Más Sobre Saúl Bruja de Endor


1 SAMUEL CAPÍTULO 28

1 ACONTECIÓ en aquellos días, que los filisteos reunieron sus fuerzas para pelear contra Israel.  Y dijo Aquis a David: Ten entendido que has de salir conmigo a campaña, tú y tus hombres. 2 Y David respondió a Aquis: Muy bien, tú sabrás lo que hará tu siervo.  Y Aquis dijo a David: Por tanto, yo te constituiré guarda de mi persona durante toda mi vida. 3 Ya Samuel había muerto, y todo Israel lo había lamentado, y le habían sepultado en Ramá su ciudad.  Y Saúl había arrojado de la tierra a los encantadores y adivinos.4 Se juntaron, pues, los filisteos, y vinieron y acamparon en Sunem; y Saúl juntó a todo Israel, y acamparon en Gilboa. 5 Y cuando vio Saúl el campamento de los fílisteos, tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera. 6 Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas.7 Entonces Saúl dijo a sus criados: Buscadme una mujer que tenga espíritu de adivinación, para que yo vaya a ella y por medio de ella pregunte.  Y sus criados le respondieron: He aquí hay una mujer en Endor que tiene espíritu de adivinación. 8 Y se disfrazó Saúl, y se puso otros vestidos, y se fue con dos hombres, y
vinieron a aquella mujer de noche; y él dijo: Yo te ruego que me adivines por el espíritu de adivinación, y me hagas subir a quien yo te dijere. 9 Y la mujer le dijo: He aquí tú sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha cortado de la tierra a los evocadores y a los adivinos. ¿Por qué, pues, pones tropiezo a mi vida, para hacerme morir? 10 Entonces Saúl le juró por Jehová, diciendo: Vive Jehová, que ningún mal te vendrá por esto. 11 La mujer entonces dijo: ¿A quién te haré venir?  Y él respondió: Hazme venir a Samuel. 12 Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y habló aquella mujer a Saúl diciendo: 13 ¿Por qué me has engañado? pues tú eres Saúl.  Y el rey le dijo: No temas. ¿Qué has visto?  Y la mujer respondió a Saúl: He visto dioses que suben de la tierra. 14 El le dijo: ¿Cuál es su forma?  Y ella respondió: Un hombre anciano viene, cubierto de un manto.  Saúl entonces entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra, hizo gran reverencia. 15 Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir?  Y Saúl respondió: Estoy muy angustiado, pues los filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí, y no me responde más, ni por medio de profetas ni por sueños; por esto te he llamado, para que me declares lo que tengo de hacer. 16 Entonces Samuel dijo: ¿Y para qué me preguntas a mí, si Jehová se ha apartado de ti y es tu enemigo? 17 Jehová te ha hecho como dijo por medio de mí; pues Jehová ha quitado el reino de tu mano, y lo ha dado a tu compañero, David.
18 Como tú no obedeciste a la voz de Jehová, ni cumpliste el ardor de su ira contra Amalec, por eso Jehová te ha hecho esto hoy. 19 Y Jehová entregará a Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos. 20 Entonces Saúl cayó en tierra cuan grande era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel; y estaba sin fuerzas, porque en todo aquel día y aquella noche no había comido pan. 21 Entonces la mujer vino a Saúl, y viéndole turbado en gran manera, le dijo: He aquí que tu sierva ha obedecido a tu voz, y he arriesgado mi vida, y he oído las palabras que tú me has dicho. 22 Te ruego, pues, que tú también oigas la voz de tu sierva; pondré yo delante de ti un bocado de pan para que comas, a fin de que cobres fuerzas, y sigas tu camino. 23 Y él rehusó diciendo: No comeré.  Pero porfiaron con él sus siervos juntamente con la mujer, y él les obedeció.  Se levantó, pues, del suelo, y se sentó sobre una cama. 24 Y aquella mujer tenía en su casa un ternero engordado, el cual mató luego; y tomó harina y la amasó, y coció de ella panes sin levadura. 25 Y lo trajo delante de Saúl y de sus siervos; y después de haber comido, se
levantaron, y se fueron aquella noche.

1. Has de salir conmigo.

No se trataba de una invitación sino de una orden.  David, como vasallo de
Aquis, estaba bajo las órdenes de un rey pagano.  El gobernante filisteo había
fiscalizado los movimientos de David durante los últimos meses, y lo que había
oído lo había convencido de que David se había unido tanto con los filisteos,
que las tropas israelitas serían una valiosa añadidura para la fuerza
expedicionaria que marcharía hacia el norte después de unos pocos días.

ÚLTIMA BATALLA DE SAÚL CONTRA LOS FILISTEOS
2. Tú sabrás.

David mismo no estaba seguro en cuanto a la forma de evitar la lucha una vez
que se vieran envueltos realmente en la batalla.  En su fuero interno no
pensaba levantar su espada contra su propia nación; sin embargo, debido a su
anterior relación con Aquis, creía que no podía rehusarse a acompañarlo a la
batalla.  Otra vez le pareció que estaba obligado a recurrir a duplicidades. 
Su ambigua respuesta era muy parecida a los oráculos de los dioses.  Cualquiera
fuera el resultado de los acontecimientos, el oráculo sería correcto. Sin embargo, su respuesta fue comprendida por Aquis como una promesa de ayuda, y a cambio le prometió a David una recompensa grande y atrayente


3. Samuel.

Es evidente que ya hacía un tiempo que Samuel estaba muerto (cap. 25: 1).  Este
versículo parece ser un paréntesis para introducir el tema principal del
capítulo: la visita de Saúl a la mujer de Endor.

Había arrojado.

El relato no da ninguna indicación para señalar en qué período de su reinado
Saúl erradicó la nigromancia en el país.  Algunos piensan que tal vez fue en
los comienzos, pero otros sugieren que esta medida fue tomada cuando Saúl se
encontró poseído por un mal espíritu, y que así esperaba liberarse de la causa
de todas sus dificultades.  El espiritismo era común entre las naciones
circunvecinas, pero a Israel se le había prohibido practicarlo (Deut. 18:
9-14). 

4. Sunem.

Ahora Sôlem, a unos 5 km al noreste de Jezreel, en la base meridional del
collado de More, al otro lado del valle que está frente al monte de Gilboa. 
Este valle, llamado Jezreel o Esdraelón, era una planicie fértil y bien regada
a la que fácilmente se llegaba desde la llanura costera por el paso de Meguido.
El valle corre hacia el sudeste, corta las montañas centrales y desciende
hacia el este al valle del Jordán, en Bet-seán.  El collado de More y el monte
Gilboa se levantan en el extremo oriental de la amplia llanura de Esdraelón, y
forman una cuenca para esa parte de Palestina.  Toda el agua que queda al este
se vierte en el Jordán; toda la del oeste fluye al río Cisón, y de allí al mar
Mediterráneo.  El gran valle que está entre estas dos montañas y que forma algo
así como una extensión inferior de Esdraelón, es el valle de Jezreel, que
vierte sus aguas en el río Jalud, el cual sigue su curso y pasa por Bet-seán en
su camino al Jordán.


Aunque no se lo dice explícitamente, el hecho de que los filisteos pudieran
pasar, por el valle, a Sunem indica que mientras Saúl había estado tan
preocupado buscando a David, había sido muy remiso en proteger sus fronteras, y
los filisteos se habían aprovechado de ese descuido.  El anhelo vehemente de
Saúl por exterminar a David, involuntariamente había abierto todo el país a las
invasiones de los filisteos.  Tal vez los invasores hicieron correrías por
buena parte del territorio de Isacar, Zabulón y Aser.  Desde la cumbre del
monte Gilboa, Saúl dominaba el panorama del valle de Jezreel y del ejército
adversario ubicado en la base de More, a unos 6 u 8 km de distancia.  Quizá los
exploradores israelitas habían intensificado la desesperación de Saúl al
advertirle la presencia de David con las huestes filisteas, y temió que éste
ahora se vengara

6. Consultó Saúl a Jehová.

No hay discrepancia entre esta declaración y la de 1 Crón. 10: 14, donde se
afirma que Saúl no consultó a Jehová.  Con frecuencia las palabras hebreas son
más abarcantes que las nuestras en su significado.  La palabra "consultar"
puede incluir -como en 1 Crón. 10: 14- todo el proceso de (1) pedir
información, (2) recibir una respuesta, (3) actuar de acuerdo con la respuesta.
En el versículo que ahora consideramos, Saúl no efectuó esta clase de
consulta.  La palabra "consultó" se usa en un sentido más restringido.  Saúl
trató de conseguir información de Dios, pero el Señor no le contestó.

No le respondió.

El Señor nunca rechaza a ninguna alma que viene a él con sinceridad y humildad.
La respuesta quizá no venga en la forma o en el momento esperados, pero Dios
toma nota de la petición y hace lo que más conviene dentro de las
circunstancias.  Las súplicas frenéticas de Saúl llegaron al oído divino, pero
en vista de la situación Dios decidió no dar la información que pedía el rey. 
Deliberadamente Saúl había rehusado esperar el consejo de Dios en Gilgal (cap.
13: 8-14) o aceptar cualquier mensaje contrario a sus ideas como monarca. 
Había tenido acceso al tabernáculo en Nob, pero había asesinado a los
sacerdotes.  Puesto que Saúl voluntariamente había elegido hacer lo que le
placía, Dios permitió que cosechara los frutos de esa siembra.  Si se
hubiese arrepentido y hubiera sido sumiso, Dios podría haber convertido sus
faltas en peldaños para el éxito.  La experiencia de Saúl ilustra la verdad:
"Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará" (Gál. 6: 7).


El texto parece indicar que en su desesperación Saúl apresuradamente trató de
consultar por medio de sueños, los Urim y los profetas, pero la respuesta de
los tres fue el silencio.  Puesto que el efod estaba en poder de Abiatar,
algunos piensan que Saúl mandó que se hiciera otro.

7. Buscadme una mujer.

En su insensato apresuramiento Saúl recurrió a la fuente de información que él
mismo había condenado (vers. 3).  El hombre que una vez estuvo lleno de celo
espiritual, ahora se entregó a la superstición pagana de invocar los supuestos
espíritus de los difuntos en procura de ayuda.

Que tenga espíritu de adivinación.

Heb. ba'alath-'ob.  Ba'alath significa "señora". 'Ob corresponde con
"nigromante" (BJ), o "médium" en lenguaje moderno (ver com.  Lev. 19: 31).  La
palabra también significa "nigromancia", como en el vers. 8, donde Saúl dice
literalmente: "Consulta por mí, te ruego, por medio de la nigromancia"
("adivíname por un muerto", BJ).  Nuestra palabra castellana "nigromancia" (o
"necromancia") proviene de dos palabras griegas: nekrós, muerto, y manteía,
adivinación, y describe el arte de indagar el futuro mediante una supuesta
comunicación con los espíritus de los muertos.

Endor.

Un pueblo ubicado en la ladera septentrional del collado de More, frente al
campamento de los filisteos, a 11,2 km de donde estaba Saúl con sus fuerzas en
el monte de Gilboa.  Todavía tiene el mismo nombre, Endôr.

9. Adivinos.

Literalmente, "los que saben".  Los adivinos pretendían tener un conocimiento
especial del mundo invisible.  Están clasificados con los nigromantes y, al
igual que ellos, son aborrecidos por Dios (ver Lev. 19: 31; 20: 6, 27; Deut.
18: 11; 2 Rey. 21: 6; 23: 24; 2 Crón. 33: 6; Isa. 8: 19; 19: 3).

Para hacerme morir.

El edicto nacional de Saúl no consiguió la cooperación plena de todos sus
súbditos.  Con frecuencia los decretos imperiales no reciben el apoyo total. 
Las persecuciones romanas contra los cristianos no impidieron que sobreviviera
el cristianismo y que floreciera en muchos casos.


Indudablemente los espíritus informaron a la mujer en cuanto a la identidad de
Saúl (ver com. vers. 12).  Por eso vio su vida en peligro (ver com. vers. 25). 
A pesar de comprender plenamente que sus artes ocultas estaban bajo el anatema
real, las había practicado en secreto.  No se daba cuenta de que desde hacía
mucho Saúl mismo había estado turbado por malos espíritus (cap. 16: 14-16), y
que ahora estaba completamente a merced de ellos.

10. Ningún mal.

Saúl creía que, por ser el rey, estaba por encima de las leyes y que podía
prometer una franquicia a cualquiera que lo ayudara a salir de su dificultad.

11. Hazme venir a Samuel.

¿Por qué debía pedir Saúl que viniera Samuel y no otros?  El profeta había sido
guía y mentor del rey, y le había dado varias predicciones en el tiempo del
ungimiento de Saúl que le provocaron gozo y paz cuando las vio cumplirse.  Pero
tan pronto como comenzó a manifestarse su temperamento despótico, disminuyó su
respeto por el consejo divino.  A su vez, este proceder se convirtió en
indiferencia y llegó a ser odio, hasta que el rey descuidó todas sus
responsabilidades administrativas en su intento de exterminar a su rival.  El
recuerdo de la bondad de David expresada en dos ocasiones diferentes todavía
causaba encono en la mente enferma de Saúl, y éste comenzó a darse cuenta de
que había fracasado ante la vista de muchos de sus súbditos a quienes veía
desertar para unirse con David.  Irritadísimo por el silencio del cielo, buscó
algún otro método para lograr a la fuerza una respuesta.

13. Tú eres Saúl.

La información era de origen sobrenatural; pero no procedía de Dios.  El había
mostrado su aborrecimiento por la práctica de la nigromancia al condenar a
muerte a cuantos la practicaban (Lev. 20: 27).  Aun los que consultaran a
médiums espiritistas debían ser raídos (Lev. 20: 6).  De modo que la
comunicación debe haber procedido de otra fuente.  Hay quienes sostienen que
los espíritus de los muertos vuelven para comunicarse con los vivos.  Para
ellos, el espíritu de Samuel respondió a la invocación de la médium.  Pero una
comunicación de Samuel, hablando como profeta, indirectamente habría sido una
comunicación de Dios, y se declara expresamente que el Señor rehusaba
comunicarse con Saúl (1 Sam. 28: 6).  Saúl fue muerto "porque consultó a una
adivina, y no consultó a Jehová" (1 Crón. 10: 13, 14). 
La enseñanza de que los espíritus de los muertos vuelven para comunicarse con
los vivos se basa en la creencia de que el espíritu del hombre existe en estado
consciente después de la muerte y que, en realidad, ese espíritu es el hombre
mismo.  La Biblia enseña claramente que, al morir, el espíritu vuelve a Dios
que lo dio (Ecl 12: 7), pero el AT enfáticamente niega que ese espíritu sea una
entidad consciente (Job 14: 21; Sal. 146: 4; Ecl. 9: 5, 6).  El NT enseña la
misma doctrina. Jesús indicó que será en su segunda venida, y no en el momento
de la muerte, cuando el creyente se reunirá con su Señor (Juan 14: 1-3).  De lo
contrario, Jesús podría haber consolado a sus discípulos afligidos con el
pensamiento de que pronto les sobrevendría la muerte y que así inmediatamente
irían a las mansiones celestiales para estar con él.  Para confortar a los que
habían llevado a sus amados al descanso, Pablo declaró expresamente que los que
vivieran no iban a preceder a los muertos, sino que todos se reunirían con el
Señor en el mismo momento (1 Tes. 4: 16, 17).


Es pues evidente que el espíritu de Samuel no se comunicó en este momento con
Saúl.  Queda otra fuente para esa comunicación.  Las Escrituras revelan que
Satanás y sus ángeles pueden impartir informaciones, y también cambiar su forma
(ver Mat. 4: 1-11; 2 Cor. 11: 13, 14).  La aparición que se presentó ante la
mujer de Endor era una personificación satánica de Samuel, y el mensaje
impartido tuvo su origen en el príncipe de las tinieblas.


Aunque muchos de los fenómenos de las sesiones espiritistas son fraudes y actos
de prestidigitación, no todos los fenómenos se pueden explicar así.  Muchos que
han investigado esas sesiones admiten la presencia de un poder que no se puede
explicar mediante fraudes ni con leyes científicas conocidas.


Las Escrituras predicen un aumento de las manifestaciones sobrenaturales en los
últimos días (Mat. 7: 22, 23; 2 Tes. 2: 9; Apoc. 13: 13, 14; 16: 14).  La única
salvaguardia contra estos artificios engañosos es estar tan bien afianzado en
las verdades bíblicas, como para que el tentador sea reconocido a pesar de su
disfraz.  Una fe firme en la verdad del estado inconsciente de los muertos
desbaratará cualquier intento del enemigo para infiltrar su propaganda por
médiums espiritistas y supuestas comunicaciones con los muertos Parece que el espíritu que informaba a la mujer se deleitó desenmascarando el disfraz de Saúl y se mofó del extraño proceder del rey al pedir ayuda al mismo poder que antes había procurado silenciar.  En presencia del poder satánico sobrenatural, las bravatas del rey, su justificación propia y sus variadas excusas se disiparon como tamo frente al viento.

Dioses.

Heb.  'elohim, título usado más de 2.500 veces para el verdadero Dios (ver t.
I, págs. 179, 180), y frecuentemente para los dioses falsos (Gén. 35: 2; Exo.
12: 12; 20: 3; etc.). La RVR tres veces traduce la palabra como "jueces" (Exo.
21: 6; 22: 8, 9).  Es posible que el vocablo debiera traducirse así aquí, de
modo que la mujer dijera: "Veo jueces que suben de la tierra".  Esto estaría en
armonía con la identificación de Samuel como juez.  Aunque la mujer usó la
forma plural, Saúl parece haber entendido esto en número singular, pues
preguntó: "¿Qué aspecto tiene?" (BJ).  Por otro lado, puede haber entendido la
palabra 'elohim en su significado más común: "dioses".


14. ¿Cuál es su forma?

Las preguntas de Saúl, junto con las respuestas de la mujer, en sí mismas
constituyen una evidencia de que él mismo no vio la aparición.  Quizá estaba
separado de la médium por una cortina, o se hallaba directamente frente a ella
en la densa oscuridad de la caverna.  Cuando ella describió la aparición, Saúl
"entendió que era Samuel".


Sería contrario a todo principio de rectitud imaginar que una nigromante
recibió autoridad divina para llamar a Samuel de su lugar de descanso.  Sería
completamente inconcebible suponer que Dios, que había anatematizado la
nigromancia (Deut. 18: 10-12), hubiera accedido al pedido de una médium para
perturbar a Samuel, su santo que dormía.  Pero así como Satanás tuvo poder para
presentarse delante de Jesús en el desierto como un ángel de luz, también él o
sus instrumentos, si se les permitía, podían imitar a Samuel, tanto en la forma
como en la voz.  El diablo aprovechó esta oportunidad para mofarse de Saúl con
la ironía de su suerte.  El mismo hombre que una vez había perseguido a los que
practicaban la magia negra, ahora de rodillas imploraba ayuda a ese poder.

15. Samuel dijo.

Esta cláusula no debe ser interpretada como que significara que realmente habló
Samuel.  El escritor tan sólo describe los sucesos tal como parecían, que
es lo normal en un relato.  También la Biblia habla del sol que sale y que se
pone, y así también lo hacemos nosotros, y nadie se engaña o se confunde porque
tan sólo estamos hablando de apariencias.  En realidad, el sol no se levanta ni
se pone, sino la tierra es la que gira.  En el versículo que consideramos, el
contexto y una comparación con otros pasajes hacen ver que las palabras aquí
atribuidas al profeta fallecido provenían de una personificación de Samuel (ver
com. vers. 12).

Haciéndome venir.

Véase el vers. 11, donde aparecen las expresiones "Te haré venir" y "Hazme
venir".  Es evidente que los antiguos, en general, tenían el concepto de una
región subterránea donde moraban los muertos.  Si la doctrina sostenida por la
mayoría de los cristianos de que los justos ascienden al cielo cuando mueren-
hubiese sido aceptada en este antiguo período, la mujer nunca habría dicho que
veía a Samuel que subía "de la tierra" (vers. 13); más bien habría dicho que
descendía del cielo.  Este hecho es suficiente para eliminar este relato como
una prueba a favor de la doctrina del estado consciente de los justos que han
muerto.

16. Tu enemigo.

Estas palabras identifican a su autor.  La declaración hecha aquí y en los
versículos siguientes ilustran un engaño característico del diablo.  A partir
de su caída, Satanás se ha esforzado para pintar el carácter de Dios con falsos
colores.  Representa a Dios como un tirano vengativo que arroja en el infierno
a todos los que no le temen.  Seduce a los hombres para que pequen
y luego presenta su caso como completamente sin esperanza.  Representa a Dios
como reacio a perdonar al pecador mientras exista la más pequeña excusa para no
recibirlo.  Así presenta a Dios ante los hombres como su enemigo.  Este
concepto está en la raíz de las religiones paganas que enseñan la necesidad de
los sacrificios para apaciguar a un Dios enojado.  Es muy opuesta esta doctrina
a las enseñanzas de las Escrituras, donde se representa a un Dios que ama a
todos y estuvo dispuesto a hacer un sacrificio supremo para salvar a los
culpables (Juan 3: 16; 2 Ped. 3: 9).

17. Ha quitado el reino.

El espíritu, haciéndose pasar por una voz que procedía del cielo, se mofó de
Saúl diciéndole que su corona iría a su rival.  Satanás inspiró a los que
acompañaban a Saúl para que estimularan la animosidad del rey contra David, y
después lo amargó en sumo grado anunciándole -como que ya se hubiera realizado precisamente lo que tanto había luchado Saúl por evitar.  Había oído que David estaba con los filisteos, y tal vez ahora se imaginaba que los
enemigos del Señor lo vencerían y darían el reino a David.

18. Jehová te ha hecho esto.

Aunque Satanás inspiró los pensamientos que provocaron la desobediencia de Saúl en su proceder con Amalec, ahora condenó al rey en nombre del Señor.  Así se presento a Dios como si hubiera empleado las mismas tácticas de Satanás.  En
realidad, Dios no se había vuelto enemigo de Saúl.  Tan sólo permitía que éste
cosechara lo que había sembrado.  El aprieto en que se encontraba Saúl era el
resultado de su propia elección.  Dios se había esforzado para salvarlo del
desastre enviándole amonestaciones y consejos repetidos, pero Saúl persistió en
oponerse a la instrucción divina.

19. De los filisteos.

Debido a que Saúl se rebajó voluntariamente ayudando al adversario, Satanás usó
esta oportunidad para burlarse de él y desanimarlo.  Ante la batalla inminente,
Satanás hizo que Saúl creyera que estaba irremediablemente perdido.  En
realidad, el Señor podría haber salvado entonces a Israel tan fácilmente como
lo había hecho en Mizpa (cap. 7: 10).  Pero en aquella ocasión los israelitas
habían confesado sus pecados y clamado "a Jehová".  Si Saúl hubiese confesado
su pecado, hubiese convocado a los israelitas, les hubiese hablado de su
debilidad y los hubiese inducido a renovar su consagración al Señor, el
resultado de la batalla podría haber sido muy diferente.  Al presentar delante
del rey la aparente imposibilidad de recibir perdón, Satanás tuvo éxito en
desanimar del todo a Saúl e inducirlo a su ruina.

20. Cuan grande era.

La tensión física más la preocupación mental, y finalmente la terrible noticia
de su derrota y muerte inminentes, de tal manera lo desalentaron, que se
desplomó.

25. Se levantaron.

Al igual que Judas, Saúl salió de noche.  Al quedar sola, la médium quizá
estaba tan perturbada como el rey.  Saúl había sido culpable de duplicidad y
traición en su trato con David. ¿Cómo podía saber ella si su vida no iba a ser
el precio por los sucesos de aquella noche?  Saúl había estado demasiado
enfermo como para pronunciar una palabra de aprecio por sus servicios.  Ella no
tenía los consuelos de la oración ni de la fe.  Era esclava de un poder tan
capaz de mofarse de ella como se había burlado del rey.


 La Muerte de Saúl
OTRA vez se declaró la guerra entre Israel y los filisteos. "Los Filisteos se juntaron, vinieron y asentaron campo en Sunam," en la orilla norte de la llanura de Jezreel; mientras que Saúl y sus fuerzas acamparon sólo a pocas millas de distancia, al pie del monte de Gilboa, en el borde meridional de la llanura. En esta llanura era donde Gedeón, con trescientos hombres, había derrotado a las huestes de Madián. Pero el espíritu que animaba al libertador de Israel era muy distinto del que agitaba ahora el corazón del rey. Gedeón salió al campo de batalla, fortalecido por su fe en el poderoso Dios de Jacob; mientras que Saúl se sentía solo e indefenso, porque Dios le había abandonado. Al mirar a lo lejos a las huestes filisteas, "temió, y turbóse su corazón en gran manera." (Véase 1 Samuel 28, 31)
Saúl sabía que David y su fuerza estaban con los filisteos, y pensó que el hijo de Isaí aprovecharía esta oportunidad para vengarse de los agravios que había recibido. El rey estaba muy angustiado. Su propio odio irracional, al incitarle a destruir al escogido de Dios, había envuelto a la nación en tan grande peligro. Mientras se había empeñado en perseguir a David, había descuidado la defensa del reino. Los filisteos, aprovechándose de su condición desamparada, habían penetrado hasta el mismo corazón del país. Mientras Satanás instaba a Saúl a que empleara toda su energía para perseguir a David, su mismo espíritu maligno había inducido a los filisteos a que aprovecharan la oportunidad de labrar la ruina de Saúl, y derrocar al pueblo de Dios. ¡Cuán a menudo usa la misma política y el mismo procedimiento el gran enemigo! Obra sobre un corazón falto de consagración para encender la envidia y la lucha en la iglesia, y luego, aprovechándose de la condición dividida en que está el pueblo de Dios, mueve a sus agentes para que labren la ruina de dicho pueblo.
Al día siguiente, Saúl debía entablar batalla con los filisteos. Le rodeaban las obscuras sombras de la destrucción inminente; anhelaba tener ayuda y dirección. Pero era en vano que buscara el consejo de Dios. "Jehová no le respondió, ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas."
Nunca se apartó el Señor de un alma que acudiera a él con sinceridad y humildad. ¿Por qué dejó a Saúl sin contestación? Por sus propios actos, el rey había desechado los beneficios de todos los métodos de interrogar a Dios. Había rechazado el consejo de Samuel el profeta; había desterrado a David, el escogido de Dios; había dado muerte a los sacerdotes de Jehová. ¿Podía esperar que Dios le contestara, cuando había cortado por completo los medios de comunicación que había ordenado el Cielo? Habiendo ahuyentado por sus pecados al Espíritu de gracia, ¿podía acaso recibir contestación del Señor mediante sueños y revelaciones?
Saúl no se volvió a Dios con humildad y arrepentimiento. Lo que él buscaba no era el perdón de su pecado ni la reconciliación con Dios, sino que se le librara de sus enemigos. Por su propia obstinación y rebelión, se había separado de Dios. No podía retornar a él sino por medio del arrepentimiento y de la contrición; pero el monarca orgulloso, en su angustia y desesperación, decidió solicitar ayuda de otra fuente.
Dijo entonces Saúl a sus siervos: "Buscadme una mujer que tenga espíritu de pythón [adivinación], para que yo vaya a ella, y por medio de ella pregunte." Saúl conocía perfectamente el carácter de la necromancia. Esta había sido expresamente prohibida por el Señor, y se había pronunciado sentencia de muerte contra todos los que practicaran sus artes inicuas. Mientras vivía Samuel, Saúl había mandado que se diese muerte a todos los magos y a los que tuviesen espíritu de adivinación; pero ahora, en un arrebato de desesperación, recurría al oráculo que él mismo había condenado como abominación. 
Se le dijo al rey que una mujer que tenía espíritu de adivinación vivía oculta en Endor. Esta mujer había pactado con Satanás entregarse por completo a su dominio y cumplir sus propósitos; y en cambio, el príncipe del mal hacía milagros para ella, y le revelaba cosas secretas.
Disfrazándose, Saúl salió protegido por las sombras de la noche con sólo dos acompañantes, para buscar el retiro de la pitonisa. ¡Oh! ¡cuánta lástima inspira esta escena hacia el rey de Israel conducido cautivo a voluntad de Satanás! ¡Cuán obscuro es el sendero que elige para sus pies el que insistió en hacer su propia voluntad, y resistió a la santa influencia del Espíritu de Dios! ¡Cuán terrible es la servidumbre del que se entrega al dominio del peor de los tiranos, a saber, él mismo! La confianza en Dios, y la obediencia a su voluntad, eran las únicas condiciones bajo las cuales Saúl podía ser rey de Israel. Si, hubiera cumplido con estas condiciones durante todo su reinado, su reino habría estado seguro; Dios habría sido su guía, el Omnipotente su escudo. Dios había soportado mucho tiempo a Saúl; y aunque su rebelión y su obstinación casi habían acallado la voz divina en su alma, aun tenía oportunidad de arrepentirse. Pero cuando en su peligro se apartó de Dios para obtener luz de una aliada de Satanás, cortó el último vínculo que le ataba a su Creador; se puso completamente bajo el dominio de aquel poder diabólico que desde hacía muchos años se ejercía sobre él, y le había llevado al mismo borde de la destrucción.
Bajo la protección de las tinieblas nocturnas, Saúl y sus asistentes avanzaron a través de la llanura, y dejando sin tropiezo a un lado la hueste filistea, cruzaron la montaña para llegar al solitario domicilio de la pitonisa de Endor. Allí se había ocultado la adivina para continuar secretamente la práctica de sus encantamientos profanos. Aunque Saúl estaba disfrazado, su elevada estatura y regio porte indicaban que no era un soldado común. La mujer sospechó que el visitante fuese Saúl, y los ricos regalos que le ofreció reforzaron sus 734 sospechas. Al pedido que le dirigió: "Yo te ruego que me adivines por el espíritu de pythón, y me hagas subir a quien yo te dijere," la mujer contestó: "He aquí tú sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha separado de la tierra los pithones y los adivinos: ¿por qué pues pones tropiezo a mi vida, para hacerme matar? Entonces Saúl le juró por Jehová, diciendo: Vive Jehová, que ningún mal te vendrá por esto." Y cuando ella dijo: "¿A quién te haré venir?" contestó él: "A Samuel."
Después de practicar sus encantamientos, ella le dijo: "He visto dioses que suben de la tierra. . . . Un hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl entonces entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra, hizo gran reverencia."
No fue el santo profeta de Dios el que vino, evocado por los encantamientos de la pitonisa. Samuel no estuvo presente en aquella guarida de los espíritus malos. Aquella aparición sobrenatural fue producida solamente por el poder de Satanás. Le resultó tan fácil asumir entonces la forma de Samuel como tomar la de un ángel de luz cuando tentó a Cristo en el desierto.
Las primeras palabras de la mujer cuando estuvo bajo la influencia de su encantamiento se dirigieron al rey: " ¿Por qué me has engañado? que tú eres Saúl." De modo que el primer acto del espíritu malo que se presentó como el profeta consistió en comunicarse secretamente con esta mujer impía, para advertirla de cómo se la había engañado. El mensaje que el profeta fingido le dio a Saúl fue: "¿Por qué me has inquietado haciéndome venir? Y Saúl respondió: Estoy muy congojado; pues los Filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí, y no me responde más, ni por mano de profetas, ni por sueños: por esto te he llamado, para que me declares qué tengo de hacer."
Mientras vivía Samuel, Saúl había menospreciado su consejo, y manifestado resentimiento por sus reproches. Pero ahora, en la hora de su aflicción y calamidad, consideró la dirección del profeta como la única esperanza, y para comunicarse 735 con el embajador del Cielo, recurrió en vano a la mensajera del infierno. Saúl se había colocado totalmente en poder de Satanás; y ahora aquel que se deleita únicamente en causar miseria y destrucción aprovechó bien la oportunidad para labrar la ruina del desgraciado rey. En contestación a la súplica de Saúl en su agonía, recibió de los supuestos labios de Samuel el terrible mensaje:
"¿Y para qué me preguntas a mí, habiéndose apartado de ti Jehová, y es tu enemigo? Jehová pues ha hecho como habló por medio de mí; pues ha cortado Jehová el reino de tu mano, y lo ha dado a tu compañero David. Como tú no obedeciste a la voz de Jehová, ni cumpliste el furor de su ira sobre Amalec, por eso Jehová te ha hecho esto hoy. Y Jehová entregará a Israel también contigo en manos de los Filisteos: y mañana seréis conmigo, tú y tus hijos: y aun el campo de Israel entregará Jehová en manos de los Filisteos."
A través de toda su carrera de rebelión, Saúl había sido halagado y engañado por Satanás. Es obra del tentador empequeñecer el pecado, hacer el sendero de la transgresión fácil y agradable, cegar la mente a las advertencias y las amenazas del Señor. Satanás, por su poder hechicero, había inducido a Saúl a justificarse en desafío de las reprensiones y advertencias de Samuel. Pero ahora, en su extrema necesidad, se volvía contra él, presentándole la enormidad de su pecado y la imposibilidad de esperar perdón para incitarle a la desesperación. No podría haber elegido una manera mejor para destruir su valor y confundir su juicio, o para inducirle a desesperarse y a destruirse él mismo.
El cansancio y el ayuno habían debilitado a Saúl, que se sentía, además, aterrorizado y atormentado por su conciencia. Cuando oyó aquella espantosa predicción, su cuerpo osciló como una encina ante la tempestad, y cayó postrado en tierra.
La pitonisa se llenó de alarma. El rey de Israel yacía ante ella como muerto. ¿Cuáles serían las consecuencias para ella, si perecía en su retiro? Le pidió que se levantara y comiera algo, alegando que como ella había puesto en peligro su vida al otorgarle lo que deseara, él debía ceder a la súplica de ella para conservar su propia vida. Los criados de Saúl unieron sus súplicas a las de la pitonisa; el rey cedió por fin, y la mujer puso en su mesa el "ternero grueso" y el pan sin levadura que preparó apresuradamente. ¡Qué escena aquella! En la rústica cueva de la pitonisa, donde poco antes habían resonado las palabras de condenación, y en presencia de la mensajera de Satanás, el que había sido ungido por Dios como rey de todo Israel se sentó a comer, en preparación para la lucha mortal del día que se avecinaba.
Antes del amanecer volvió con sus acompañantes al campamento israelita, a fin de hacer preparativos para el combate. Al consultar aquel espíritu de las tinieblas, Saúl se había destruido. Oprimido por los horrores de la desesperación, le iba a resultar imposible inspirar ánimo a su ejército. Separado de la Fuente de fortaleza, no podía dirigir la mente de Israel para que buscara y mirara a Dios como su ayudador. De esta manera la predicción del mal iba a labrar su propio cumplimiento.
En las llanuras de Sunam y en las laderas del monte Gilboa, los ejércitos de Israel y las huestes filisteas se trabaron en mortal combate. Aunque la temible escena de la cueva de Endor había ahuyentado toda esperanza de su corazón, Saúl luchó con valor desesperado por su trono y por su reino. Pero fue en vano. "Los de Israel huyeron delante de los Filisteos, y cayeron muertos en el monte de Gilboa." Tres hijos valerosos del rey perecieron a su lado.
Los arqueros apremiaban más y más a Saúl. Había visto a sus soldados caer en derredor suyo, y a sus nobles hijos abatidos por la espada. Herido él mismo, ya no podía pelear ni huir. Le era imposible escapar, y resuelto a no ser capturado vivo por los filisteos, ordenó a su escudero: "Saca tu espada, y pásame con ella." Cuando el hombre se negó a levantar la mano contra el ungido del Señor, Saúl se quitó él mismo la vida dejándose caer sobre su propia espada. Así pereció el primer rey de Israel cargando su alma con la culpa del suicidio. Su vida había fracasado y cayó sin honor y desesperado, porque había opuesto su perversa voluntad a la de Dios.
Las noticias de la derrota cundieron por todas partes, e infundieron terror a todo Israel. El pueblo huyó de las ciudades, y los filisteos tomaron posesión de ellas sin molestia alguna. El reinado de Saúl, independiente de Dios, casi había resultado en la ruina de su pueblo.
Al día siguiente de la lucha, mientras los filisteos examinaban el campo de batalla para despojar a los muertos, descubrieron los cuerpos de Saúl y de sus tres hijos. Para completar su triunfo, cortaron la cabeza de Saúl y quitaron la armadura del resto de su cuerpo; luego esta cabeza sangrienta y la armadura fueron enviadas al país de los filisteos como trofeo de victoria, "para que lo noticiaran en el templo de sus ídolos, y por el pueblo." La armadura fue por fin colocada en el "templo de Astaroth," mientras que la cabeza fue fijada en el templo de Dagón. Así se dio la gloria de la victoria al poder de los dioses falsos y se deshonró el nombre de Jehová.
Los cadáveres de Saúl y de sus hijos fueron arrastrados a Beth-san, ciudad que no estaba muy lejos de Gilboa, y cerca del río Jordán. Allí fueron colgados con cadenas para que los devorasen las aves de rapiña. Pero los hombres valientes de Jabes de Galaad, recordando cómo Saúl había liberado su ciudad en años anteriores y más felices, manifestaron su gratitud rescatando los cadáveres del rey y de los príncipes, y dándoles sepultura honorable. Cruzando el Jordán durante la noche, "quitaron el cuerpo de Saúl y los cuerpos de sus hijos del muro de Beth-san y viniendo a Jabes, quemáronlos allí. Y tomando sus huesos, sepultáronlos debajo de un árbol en Jabes, y ayunaron siete días." Así fue como una acción noble, realizada hacía cuarenta años, aseguró para Saúl y sus hijos que los enterraran manos tiernas y misericordes en aquella hora negra de la derrota y de la deshonra.



La Magia Antigua y Moderna
EL RELATO que hace la Escritura de la visita de Saúl a la mujer de Endor, ha ocasionado perplejidad a muchos estudiantes de la Biblia. Algunos sostienen que Samuel estuvo realmente presente en la entrevista con Saúl, pero la Biblia misma suministra bases suficientes para llegar a una conclusión contraria. Si, como algunos alegan, Samuel hubiera estado en el cielo, habría sido necesario hacerle bajar de allí, ya sea por el poder de Dios o por el poder de Satanás. Nadie puede creer que Satanás tenía poder para hacer bajar del cielo al santo profeta de Dios para honrar las hechicerías de una mujer impía. Tampoco podemos concluir que Dios le mandó a la cueva de la bruja; pues el Señor ya se había negado a comunicarse con Saúl por medio de sueños, del Urim [luz del pectoral], o, por medio de los profetas. (1 Sam. 28: 6.) Estos eran los medios designados por Dios para comunicarse con su pueblo, y no los iba a pasar por alto para dar un mensaje por medio de un agente de Satanás.
El mensaje mismo da suficiente evidencia de su origen. Su objeto no era inducir a Saúl al arrepentimiento, sino más bien incitarle a destruirse; y tal no es la obra de Dios, sino la de Satanás. Además, el acto de Saúl al consultar a una hechicera se cita en la Escritura como una de las razones por las cuales fue rechazado por Dios y entregado a la destrucción: "Así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no guardó; y porque consultó al pythón, preguntándole, y no consultó a Jehová: por esta causa lo mató, y traspasó el reino a David, hijo de Isaí." (1 Crón 10: 13, 14.) Este pasaje dice claramente que Saúl interrogó al "pythón" o espíritu malo, y no al Espíritu del 739 Señor. No se comunicó con Samuel, el profeta de Dios; sino que por medio de la hechicera se comunicó con Satanás. Este no podía presentar al verdadero Samuel, pero sí presentó uno falso, que le sirvió para llevar a cabo sus propósitos de engaño.
Casi todas las formas de la hechicería y brujería antiguas se fundaban en la creencia de que es posible comunicarse con los muertos. Los que practicaban las artes de la necromancia aseveraban tener relaciones con los espíritus de los difuntos, y obtener de ellos un conocimiento de los acontecimientos futuros. A esta costumbre de consultar a los muertos se alude en la profecía de Isaías: "Y si os dijeron: Preguntad a los pythones y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Apelará por los vivos a los muertos?" (Isa. 8: 19.)
Esta misma creencia en la posibilidad de comunicarse con los muertos era la piedra angular de la idolatría pagana. Se creía que los dioses de los paganos eran los espíritus deificados de héroes desaparecidos. La religión de los paganos era así un culto a los muertos. Las Escrituras lo evidencian. Al relatar el pecado de Israel en Beth-peor nos dice: "Y reposó Israel en Sittim, y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab: las cuales llamaron al pueblo a los sacrificios de sus dioses: y el pueblo comió, e inclinóse a sus dioses. Y llegóse el pueblo a Baal-peor." (Núm. 25: 1-3.) El salmista nos dice a qué clase de dioses eran ofrecidos esos sacrificios. Hablando de la misma apostasía de los israelitas, dice: "Allegáronse asimismo a Baal-peor, y comieron los sacrificios de los muertos" (Sal. 106: 28), es decir, sacrificios que habían sido ofrecidos a los difuntos.
La deificación de los muertos ocupaba un lugar preeminente en casi todo sistema pagano, como también lo ocupaba la supuesta comunión con los muertos. Se creía que los dioses comunicaban su voluntad a los hombres, y que, cuando los consultaban, les daban consejos. De esta índole eran los famosos oráculos de Grecia y de Roma.
La creencia en la comunión con los muertos prevalece aún hoy día hasta entre los pueblos que profesan ser cristianos. Bajo el nombre de espiritismo, la práctica de comunicarse con seres que dicen ser los espíritus de los desaparecidos se ha generalizado mucho. Tiende a conquistar la simpatía de quienes perdieron seres queridos. A veces se presentan a ciertas personas seres espirituales en la forma de sus amigos difuntos, y les describen incidentes relacionados con la vida de ellos, o realizan actos que ejecutaban mientras vivían. En esta forma inducen a los hombres a creer que sus amigos difuntos son ángeles, que se ciernen sobre ellos y se comunican con ellos. Los seres que son así considerados como espíritus de los desaparecidos, son mirados con cierta idolatría, y para muchos la palabra de ellos tiene más peso que la palabra de Dios.
Pero muchos consideran al espiritismo como un simple engaño. Atribuyen a fraudes de los médiums las manifestaciones mediante las cuales pretenden demostrar que poseen un carácter sobrenatural. Sin embargo, si bien es cierto que con frecuencia se han presentado los resultados de alguna superchería como manifestaciones genuinas, ha habido también evidencias notables de un poder sobrenatural. Y muchos de los que rechazan el espiritismo como resultado de la pericia o la astucia humana, al comprobar manifestaciones que no pueden explicar en este sentido, se verán inducidos a reconocer sus asertos como veraces.
El espiritismo moderno y las formas de la brujería antigua y del culto idólatra, por tener todos la comunión con los muertos como principio vital, se basan en aquella primera mentira mediante la cual Satanás engañó a Adán y a Eva: "No moriréis; mas sabe Dios que el día que comiereis de él,... seréis como dioses." (Gén 3: 4, 5.) Como se basan igualmente en la mentira y la perpetúan, provienen por igual del padre de las mentiras.
A los hebreos se les prohibía expresamente que participaran en cualquier forma de supuesta comunión con los muertos. Dios cerró esta puerta eficazmente cuando dijo: "Los muertos  nada saben, . . . ni tiene ya más parte en el siglo, en todo lo que se hace debajo del sol." (Ecl. 9: 5, 6.) "Saldrá su espíritu, tornarás el hombre en su tierra: en aquel día perecerán sus pensamientos." (Sal. 146: 4) Y el Señor le declaró a Israel: "La persona que atendiera a encantadores o adivinos, para prostituirse tras de ellos, yo pondré mi rostro contra la tal persona, y cortarla de entre su pueblo." (Lev. 20: 6.)
Los espíritus adivinadores no eran los espíritus de los muertos, sino ángeles malos, mensajeros de Satanás. La idolatría antigua, que, según hemos visto, abarca tanto el culto de los muertos como la pretendida comunicación con ellos, era, declara la Biblia, una manifestación del culto de los demonios. El apóstol Pablo, al amonestar a sus hermanos contra cualquier participación en la idolatría de sus vecinos paganos, dice: "Lo que los Gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios: y no querría que vosotros fueseis partícipes con los demonios." (1 Cor. 10: 20.) Hablando de Israel el salmista dice: "Sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios;" y en el próximo versículo explica que los "sacrificaron a los ídolos de Canaán." (Sal. 106: 37, 38.) En su supuesta adoración de los muertos, adoraban, en realidad, a los demonios.
Ese espiritismo moderno, basado en el mismo fundamento, no es sino un renacimiento, en nueva forma, de la hechicería y del culto demoniaco que Dios había condenado y prohibido en la antigüedad. Estaba predicho en las Escrituras, las cuales declaraban: "En los venideros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus de error y a doctrinas de demonios." (1 Tim 4: 1.) El apóstol Pablo, en su segunda epístola a los tesalonicenses, señala la obra especial de Satanás en el espiritismo como cosa que había de suceder inmediatamente antes de la segunda venida de Cristo. Hablando del segundo advenimiento de Cristo, declara que habría antes "operación de Satanás, con grande potencia, y señales, y milagros mentirosos." (2 Tes. 2: 9.) Y Pedro, refiriéndose a los peligros a los cuales la iglesia se vería expuesta en los últimos días, dice que como hubo falsos profetas que indujeron a Israel a pecar, habrá falsos maestros, "que introducirán encubiertamente herejías de perdición, y negarán al Señor que los rescató, y muchos seguirán sus disoluciones." (2 Ped. 2: 1, 2.)
Así anunció el apóstol una de las características más señaladas de los maestros espiritistas. Se niegan a reconocer a Yáhshua como el Hijo de YHWH. Tocante a esta clase de maestros, el amado apóstol Juan declara: "¿Quién es mentiroso, sino el que niega que Yáhshua es el Mesías? Este tal es anticristo, que niega al Padre y al Hijo. Cualquiera que niega al Hijo, este tal tampoco tiene al Padre." (1 Juan 2: 22, 23.) El espiritismo, al negar a Cristo, niega tanto al Padre como al Hijo, y la Biblia declara que es manifestación del anticristo.
Al predecir la perdición de Saúl por medio de la pitonisa de Endor, Satanás quería entrampar al pueblo de Israel. Esperaba que dicho pueblo llegara a tener confianza en la pitonisa, y se vería inducido a consultarla. Así se apartaría de Dios como su consejero, y se colocaría bajo la dirección de Satanás. La seducción por medio de la cual el espiritismo atrae a las multitudes es su supuesto poder de descorrer el velo del futuro y revelar a los hombres lo que Dios ocultó. Dios nos reveló en su Palabra los grandes acontecimientos del porvenir, todo lo que es esencial que sepamos, y nos ha dado una guía segura para nuestros pies en medio de los peligros; pero Satanás quiere destruir la confianza y la fe de los hombres en Dios, dejarlos descontentos de su condición en la vida, e inducirles a procurar el conocimiento de lo que Dios sabiamente les vedó y a menospreciar lo que les reveló en su santa Palabra.
Muchos se agitan cuando no pueden saber qué resultará en definitiva de los asuntos. No pueden soportar la incertidumbre, y en su impaciencia rehúsan esperar para ver la salvación de Dios. Los males que presienten casi los enloquecen. Ceden a sus sentimientos de rebelión, y corren de aquí para allá en dolor apasionado, procurando entender lo que no se ha revelado. Si tan sólo confiaran en Dios y velaran en oración, hallarían consuelo divino. Su espíritu sería calmado por la comunión con Dios. Los cansados y trabajados hallarían descanso para sus almas, con sólo ir a Jesús; pero cuando descuidan los medios que Dios dispuso para su consuelo, y recurren a otras fuentes, con la esperanza de averiguar lo que Dios vedó, cometen el error de Saúl, y con ello sólo adquieren un conocimiento del mal.
A Dios no le agrada esta conducta, y lo ha declarado en los términos más explícitos. Esta premura impaciente por rasgar el velo del futuro revela una falta de fe en Dios, y deja el alma expuesta a las sugestiones del maestro de los engañadores. Satanás induce a los hombres a que consulten a los que poseen espíritus adivinadores; y mediante la revelación de cosas pasadas ocultas, les inspira confianza en su poder de predecir lo porvenir. En virtud de la experiencia que obtuvo a través de largos siglos, puede razonar de la causa al efecto, y a menudo predecir con cierta exactitud algunos de los acontecimientos futuros de la vida del hombre. Así puede engañar a ciertas pobres almas mal encaminadas, ponerlas bajo su poder y llevarlas cautivas a voluntad.
Dios nos ha advertido por su profeta: "Si os dijeron: Preguntad a los pythones y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Apelará por los vivos a los muertos? ¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido." (Isa. 8: 19, 20.)
¿Irán los que tienen un Dios santo, infinito en sabiduría y poder, a buscar ayuda en los adivinos cuya sabiduría procede de la intimidad con el enemigo de nuestro Señor? Dios mismo es la luz de su pueblo; le ordena que fije por la fe los ojos en las glorias que están veladas para el ojo humano. El Sol de justicia derrama sus brillantes rayos en los corazones de sus hijos; ellos tienen la luz que emana del trono celestial, y no tienen ningún deseo de apartarse de la fuente de la luz para acercarse a los mensajeros de Satanás. 
El mensaje del demonio para Saúl, a pesar de que denunciaba el pecado y predecía su retribución, no tenía por objeto reformarlo, sino incitarle a la desesperación y a la ruina. Sin embargo, con más frecuencia conviene mejor a los propósitos del tentador seducir al hombre y llevarlo a la destrucción por medio de la alabanza y la lisonja. En tiempos antiguos, la enseñanza de los dioses falsos o demonios fomentaba el libertinaje más vil. Los preceptos divinos que condenan el pecado e imponen la justicia y la rectitud, eran puestos de lado; la verdad era considerada livianamente, y no sólo era permitida la impureza, sino también ordenada. El espiritismo declara que no hay muerte, ni pecado, ni juicio ni castigo; que los hombres son "semidioses no caídos;" que el deseo es la ley más elevada; que el hombre responde sólo ante sí mismo por sus actos. Las barreras que Dios erigió para salvaguardar la verdad, la pureza y la reverencia, son quebrantadas, y así muchos se envalentonan en el pecado. ¿No sugiere todo esto que una enseñanza tal tiene el mismo origen que el culto de los demonios?
En las abominaciones de los cananeos, el Señor presentó a Israel los resultados que tiene la comunión con los espíritus malos; eran sin afectos naturales, idólatras, adúlteros, asesinos y abominables por todos sus pensamientos corrompidos y prácticas degradantes. Los hombres no conocen su propio corazón; pues "engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso." (Jer. 17: 9) Pero Dios sabe cuáles son las tendencias de la naturaleza depravada del hombre. Entonces como ahora, Satanás vigilaba para producir condiciones favorables a la rebelión, a fin de que el pueblo de Israel se hiciera tan aborrecible para Dios como lo eran los cananeos. El adversario de las almas está siempre en alerta para abrir canales por los cuales pueda fluir sin impedimento alguno lo malo que hay en nosotros, pues desea vernos arruinados y condenados ante Dios.
Satanás estaba resuelto a seguir dominando la tierra de 745 Canaán, y cuando ella fue hecha morada de los hijos de Israel, y la ley de Dios fue hecha la norma de esa tierra, aborreció a Israel con un odio cruel y maligno, y tramó su destrucción. Por medio de los espíritus malignos, se introdujeron dioses extraños; y a causa de la transgresión, el pueblo escogido fue finalmente echado de la tierra prometida y dispersado.
Hoy procura Satanás repetir esta historia. Dios está apartando a sus hijos de las abominaciones del mundo, para que puedan guardar su ley; y a causa de esto, la ira del "acusador de nuestros hermanos" no tiene límite. "Porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo grande ira, sabiendo que tiene poco tiempo." (Apoc. 12: 10, 12.) La verdadera tierra de promisión está delante de nosotros, y Satanás está resuelto a destruir al pueblo de Dios, y privarlo de su herencia. Nunca fue más necesario que hoy oír la advertencia: "Velad y orad, para que no entréis en tentación." (Mar. 14: 38.)
Las palabras que el Señor dirigió al antiguo Israel se dirigen también a su pueblo en esta época: "No os volváis a los encantadores y a los adivinos: no los consultéis ensuciándoos en ellos," "porque es abominación a Jehová cualquiera que hace estas cosas." (Lev. 19: 31, Deut. 18: 12.) 



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