Análisis sobre Juan 20: 28

"Señor mío y Dios mío!"

El propósito de este capítulo es reafirmar la divinidad de Jesús, nuestro grandioso Salvador y Sanador. Consideremos aquí la pronta y decisiva respuesta del apóstol Tomás, ante la evidencia concreta de la resurrección del Señor, esa resurrección que certificó su divinidad.
El relato se halla en Juan 20: 28, y dice: "Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!" Ese fue un acto de adoración que Tomás rindió a "Dios manifestado en carne".
La simple lectura de este texto: "¡Señor mío, y Dios mío! ", no deja duda acerca de la divinidad de Cristo, proclamada por Tomás de modo categórico, formal e incisivo. ~' Analicemos el texto en su original griego, traducién
- dolo literalmente:
4 Apekríthe Thomds kai éipen autó ho Kírios moy Respondió Tomás y dice le: ¡el Señor mío
kai ho Theós moy.
y el Dios mío!
Esta expresión de Tomás: "Ho Theós mo y", sólo se puede traducir por "~Dios mio!" Tanto es así, que hasta el mismo Emphatic Diaglott traduce el "ho Theós moy" por "¡oh Dios de mí!", o "¡Dios mío!".
Hasta el lector lego puede notar en el original griego, la presencia del artículo ho, tanto antes de Kírios (Señor) corno antes de Theós (Dios).
La presencia del artículo definido en este lugar es muy significativa, porque -de acuerdo con el argumento dogmático de los mismos testigos de Jehová- la existencia del artículo distingue al Dios verdadero y único Jehová, de un "dios" secundario e inferior. Entonces, tenemos aquí una prueba acabada, que ellos mismos proveen, de que Tomás se dirigió al Dios único: a Jesús, uno con Jehová.
Eso mismo se comprueba también en la traducción al español de la Biblia jehovísta Nuevo Mundo, que vierte la exclamación de Tomás, así: "¡Mi Señor y mi Dios!" Esta es una confesión de que Tomás reconoció que Cristo era Jehová Dios en persona.

Cristo confirma su deidad


y A pesar de todo, los testigos reiteran su doctrina arriana y niegan la divinidad de Cristo, insistiendo en que él es "un dios" de segunda categoría, creado en tiempo remoto. Para ver la hermosa verdad acerca de la naturaleza divina de Cristo, basta este sencillo razonamiento. Al Cristo resucitado, Tomás lo llamó: Dios-Jehová (en vista del artículo definido ho antes de Theós, como lo quieren los testigos). Y Cristo no protestó, ni negó esa calificación divina, sino que la confírmó plenamente al decir, en el versículo 29: "Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron". Entonces ninguna distorsión del texto podrá alterar el pensamiento básico; a saber, que Cristo Jesús es Jehová Dios.
El punto capital es éste: ¿Existe otro "dios" además de Jehová? Las Escrituras dan la respuesta: "No hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más" (Isa. 45: 21, 22. Ver también Isa. 37: 16-20; 44: 6; etc.).
Cristo es Dios -uno con el Padre, en sustancia, en naturaleza y poder. Al decir: "¡Dios mío!", Tomás adoró a Cristo, la encarnación resucitada de la Deidad.

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