La interpretación europea en el despertar del siglo XIX

Los intérpretes del despertar europeo del siglo XIX estaban divididos en cuanto a las potencias indicadas en la última parte del capítulo: el rey que "hará su voluntad", el "rey del norte". etc. Algunos interpretaban que el papado era uno de ellos, o ambos; otros creían que se trataba de Turquía; algunos incluían a la Francia revolucionaria o a Napoleón. Otros de este mismo período veían a Antíoco como el rey que "hará su voluntad" (opinión que más tarde llegó a predominar entre los comentadores modernos). Sin embargo, en los comienzos del siglo XIX hubo una mayor unanimidad en cuanto a la ubicación de los 1.290 y los 1.335 años que en cualquier período previo. Muchos colocaban la fecha final de los 1.335 años en 1867 ó 1868.

Estos expositores eran eruditos y prominentes, y hacían destacar sus opiniones. Era frecuente calcular que los 1.260, 1.290 y 1.335 años comenzaban en el mismo tiempo: en 533 d.C. De esa manera se hacía terminar los 1.335 años en 1867. De acuerdo con este cálculo, la secuencia de las fechas finales era 1792, 1822 y 1867 (ó 1793, 1823 y 1868). La mayoría de ellos creía que la terminación de los 1.335 años sería el comienzo del milenio y del período de bienaventuranza. Algunos esperaban la purificación de la iglesia; otros, la batalla de Gog y Magog o el gran día de Dios, el juicio final, el descenso de Cristo del cielo, la resurrección y la transformación de los santos que estuvieran vivos, la destrucción de todos los poderes terrenales adversarios de Cristo y de su pueblo, y el comienzo del glorioso reinado de Cristo.

No fueron pocos los que hicieron terminar uno u otro de los períodos proféticos en 1844. Pero predominaba 1867 como el punto céntrico que marcaba el comienzo de la era bienaventurada y el anuncio de la esperanza para el mundo.

Vacilación norteamericana en ubicar los períodos de 1.290 y 1.335 años.

En lo que respecta a los 1.290 días o años de Dan. 12: 11, hubo relativamente pocos expositores norteamericanos fuera del movimiento millerita entre 1800 y 1844, que intentaron ubicar cronológicamente este período. La mayoría de ellos hacían comenzar simultáneamente los 1.260, 1.290 y 1.335 años. Los que eligieron 533 (fecha del edicto imperial de Justiniano) como el punto de partida común, terminaban los 1.290 años en 1823. Algunos escogieron 606 (desde Focas o el surgimiento del mahometismo) para el comienzo conjunto, y hacían terminar los 1.290 años en 1896. Otros ubicaban los 1.290 años entre 587 y 1877. Los restantes propusieron fechas variadas. Había más divergencias en cuanto a estas cifras que en relación con cualquier cálculo profético de Daniel.

También había falta de concordancia respecto al período de 1.335 años. Los que no pertenecían al movimiento millerita, y que intentaron hacer un cálculo, por lo general lo ubicaban entre 533 d. C. y 1866 ó 1868 (aproximadamente 45 años más tarde de la terminación de los 1.290 años). Unos pocos eligieron el período que va de 587 a 1922, y más o menos el mismo número de expositores lo fijaron entre 606 y 1941. El resto se caracterizó por la diversidad de fechas. Sin embargo, la mayoría de los intérpretes norteamericanos consideraban que los 1.335 años llegaban hasta la primera resurrección y el tiempo "bienaventurado" que seguiría durante el milenio. No pocos entendían que el segundo advenimiento daría comienzo a esto; por lo tanto, había una estrecha relación entre las fechas para los períodos de 1.335, 1.290 y 1.260 años, ya fuera que se los hiciera comenzar en 553, 587 ó 606 d.C.

En la primera fase, la de "1843", del movimiento millerita, todos concordaban con Miller, y hacían arrancar tanto los 1.290 como los 1.335 años de 508 d.C. -fecha que indicaba Miller para la supresión del paganismo-, haciendo terminar simultáneamente los 1.290 con los 1.260 años del dominio espiritual del papado en 1798. Y prolongaban los 1.335 años hasta 1843, en que terminaban junto con los 2.300 años. Pero en la fase del "séptimo mes", o de 1844, del movimiento millerita -cuando se llegó a creer que los 2.300 años se extendían desde el otoño [septiembre-diciembrel de 457 a.C. hasta el otoño de 1844-, muchos cambiaron la terminación de los 1.335 años de 1843 a 1844, haciéndolos concluir simultáneamente con los 2.300 años.

Evidentemente se creían justificados al hacer ese cambio porque no habían determinado un acontecimiento para la fecha de comienzo de los 1.335 años, la que más bien había sido computada en forma regresiva desde "1843" hasta aproximadamente 508. Pero creían que el tiempo era corto, y tenían poco interés en reajustar los detalles de puntos poco importantes.

Divergencia en interpretar los últimos poderes.

En el tiempo de William Miller, los expositores concordaban casi siempre en la aplicación de la primera parte de Dan. 11 a los Tolomeos y Seléucidas (incluso Antíoco Epífanes); pero diferían en cuanto a qué partes de la profecía se aplicaban a Roma, y exhibían interminables divergencias en la identificación del poder o de los poderes que aparecen en la última parte del capítulo. Miller entendía que el rey de Dan. 11:36 que "hará su voluntad" es el papado, y el rey del norte (vers. 40) Inglaterra. Sin embargo, aplicaba los vers. 40-45 a Napoleón, quien había de plantar las tiendas de su palacio en Italia, y más tarde iba a llegar a su fin (Evidence From Scripture and History of the Second Coming of Christ [Evidencia de la segunda venida de Cristo tomada de las Escrituras y de la historia], edición de 1842, pp. 97-98, 104-107).

Las antiguas divergencias dé interpretación entre el papado y Turquía, en la última parte de Dan. 11, continuaron reflejándose en las opiniones de los adventistas del séptimo día. Algunos, como Jaime White, veían al anticristo papal en el rey que "hará su voluntad" y también en el poder que iba a llegar a su fin; otros incluían a Francia y a Napoleón en su interpretación. Posteriormente, muchos siguieron a Uriah Smith al identificar a Turquía como el rey del norte (vers. 41-45) y también como el poder de la sexta trompeta y la sexta plaga.

VIII. En conclusión

Por las pruebas presentadas, es claro que los adventistas del séptimo día en ningún sentido son los originadores de la interpretación básica de la profecía, que es uno de los más antiguos y más nobles campos de exégesis bíblica. Ha habido un despliegue progresivo del rollo, sección tras sección. Estamos en el fin de la notable sucesión de fieles testigos esparcidos a través de los siglos en el transcurso de 2.000 años. Nos han precedido centenares de expositores pioneros. Podemos decir humildemente que hemos recuperado y restaurado los principios más firmes y las aplicaciones más seguras de los eruditos más piadosos y serpientes del pasado en este aspecto vital del estudio de la Biblia.

Como continuadores y consumadores de principios claramente enunciados y firmemente establecidos en la interpretación a través de los siglos, somos en realidad intérpretes firmemente ortodoxos de la profecía. Los descollantes expositores de la fe judía, católica y protestante son nuestros antepasados en las interpretaciones. Por lo tanto, la nuestra, en ningún sentido, es una plataforma aislada y sectaria. Es la más amplia y más firme, la más lógica y mejor comprobada de cualquiera de las plataformas empleadas para explicar las profecías en la historia de la iglesia cristiana.

Hemos retenido lo que otros han dejado que se les escape. En resumen, esto expresa nuestra relación con la sucesión de testigos de la profecía de Dios a través de todos los siglos pasados. Hemos reunido las gemas de verdades proféticas de Daniel, cap. 2, 7, 8, 9, 11 y 12, que han estado sepultadas debajo de los escombros de lo que abandonaron y descuidaron otras iglesias. Tan sólo hemos colocado de nuevo esas respetables interpretaciones dentro del marco del "Evangelio eterno": el mensaje de Dios para hoy día.

Nuestros antecedentes inmediatos han de buscarse en el reavivamiento mundial y movimiento adventista de las primeras décadas del siglo XIX, primero en el Antiguo y después en el Nuevo Mundo, donde el movimiento característico fue conocido como millerismo.

La mayor parte de nuestras principales definiciones en cuanto a las profecías de Daniel vinieron directamente de los expositores milleritas, pues ésa fue la principal área de su estudio en las líneas proféticas. La mayor parte de nuestros principales progresos y el área de nuestro estudio más intenso se hallan en las profecías complementarias del Apocalipsis, profecías que atañen a los últimos días. Esto es especialmente verdadero respecto a Apoc. 13-18, capítulos que se refieren a las últimas cosas o sucesos del fin, para cuya comprensión los expositores de la iglesia primitiva no estaban preparados, como tampoco lo estaban los de la Reforma, sencillamente porque esta parte del Apocalipsis no tenía entonces aplicación.

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