleno dominio los territorios occidentales que habían quedado en su poder como resultado de las batallas libradas en Carquemis y cerca de Hamat. De ahí que lo encontremos guerreando en la "tierra de Hatti", como los babilonios Llamaban a Siria y a Palestina, durante los tres años siguientes. La resistencia debe haber sido leve porque la única acción militar que se menciona es la captura y destrucción de Ascalón. Sus campañas pueden haber servido principalmente para organizar el territorio y para cobrar los tributos anuales.
Durante esos tres años de relativa quietud, parece que Joacim de Judá fue un fiel vasallo de Nabucodonosor (2 Rey. 24: 1). Sin embargo, puesto que el tributo anual para Babilonia caía pesadamente sobre el país, se sintió fuertemente impelido a inclinarse hacia Egipto que estaba recobrando su poderío. Esto hizo que la atención de Nabucodonosor se dirigiera a Egipto, la causa principal de las dificultades con sus vasallos. Una batalla reñida con el ejército egipcio en Kislev (nov.-dic. de 601 AC) parece haber terminado en un empate, con grandes pérdidas debido a una retirada de los neobabilonios. El registro nos dice que Nabucodonosor quedó en su patria durante el año siguiente y preparó un nuevo ejército antes de aventurarse en una nueva campaña a fines de 599 AC. Sin embargo, entre tanto permitió que algunas de las naciones sometidas del oeste conquistadas por él -ayudadas por algunas de sus propias tropas- incursionaran contra Judá y la hostigaran (2 Rey. 24: 2). En ese tiempo, 3.023 judíos fueron deportados a Babilonia (Jer. 52: 28). En diciembre de 598, probablemente las tropas caldeas pudieron tomar a Jerusalén. Una vez más Nabucodonosor llevó los tesoros del templo a Babilonia (2 Crón. 36: 7). El rey de Judá fue apresado con grillos para ser llevado a Babilonia (2 Crón. 36: 6) y castigado por su rebelión. Pero evidentemente este plan no pudo llevarse a cabo porque Joacim parece haber muerto antes de que lo deportaran, ya fuera como resultado del trato recibido a manos de los soldados caldeos o por causas naturales. Su cuerpo fue arrojado fuera de las puertas de la ciudad y quedó allí durante varios días expuesto al frío y al calor antes de recibir una vergonzosa sepultura, como la "sepultura de un asno" (Jer. 22: 18, 19: ver también 2 Rey. 24: 6; 2 Crón. 36: 6; Jer. 36: 30; Josefo, antigüedades x. 6. 3).
Joaquín (598/597AC).
Joaquín de 18 años de edad, hijo de Joacim, llegó a ser rey cuando éste murió, pero sólo reinó tres meses (598/597 AC). No se sabe por qué Nabucodonosor fue a Jerusalén para tomar prisionero al nuevo rey. Fuera cual fuese la causa, los registros nos informan que poco después de haber ascendido Joaquín al trono, el ejército de Nabucodonosor comenzó otra campaña occidental. Cuando Nabucodonosor llegó a Jerusalén, Joaquín se rindió junto con su madre y toda su corte el 2 de Adar (aproximadamente el 16 de marzo) de 597, fecha establecida por la Crónica Babilónica. Nabucodonosor llevó a Joaquín a Babilonia como rehén y dejó a su tío Sedequías como rey en su lugar. También llevó a Babilonia todos los vasos restantes del tesoro del templo, 7.000 soldados y todos los artesanos hábiles que encontró. Estos últimos le serían útiles para sus grandes construcciones (ver 2 Rey. 24: 8-16).
Joaquín, todavía considerado el rey de Judá, era más o menos un rehén en Babilonia. Esta conclusión se basa en el hecho de que hubo agitación en Judá y entre los cautivos en Babilonia, quienes esperaban que Joaquín recuperaría el trono y que serían devueltos los vasos sagrados (Jer. 28: 3, 4; y cap. 29). Siendo que los judíos en Babilonia no podían fechar los sucesos según los años del reinado de Joaquín sin ofender a los babilonios, evidentemente indicaban tales sucesos -como lo hizo Ezequiel- por los años de su cautividad (Eze. 1: 2; 40: 1).
Estas conclusiones hallan alguna confirmación en los descubrimientos arqueológicos. Tres asas de jarrones de arcilla desenterradas en Bet-semes y en Tell Beit Mirsim (probablemente Debir) llevan todas la impresión de un mismo sello: "Perteneciente a Eliaquim, mayordomo de Joaquín". Estos hallazgos parecen indicar que no había sido confiscada la propiedad de Joaquín, sino que era administrada en su ausencia por su mayordomo. Además, varias tablillas halladas en las ruinas de Babilonia, fechadas en el año 592 AC -cinco años después de la rendición de Joaquín, contienen listas de alimentos proporcionados por la despensa real a ciertas personas que el rey mantenía. Entre ellas se menciona repetidas veces a Joaquín como "rey de Judá", junto con cinco de sus hijos y el tutor de ellos, Kenaíás. Estos hechos al que se llame rey a Joaquín, y que recibiera una porción 20 veces mayor que la de cualquier otra persona mencionada en estos registros, y que no haya ninguna referencia a su encarcelamiento- parecen indicar que fue retenido por Nabucodonosor por ese tiempo, en anticipación al día cuando fuese restaurado a su trono, siempre que las condiciones en Judá hicieran aconsejable dicho proceder.
En una época posterior, ya fuera en relación con los incidentes descritos en Jer. 29 o en ocasión de la rebelión de Sedequías, Joaquín fue encarcelado definitivamente. Este encarcelamiento continuó hasta el 37.º año de su cautiverio, cuando el hijo de Nabucodonosor, Amel-Marduk, el Evil-merodac bíblico, lo soltó y exculpó (2 Rey. 25: 27-30). Sin embargo, este acontecimiento corresponde al período del exilio y, por lo tanto, no se halla dentro de los límites de este artículo.
Sedequías (597-586 AC).
Cuando Nabucodonosor puso sobre el trono de Judá al tío de Joaquín, cambió su nombre de Matanías, "don de Jehová", a Sedequías, "justicia de Jehová". Probablemente esperaba que este nombre fuese un recordativo continuo para el rey de su solemne juramento de fidelidad a Nabucodonosor hecho en nombre de su propio Dios Jehová (2 Crón. 36: 13; Eze. 17: 15-19). Sin embargo, Sedequías era de carácter débil, y aunque a veces se inclinaba hacia el bien, permitió que las exigencias populares lo desviaran del camino recto, como lo muestra claramente la historia de su reinado.
Durante varios años -ocho según Josefo (Antigüedades x. 7. 3)- Sedequías permaneció leal a Babilonia. En una ocasión envió una embajada a Nabucodonosor para reiterarle su fidelidad Jer. 29: 3-7). En su cuarto año (594/593 AC) Sedequías viajó a Babilonia (Jer. 51: 59), adonde fue tal vez citado para renovar su juramento de lealtad o posiblemente para participar en las ceremonias descritas en Dan. 3. Más tarde, bajo la presión constante de sus súbditos, particularmente de los príncipes que lo instaban a buscar la ayuda de Egipto contra Babilonia, Sedequías hizo alianza con los egipcios (ver Jer. 37: 6-10; 38: 14-28). Al hacer esto no hizo caso en absoluto de las vehementes amonestaciones del profeta jeremías. Esta alianza quizá fue hecha después que Psamético II se presentó personalmente en Palestina en 590 AC, cuando dio toda clase de seguridades e hizo promesas de ayuda.
Aunque Nabucodonosor se había abstenido prudentemente de atacar a Egipto, no estaba dispuesto a dejar que ninguna de sus posesiones occidentales cayese en manos del faraón. Por lo tanto, marchó contra Judá tan pronto como se hizo evidente la perfidia de Sedequías. Tomó todas las ciudades, y prácticamente repitió lo que Senaquerib había hecho un siglo antes al devastar sistemáticamente todo el país. De este desventurado período llegan las famosas cartas de Laquis halladas en las excavaciones de dicha ciudad. Estas cartas, escritas con tinta sobre fragmentos de cerámica, fueron enviadas por un oficial a cargo de una guarnición entre Azeca y Laquis al comandante de esta última fortaleza. Ilustran en forma vívida las condiciones deplorables que prevalecían en el país en esa época, y en muchos detalles corroboran declaraciones hechas por Jeremías, que vivía entonces en Jerusalén.
El sitio de Jerusalén comenzó en forma seria el 15 de enero del año 588 AC (2 Rey. 25: 1), y duró hasta el 19 de julio del 586 AC (2 Rey. 25: 2; Jer. 39: 2), cuando el ejército caldeo finalmente penetró por los muros en la ciudad, donde imperaba una indescriptible situación de hambre. El asedio de 30 meses fue interrumpido brevemente una vez por un ataque infructuoso del ejército egipcio a los babilonios (Jer. 37: 5). Cuando llegó el momento de la caída, Sedequías intentó escapar. En medio de la confusión de la lucha que siguió al asalto, pudo salir de la ciudad y llegar hasta la llanura de Jericó, pero fue alcanzado allí. Llevado al campamento de Nabucodonosor en Ribla, Sedequías vio matar a sus hijos; luego le sacaron los ojos y lo enviaron encadenado a Babilonia. Los caldeos ejecutaron a los principales ministros de Judá y a todos los demás los llevaron en cautiverio (2 Rey. 25: 4-7, 19-21; Jer. 52: 10).
Jerusalén fue saqueada sistemáticamente y luego destruida. Los muros fueron derribados, y los invasores quemaron completamente el templo, los palacios y todas las otras casas. El fuego puede haber ardido durante tres días en la desventurada ciudad 15-18 de agosto de 586 AC-, como parecen indicar las dos fechas de 2 Rey. 25: 8 y Jer. 52: 12, 13. La mayoría de los judíos fueron llevados cautivos a Babilonia, pero algunos de los más pobres del país fueron dejados. Nabucodonosor les nombró como gobernador a un judío de nombre Gedalías, el cual se estableció en Mizpa (2 Rey. 25: 22; 2 Crón. 36: 20).
Gedalías como gobernador (586 AC).-
Gedalías parece haber servido como gobernador un breve tiempo, aunque la falta de una fecha definida en 2 Rey. 25: 25 nos deja en la incertidumbre respecto a cuánto tiempo después de la caída de Jerusalén fue asesinado. Jeremías, que había estado prisionero en Jerusalén en el momento de la caída de la ciudad, fue liberado por el comandante del ejército de Nabucodonosor y se unió con Gedalías en Mizpa. También varios jefes judíos que escaparon de la catástrofe se fueron a Mizpa. Uno de ellos, Ismael, pariente de Sedequías y realista fanático, mató a Gedalías, a su personal y a la guarnición caldea de Mizpa, y trató de unirse con los amonitas, probablemente con el plan de continuar con su ayuda la lucha contra Nabucodonosor. Este plan fue frustrado por Johanán, otro general de Sedequías, quien interceptó a Ismael y liberó a sus cautivos. Ismael escapó con ocho hombres y se refugió con los amonitas, pero Johanán y el resto del ejército que se hallaba con él fueron a Egipto por temor a Nabucodonosor y obligaron a Jeremías y a Baruc a que fueran con ellos. Así termina la historia de Judá anterior al exilio.
Bibliografía
Los siguientes libros, aunque no necesariamente están de acuerdo con las opiniones presentadas en este trabajo, son útiles -por lo menos parcialmente- como referencia sobre algunos aspectos del período tratado en este artículo.
Bright, John. A History of Israel, 2da. ed., Filadelfia, Westminster Press, 1972. Escrita por un erudito de tendencia conservadora moderada; difiere en algunos puntos de la interpretación de la historia que se presenta en este comentario, tal como ocurre en el caso de la fecha del éxodo o del orden de sucesión de los ministerios de Esdras y Nehemías.
The Cambridge Ancient History. Tomos I y II, 3ra. ed.; tomo III, ed. original.
Capart, Jean y Contenau, Georges. Historia del Antiguo Oriente. Barcelona, Editorial Surco, 1958. 374 págs. Bajo este título se han reunido dos autorizadas obras: Historia del Egipto de los Faraones, por Jean Capart, historiador y egiptólogo francés, e Historia del Asia occidental antigua, por Georges Contenau, arqueólogo, profesor y conservador del Museo del Louvre.
Contenau, Georges. La vida cotidiana en Babilonia y Asiria. Barcelona, Editorial Mateu, 1962. 311 págs. Trata ampliamente todos los aspectos humanos de los dos países. Presenta una abundante bibliografía en cada capítulo, y termina con una tabla de referencias bibliográficas también para cada capítulo.
Crónica Babilónica. Véase la referencia bajo el nombre de Wiseman.
Gardiner, Sir Allien H. Egypt of the Pharaohs: An Introduction (El Egipto de los faraones: una introducción). Oxford, Inglaterra, Clarendon Press, 1961. 461 págs. La historia definitiva del antiguo Egipto.
Hallo, W. W. y Simpson, W. K. The Ancient Near East: A History (El antiguo Cercano Oriente: una historia). New York, Harcourt and Brace, 1971. 319 págs. A pesar de ser corto, este libro presenta un panorama completo y bastante detallado de la historia del Cercano Oriente.
Montet, Pierre. La vida cotidiana en el antiguo Egipto. Barcelona, Editorial Mateu, 1961. 398 págs. Montet, afamado arqueólogo y egiptólogo francés, presenta todo lo referente a la vida egipcia. Interesará particularmente lo que atañe al culto egipcio, sus conceptos de la muerte y sus prácticas funerarias. En un amplio apéndice da las referencias bibliográficas de cada capítulo.
Noth, Martin. The History of Israel. 2da. ed., New York, Harper and Row, 1960. 479 págs. Obra escrita por un erudito liberal; difiere en muchos aspectos de las opiniones de Bright y de las que se presentan en este comentario, pero es hoy día la obra más difundida y usada para la historia de Israel.
Olmstead, A. T. History of Palestine and Syria to the Macedonian Conquest. New York, Charles Scribner's Sons, 1931. 664 págs. Reimpresión: Westport, CT: Greenwood Press, 1972. Libro meritorio, porque su autor describe a los hebreos como parte del mundo antiguo y no los trata como si hubieran vivido aislados. Por pertenecer a la alta crítica, el autor trata muy liberalmente el material bíblico.
Parker, Richard A. y Dubberstein, W. H. Babylonian Chronology, 626 B.C.-A.D. 75. Providence, R. I., Brown University Press, 1956. 47 págs. Tomando fuentes documentales, este libro reconstruye el sistema cronológico babilónico que fue adoptado por los persas y seléucidas. Sus tablas de calendario permiten convertir fácilmente cualquier fecha babilónica en su equivalente AC con bastante exactitud.
Parrot, André. Mundos sepultados. Barcelona, Ediciones Garriga S. A., 1961. 159 págs. Tal vez Parrot es el más brillante arqueólogo francés. Dirigió numerosas y exitosas expediciones arqueológicas. Por ejemplo, las de Biblos (1928), Tello (la antigua Lagash, en 1931), Larsa (1933), Mari (desde 1934 y por más de 20 años). Fruto de esta experiencia son varias obras que ofrece Ediciones Garriga como parte de una colección titulada "Cuadernos de arqueología bíblica", integrada por ocho tomos.
-Nínive y el Antiguo Testamento. Barcelona, Ediciones Garriga S. A., 1962. 85 págs.
-Samaria, capital del reino de Israel. Barcelona, Ediciones Garriga S. A., 1963. 122 págs.
Rolla, Armando. La Biblia frente a los últimos descubrimientos. Florida (Bs. As.), Ediciones Paulinas, 1961. 422 págs. Rolla es un erudito del Pontificio Instituto Bíblico de Roma. Esta edición fue traducida de la tercera edición italiana (1959). Da a conocer con datos arqueológicos exactos el "alma" de los pueblos de antaño del Cercano Oriente, con quienes se vincularon los hebreos. Un índice de referencias bíblicas, otro analítico, un nutrido apéndice bibliográfico de cada capítulo, algunos mapas y una tabla de sincronismo histórico oriental realzan los méritos de esta obra.
Saggs, H. W. F. The Greatness that was Babylon (La grandeza pasada de Babilonia). New York, Hawthorn Books, 1962. 535 págs. Una obra abarcante y minuciosa, digna de confianza.
Thiele, Edwin R. The Mysterious Numbers of the Hebrew Kings. Grand Rapids, Mich., William B. Eerdmans Publishing Company, 1965. 232 págs. Esta obra, fruto de un erudito adventista, trata de la cronología hebrea del período de los reyes de Judá e Israel, desde la muerte de Salomón hasta la caída de Jerusalén. Es importante para la cronología de la historia de ese período.
Vaux, Roland de. Historia antigua de Israel. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1975, 2 tomos (t. I, 475 págs. Desde los orígenes hasta la entrada en Canaán; t. II, 366 págs. Desde el asentamiento y período de los jueces hasta Jefté).
Wiseman, D. l., ed. Chronicles of Chaldaean Kings (625-556 B. C.) in the British Museum. London, The Trustees of the British Museum, 1961. 99 págs., 21 pl. Texto y traducción de tablillas cuneiformes (1ra. cd., 1956) con la añadidura de partes hasta entonces desconocidas de registros de cronistas que son llamados la Crónica Babilónica. Estos textos son de suma importancia para un período de la historia neobabilónica para la que hasta se disponía de pocos documentos históricos: los primeros y los últimos años de Nabopolasar y los primeros once años de Nabucodonosor.
-Peoples of Old Testament Times (Pueblos de los tiempos del Antiguo Testamento). Oxford, Clarendon, 1973. 402 págs. Una valiosa colección de estudios que resumen la historia, la religión, las costumbres y la literatura de la mayoría de los pueblos vecinos o conquistadores de Israel.
NOTA ADICIONAL
Las nuevas porciones de la Crónica Babilónica (véase más arriba la referencia bajo Wiseman) proporcionan informaciones adicionales sobre tan importante período de la historia bíblica en el cual hay muchos sincronismos entre acontecimientos bíblicos y babilonios. Esto ha significado el cambio de un año en la fecha asignada a algunos acontecimientos y años de reinados, especialmente para Judá y Egipto. Otras fechas se han confirmado. Por ejemplo, el año dado en este comentario para la captura de Joaquín -597 AC- se ha confirmado con la nueva prueba (que establece la fecha del 2 de Adar, aproximadamente el 16 de marzo de 597 AC), definiendo así una controversia entre eruditos en cuanto a si había ocurrido en 598 ó 597 AC. Por otro lado, la fecha de la batalla de Carquemis, que se fijaba en 604 AC, ahora se sabe que ocurrió en el segundo trimestre o comienzos del tercero de 605 AC. Además, estas nuevas tablillas, al mencionar una campaña egipcia en 609 y ninguna en 608, confirman la fecha de 609 para la batalla de Meguido, en vez de 608. La fecha de la muerte de Joacim y las fechas de los últimos reinados de Judá no se han alterado.

Comentarios

Entradas populares