Con los ojos de la fe



Yahweh puso a sus oyentes en contacto con la naturaleza, para que oyeran la voz que habla en todas las cosas creadas, y a medida que sus corazones se hacían más sensibles y sus mentes más receptivas, les ayudaba a interpretar la enseñanza espiritual de las escenas que contemplaban sus ojos. Las parábolas, por medio de las cuales le gustaba enseñar lecciones de verdad, muestran cuán abierto estaba su espíritu a las influencias de la naturaleza y cómo le agradaba extraer la enseñanza espiritual del ambiente en que transcurría la vida diaria.
Yahshua utiliza las aves del cielo, los lirios del campo, el sembrador y la semilla, el pastor y las ovejas, para ilustrar verdades inmortales. También obtiene ilustraciones de los acontecimientos de la vida, de cosas familiares a sus oyentes, tales como la levadura, el tesoro escondido, la perla, la red del pescador, la moneda perdida, el hijo pródigo, las casas construidas en la arena y en la roca.
En sus lecciones había algo para interesar a cada mente, e impresionar a cada corazón. De ese modo la tarea diaria, en vez de ser una serie repetida de trabajos, exenta de pensamientos elevados, resultaba animada por recuerdos constantes de lo espiritual y lo invisible.
Del mismo modo debemos enseñar nosotros. Aprendan los niños a ver en la naturaleza una expresión del amor y de la sabiduría de Yahweh; vinculase al concepto mas elevado del Creador, al ave, la flor y el árbol; lleguen todas las cosas visibles a ser para ellos intérpretes de lo invisible y todos los sucesos de la vida medios de enseñanza divina.
Al mismo tiempo que aprenden así a estudiar lecciones que enseñan todas las cosas creadas y todas las circunstancias de la vida, muéstrese que las mismas leyes que rigen las cosas de la naturaleza y los sucesos de la vida, tienen que regirnos a nosotros; que son promulgadas para nuestro bien; y que únicamente obedeciéndolas podemos encontrar felicidad y éxito verdaderos.

Todo lo que existe tanto en el cielo como en la tierra declara que la gran ley de la vida es una ley de servicio. El Padre infinito cuida la vida de toda cosa animada. Yahshua vino a la tierra “como el que sirve”. Los ángeles son “espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación”.
La misma ley de servicio está impresa en todos los objetos de la naturaleza. Las aves del cielo, las bestias del campo, los árboles del bosque, las hojas, el pasto y las flores, el sol en los cielos y las estrellas de luz, todos tienen su ministerio. El lago y el océano, el río y el manantial, todos toman para dar.

Cada objeto de la naturaleza, al mismo tiempo que contribuye a la vida del mundo, asegura la suya. No menos está escrita en la naturaleza que en las páginas de las Sagradas Escrituras, la lección: “Dad, y se os dará”.
Al abrir los cerros y las llanuras un canal para que el torrente de la montaña llegue por él hasta el mar, lo que dan les es devuelto centuplicado. El arroyo que recorre su camino susurrando, deja tras sí su don de belleza y fertilidad. A través de los campos, desnudos y tostados bajo el calor del verano, una línea de verdor marca el curso del río; cada árbol noble, cada brote, cada pimpollo, es un testigo de la recompensa que la gracia de Yahweh decreta para todos los que llegan a ser sus medios de comunicación con el mundo.

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