8 de marzo de 2010

La Epístola Universal De Santiago




Es probable que esta epístola, como las otras del NT, por ser una carta,
originalmente no tuviera ningún título. El Códice Sinaítico, uno de los
manuscritos más antiguos en donde se halla la Epístola de Santiago, no tiene
título al comienzo de la carta; pero termina con la añadidura, "Epístola de
Santiago". Otros manuscritos antiguos tienen el sencillo título en griego,
Iakobou Epistole ("Epístola de Santiago"). Manuscritos posteriores dan a esta
epístola el título de general o católica, porque está dirigida a toda la
iglesia y no a una comunidad específica o a una persona.

Eusebio se refiere a la Epístola de Santiago como a la primera de las siete
epístolas llamadas "católicas", en el sentido de "generales" o "universales"
(Historia eclesiástica ii. 23). Eran llamadas así porque estaban dirigidas a
la iglesia en general, aunque esto no es completamente apropiado cuando se
aplica a 2 y 3 Juan, que fueron dirigidas a personas. Las siete epístolas
desde Santiago hasta Judas estaban colocadas juntas después de Hechos en todos
los primeros manuscritos, precediendo a las epístolas de Pablo. El orden de
las epístolas generales, como aparecen en las Biblias modernas, es el que
generalmente se encuentra en los manuscritos principales.

2. Autor.

En la Epístola de Santiago no hay suficientes evidencias para identificar en
forma definitiva a su autor. En el NT (RVR) hay muchas referencias a hombres
llamados "Jacobo" (o Santiago). Este nombre era muy común entre los judíos
porque representa el equivalente griego del nombre hebreo Jacob. El uso
frecuente de este nombre se advierte en la lista de los doce apóstoles (Mat.
10:2-3; Mar. 3:1619; Luc. 6:14-16). Uno de los apóstoles era Jacobo, el hijo
de Zebedeo y hermano de Juan; y un segundo Jacobo era el hijo de Alfeo. Otro
personaje bíblico llamado Jacobo era el padre de uno de los doce, que es
identificado como Judas "de Jacobo" ("Judas de Santiago", BJ, BC, NC), es decir
el hijo de Jacobo y no "hermano de Jacob", como está en la RVR (Luc. 6:16).

Es razonable suponer que el autor de la Epístola de Santiago es una de las
personas cuyo nombre aparece en el registro de las Escrituras, y no otro Jacobo
(Santiago) completamente diferente de los conocidos. El tono de la
introducción (cap. 1:1) sugiere que el autor habla como uno que es bien
conocido por aquellos a los que se dirige, y que lo hace con autoridad
reconocida.

Aunque de acuerdo con el relato de los Evangelios, los doce estaban íntimamente
relacionados con el Señor, Jacobo el hijo de Zebedeo era el más destacado de
los 514 dos apóstoles de ese nombre. Sin embargo, muy pocos autores le han
atribuido la epístola a él. Y aun esta posibilidad parece quedar eliminada por
su muerte temprana (44 d. C.) y por el hecho adicional de que la introducción
(cap. 1: 1) parece indicar que había sólo un Santiago Jacobo) prominente en la
iglesia en el tiempo cuando se escribió la epístola, y no dos o más.

El segundo apóstol llamado Jacobo (Santiago) era hijo de Alfeo, quien es
claramente identificado cuatro veces mediante el nombre de su padre (Mat. 10:3;
Mar 3:18; Luc. 6:15; Hech. l: 13). Se ha debatido mucho si este Jacobo es
también "Jacobo el menor" (Mar. 15:40). Si así fuese, su padre se llamaba
Alfeo y su madre María, y tenía un hermano llamado José (Mat. 27:56; Mar.
15:47; 16: l; Luc. 24: 10). Pero en otro lugar esta María es llamada la mujer
de Cleofas (Juan 19:25). Aunque se ha tratado de identificar a Cleofas (Luc.
24:18) con Alfeo mediante el vocablo arameo Jalpai, equivalente a Alfeo, es una
identificación dudosa. Parece mejor llegar a la conclusión de que los nombres
Jacobo hijo de Alfeo, y Jacobo "el menor" no se refieren al mismo hombre.

Además de estas personas llamadas Jacobo, los autores de los Evangelios se
refieren a otro Jacobo, el primero que se nombra y, por lo tanto, probablemente
el mayor de los cuatro hermanos de Jesús (Mat. 13:55; Mar 6:3). Como Jacobo
"el menor", tenía un hermano llamado José y la madre de ambos (más bien
madrastra; ver com. Mat. 12:46) se llamaba María. Pero parece sumamente
improbable que un Jacobo deba ser identificado con el otro, y también muy
dudoso que se haga referencia a la madre de Jesús como "María la madre de
Jacobo y de José" (Mat. 27:56). Jacobo el hermano de Jesús aparece con
seguridad sólo en Gál. l: 19, donde Pablo afirma que en su primera visita a
Jerusalén, después de su conversión, de todos los apóstoles sólo vio a Cefas
(Pedro) y a "Jacobo el hermano del Señor".

Sin embargo, en otros pasajes del NT se hace mención a un dirigente de la
iglesia llamado Jacobo, cuyo nombre no está acompañado por ninguna otra
identificación. Se destaca por primera vez en los Hechos después de la muerte
de Jacobo el hijo de Zebedeo. Después de esto es evidente que sólo había un
dirigente de suficiente capacidad para ser conocido como Jacobo, sin ninguna
otra identificación. Referencias subsiguientes a este Jacobo lo caracterizan
como una figura destacada. Cuando Pedro fue librado de la prisión de Herodes,
pidió que se informara de su liberación a Jacobo (Hech. 12:17). Jacobo presidió
el concilio de la iglesia en Jerusalén y pronunció la decisión final (Hech.
15:13, 19). Pablo informó a Jacobo acerca de su obra (Hech. 21:18), y Jacobo
dio autorización para visitar iglesias (Gál. 2:9). Este también podría ser el
Jacobo a quien se le apareció Cristo, de un modo especial, después de su
resurrección (1 Cor, 15:7), quizá para darle instrucciones particulares acerca
de sus futuras responsabilidades. Finalmente Pablo lo menciona primero como
una de las tres "columnas" de la iglesia primitiva (Gál. 2:9). Teniendo en
cuenta todo esto, este Jacobo parece ser la persona más indicada para
presentarse ante la iglesia en general refiriéndose a sí mismo sencillamente
como "Santiago Jacobo, siervo de Dios y del Señor Jesucristo" (Sant. l: l).

Queda, pues, en pie la pregunta si este Jacobo era el hijo de Alfeo, o el
hermano del Señor. En favor de identificarlo como hijo de Alfeo, está el hecho
de que parece extraño que se mencione por nombre a un Jacobo entre los doce
(Hech. l: 13-14), para que poco después desaparezca del relato sin que se tenga
siquiera noticia de su muerte, mientras que otro del mismo nombre aparece en
forma destacada (Hech. 12:17) sin ninguna palabra de introducción. Por otro
lado, pueden presentarse algunas evidencias para identificar a este hombre con
Jacobo el hermano del Señor. La referencia que hace Pablo en Gál. 2:9 a
Jacobo, el dirigente de la iglesia, poco 515 después de que lo menciona como
"el hermano del Señor" en Gál. l: 19, da la impresión -aunque no se pueda
probar- de que estos dos Jacobos son el mismo. Además, el relato que presenta
Josefo de la muerte de Jacobo, el hermano del Señor, sugiere que era uno de los
dirigentes de la iglesia (Josefo, Antigüedades xx. 9. l; cf. t. V, p. 73). La
tradición cristiana, por lo menos desde el siglo 11, identifica a Jacobo, el
dirigente de la iglesia de Jerusalén, como el hermano del Señor (Hegesipo,
citado por Eusebio, Historia eclesiástica ii. 23).

Los escritores cristianos más antiguos presentan un laberinto de discrepancias,
contradicciones y conclusiones personales acerca del autor de esta epístola.
Sus errores se deben principalmente a una incorrecta identificación de Jacobo
"de Alfeo" con Jacobo "de José", y a la conclusión no probada de que el Jacobo
de Gál. l:19 es el mismo de Gál. 2:9.

Josefo declara que la muerte de Jacobo, "el hermano de Jesús, que era llamado
Cristo", ocurrió después de la muerte de Festo y antes de la llegada de Albino,
su sucesor (62 d. C.), y que Jacobo fue apedreado (Antigüedades xx. 9. l).
Tomada al pie de la letra, esta afirmación parece ser un registro fidedigno de
la muerte de Jacobo "de José", aunque Eusebio aplica esto a Jacobo "el justo",
dirigente de la iglesia de Jerusalén (Historia eclesiástica ii. 23), y usa otra
cita que no se halla en ningún otro texto conocido de Josefo.

Además, Eusebio declara que los libros divinos muestran que Jacobo, que primero
recibió de Cristo y de los apóstoles el episcopado de Jerusalén, era "un
hermano de Cristo" (Id. vii. 19), y presenta a la Biblia como autoridad. Cita a
Pablo como si identificara a Jacobo "el justo" con Jacobo "el hermano del
Señor" (Id. ii. 1), con lo que hace decir otra vez a sus fuentes de información
más de lo que dicen. Sin embargo, en otro lugar Eusebio se refiere a Jacobo
como a uno de los supuestos hermanos del Salvador, y afirma que era uno de los
setenta. Identifica a Jacobo como "hermano del Señor", "hijo de José" y "el
justo" (Ibíd.). Afirma que Jacobo fue martirizado inmediatamente antes de la
caída de Jerusalén (70 d. C.), y dice que Simeón, hijo de Cleopas, y según
algunos primo del Salvador, fue su sucesor en el "trono de la diócesis" de
Jerusalén (Id. iii. 11). Así contradice la fecha que da Josefo para la muerte
de Jacobo. Presenta otras referencias a Simeón como hijo de Cleopas y a Judas
como hermano de Cristo según la carne (Id. iii. 19-20, 22, 32). Cita a
Hegesipo en apoyo de sus conclusiones, de que Simeón era hijo de Cleopas, y que
Cleopas era tío del Señor (Id. iii. 32). Otra vez cita a Hegesipo como que
hubiera afirmado que Simeón era primo de Jacobo (Id. iv. 22). Cita el famoso
relato de Hegesipo en cuanto a la vida y la muerte de Jacobo, aunque por el
contexto fácilmente se ve que esa narración es mutilada y sumamente exagerada
(Id. ii. 23).

Eusebio cita a Clemente en apoyo de su teoría de que hubo dos hombres de nombre
Jacobo: uno, "el justo", muerto a golpes con un palo de batanero; el otro,
decapitado (Id. ii. l). Identifica al primero como hermano del Señor, aunque
Clemente mismo no lo dice. En el mismo pasaje cita a Clemente como que hubiera
dicho: "Después de la ascensión del Salvador.. Pedro, Santiago [Jacobo de
Zebedeo] y Juan no por ello disputaron entre sí acerca del primer grado de
honor, sino que eligieron obispo de Jerusalén a Santiago [Jacobo], apellidado
el justo".

En la obra apócrifa denominada Evangelio según los hebreos, se dice que Jacobo
el justo había hecho un juramento de no comer pan desde el tiempo en que el
Señor bebió de la copa hasta que lo viera resucitado de los muertos. Esto
evidentemente lo coloca entre los doce en la última cena. Después se registra
en esa obra la aparición de Jesús de la siguiente manera: Jesús "tomó pan, lo
bendijo, lo partió, lo dio a Jacobo el justo, y le dijo: 'Mi hermano, come tu
pan, pues el Hijo del Hombre ha 516 resucitado de los muertos"'. El uso de
las palabras "mi hermano" se interpreta que quiere decir que este Jacobo era el
hermano del Señor. Es obvio que nada de este material extrabíblico puede ser
de mucha ayuda para identificar al autor de esta epístola.

El problema más serio que quizá está implicado en la identificación del autor
de la epístola como el hermano del Señor, es el hecho de que el lenguaje y el
estilo de la carta indican que su autor era un hombre de ciertos conocimientos
en composición literaria griega. No sólo posee un rico vocabulario, sino que
su estilo sigue a propósito la forma literaria griega conocida como "diatriba":
una plática popular de tono ético. Hasta donde se sepa del hermano del Señor,
nada indica que tenía antecedentes para una obra tal, pues era el hijo de un
carpintero galileo y, sin duda, completamente judío en su cultura. Sin
embargo, no se puede llegar a una conclusión definida en este punto, pues los
argumentos se basan más en lo que no se sabe que en lo que se sabe.

En conclusión, se puede decir que aún no se ha definido la paternidad literaria
de la Epístola de Santiago. El autor era probablemente uno de los tres
principales personajes que llevan el nombre de Jacobo (Santiago) en el NT.

3. Marco histórico.

Una cantidad de alusiones geográficas que hay en esta epístola, sugieren que se
escribió en Palestina. Se puede conjeturar que el autor vivía en una tierra
donde abundaban el aceite, el vino y los higos, que no estaba lejos del mar,
que muy cerca había fuentes de agua dulce y amarga, que la tierra estaba
expuesta a sequías y que la lluvia era de gran importancia.

No hay manera segura para determinar la fecha de la epístola. Como ya se hizo
notar, parece que fue escrita cuando sólo había un Jacobo que se destacaba en
la iglesia, o sea después de 44 d. C. cuando fue muerto Jacobo el hijo de
Zebedeo. La evidencia interna la ubica entre los primeros documentos del NT.
En la epístola no hay referencia a ningún grupo grande de cristianos de origen
gentil, ni a ninguna clase de problemas acerca de los gentiles. En esta
epístola la sinagoga es aún la iglesia, y sin embargo ya se ha difundido el
cristianismo (ver Hech. 2:9-1 l; 4: 36; 9: 2, 10, 14, 19, 26; 1 l: 19-20). El
tenor general de la epístola es que el cristianismo es la culminación del
verdadero judaísmo.

4. Tema.

Esta epístola enseña un cristianismo práctico, mostrando los resultados o las
obras que una fe viviente y genuina produce en la vida de un discípulo. En
toda la carta se destaca el contraste entre las manifestaciones, los efectos y
los resultados de la verdadera y de la falsa religión. Esta epístola
homilética está llena de bellas y atrayentes ilustraciones. El estilo es
sencillo y directo. Los pensamientos están en grupos claramente diferenciados
entre sí, y no dispuestos en un plan evidente. Santiago escribe con libertad lo
que brota de la abundancia de su corazón; se ocupa de los temas a medida que
surgen en su mente. Hay muchas alusiones al Sermón del Monte, de las cuales la
siguiente es una lista parcial.
CAPÍTULO 1

1Debemos gozamos por las pruebas, 5 pedir sabiduría y paciencia a Dios, 13 y no
culpar a Dios por nuestras pruebas, debilidades y pecados, 19 sino prestar
atención a la Palabra, meditar en ella y obedecerla; 26 de lo contrario sólo
habrá una religiosidad de apariencia.

1 SANTIAGO, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están
en la dispersión: Salud.

2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,

3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.

4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales,
sin que os falte cosa alguna.

5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a
todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.

6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda
del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.

7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.

8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

9 El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación;

10 pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la
hierba.

11 Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se
cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas
sus empresas.

12 Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya
resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los
que le aman.

13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque
Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;

14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído
y seducido.

15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y
el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

16 Amados hermanos míos, no erréis.

17 Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las
luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.

18 El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos
primicias de sus criaturas.

19 Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para
hablar, tardo para airarse;

20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.

21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con
mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.

22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a
vosotros mismos.

23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es
semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.

24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.

25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y
persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste
será bienaventurado en lo que hace.

26 Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que
engaña su corazón, la religión del tal es vana.

27 La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a
los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del
mando.

1.

Santiago.

El hecho de que el apóstol se refiera a sí mismo de una manera tan sencilla,
demuestra que era bien conocido y no necesitaba de una mayor identificación.
Sin embargo, hoy día es grande la incertidumbre en cuanto a cuál Santiago
(Jacobo) del NT es el autor de esta epístola. Respecto al significado 519 del
nombre "Jacobo", ver com. Mar. 3:17, y acerca del autor de la epístola, ver
pp. 513516.

Siervo.

Gr. dóulos, "esclavo" (ver coro. Rom. 1: 1). Con sencilla dignidad Santiago
se llama a sí mismo "siervo", o mejor "esclavo", y no "apóstol", título que sin
duda podría haber usado con toda justicia. Aunque Santiago era un misionero
digno de respeto en el reino de Cristo de esta tierra, sólo se da el título de
"esclavo". Da, pues, un digno ejemplo para todos los que llevan
responsabilidades en la iglesia. No hay honor más grande que ser "siervo" o
"esclavo" de Dios.

Del Señor.

Santiago reconoce que sus credenciales como "siervo" lo convierten en
representante del Padre y del Hijo. Aunque en esta epístola con frecuencia se
alude a las enseñanzas de Cristo, la única otra referencia directa al Señor,
por nombre, está en cap. 2:1.

Las doce tribus.

Las doce tribus de Israel (ver Gén. 35:22-26; 49:28; Hech. 7:8). Las diez
tribus del reino del norte habían sido llevadas cautivas por los asirios en el
año 722 a. C. (2 Rey 17:6, 23), y sólo unos pocos de sus descendientes
regresaron a Palestina (cf. com. Esd. 6:17; 8:35). Sin embargo, hay algunas
indicaciones de que en los días del NT aún eran reconocidas por lo menos
algunas de esas tribus. Por ejemplo, Ana era de la tribu de Aser (Luc. 2:36;
ver com. Hech. 26:7). Pero Santiago podría haber usado la frase "doce tribus"
para referirse en forma general y colectiva a los judíos, sin tener en cuenta
su procedencia tribal.

Algunos sostienen que Santiago está hablando de las doce tribus del Israel
espiritual (ver com. Apoc. 7: 4); otros, que su carta está principalmente
dirigida a los cristianos de origen judío. Este Comentario apoya el segundo
punto de vista. Pero cualquiera que sea la opinión a la cual uno se incline,
no varía la instrucción espiritual de la epístola.

Santiago indica claramente que tanto él como sus lectores son judíos. Por
ejemplo, se refiere a Abrahán como a "nuestro padre" (cap. 2:2 l) y a la
"congregación [literalmente, sinagoga]" (vers. 2), el lugar donde solían
reunirse los judíos (ver t. V, pp. 57-59). Pero el autor y los lectores a los
que originalmente fue dirigida la epístola también eran cristianos, como lo
demuestran las repetidas referencias a Jesucristo como "Señor" (cap. l: 1, 7;
2: l; 5:7, 11). Por eso, al escribir a "las doce tribus" de "la dispersión",
Santiago se está dirigiendo a cristianos de origen judío en diferentes lugares
de todo el mundo romano (cf. 1 Ped. l: l). No hay razón para pensar que
escribía a judíos inconversos, o que anticipaba que la carta necesariamente
sería leída por miembros de todas las doce tribus de Israel.

Debe recordarse que, en general, los cristianos de origen hebreo de los tiempos
apostólicos siempre se consideraban como judíos piadosos, que en cierto sentido
permanecían siendo fieles al judaísmo y que, en diversos grados, anticipaban
que mediante Jesucristo se realizaría el cumplimiento final de todas las
promesas hechas a Israel por los profetas de antaño (cf Hech. 1:6). Pocos de
ellos entendían que Israel, como nación, había perdido, en beneficio de la
iglesia cristiana, el mandato divino de ser el pueblo escogido de Dios (ver t.
IV, pp. 37-38). La mención de las "doce tribus" recordaría a esos cristianos
judíos su primitiva historia nacional, y les inspiraría la esperanza de que, en
Cristo, pronto podrían poseer la rica herencia prometida a sus padres (ver t.
IV, pp. 28-32). Hasta Pablo, el apóstol de los gentiles, usa el término "doce
tribus" (Hech. 26:7; cf. Mat. 19:28; cf. com. Rom. 11:25-146).

En la dispersión.

Cf. 1 Ped. 1: 1. Se hace referencia específica a la dispersión de los judíos
entre las otras naciones en el tiempo de Ester (Est. 3:8) y en Pentecostés
(Hech. 2:5, 9-11; ver t, VI, mapa p. 140). En cuanto a los judíos de la
dispersión, ver t. V, pp. 61-62. El propósito original de Dios era que los
judíos fueran misioneros para todo el mundo. Aunque Israel dejó de cumplir este
plan, tal como era su propósito original, el efecto de los dos cautiverios
cumpliría -en parte- el propósito inicial de Dios. Se trata más ampliamente el
plan divino para Israel en el t. IV, pp. 28-32.

Salud.

Gr. jáiro, "regocijarse". Compárese con el uso que tiene en Luc. 1:28; ver
com. Rom. 1:7. También se usaba al despedirse con el sentido de "el gozo te
acompañe". Compárese con la forma hebrea de saludar (ver coro. Jer. G: 14).
Este saludo no aparece en otros pasajes de las epístolas. Su uso en Hech.
15:23 es una de las pocas peculiaridades de estilo que insinúan una posible
identificación del autor de esta epístola con el Jacobo de la última parte de
Hechos (ver pp. 513516). 520

2.

Hermanos míos.

El apóstol expresa desde el comienzo el espíritu de hermandad que lo une con
sus lectores. Lo cálido del afecto revelaría la naturaleza constructiva de sus
admoniciones acerca de problemas de la vida diaria. Santiago usa 15 veces esta
forma de dirigirse a sus lectores, o sea un promedio de una vez en cada 7
versículos. Es un esfuerzo evidente para destacar el vínculo de hermandad que
unía su corazón con el de ellos en la comunión cristiana.

Tened por.

"Considerad", "estimad", "pensad". Los cristianos tienen el privilegio y el
deber de considerar con inteligencia las pruebas y las dificultades que los
asaltan en su sendero. Necesitan estudiar y comprender el propósito que tiene
Dios al permitirlas (ver com. Job 42:5; Sal. 38:3; 39:9; Mat.6:13; Rom. 8:28).

Sumo gozo.

Es decir, un gozo puro. Las pruebas y las dificultades de la vida no deben
abrumar, desanimar ni chasquear al cristiano maduro, quien lo soporta todo con
fe y esperanza, "como viendo al Invisible" (Heb. 11:27). El gozo y el valor
del cristiano no se basan en las circunstancias externas que con frecuencia
pueden ser sumamente desagradables, sino en la fe en la providencia soberana de
Dios y en una comprensión inteligente de la forma en que él trata a los seres
humanos. Las filosofías humanas, ya sean religiosas o seculares, quizá
preparen a los hombres para enfrentarse filosóficamente a las dificultades, con
un espíritu tranquilo y paciente; pero el cristianismo enseña a los hombres a
estar gozosos en tales circunstancias debido a una comprensión inteligente de
las causas del sufrimiento y mediante su fe en Dios.

Cuando os halléis.

El cristiano debe esperar periódicamente "pruebas"; esto es evidente por la
palabra "cuando", o más literalmente "cuando quiera". Esas situaciones por
regla general no son buscadas, ni esperadas, ni tampoco se les da la
bienvenida. Además, las "pruebas" aquí mencionadas por Santiago indudablemente
constituyen obstáculos mayores que fácilmente podrían abrumar al que o ha
"confiado" en Dios (ver com. Isa. 26:3-4).

Diversas.

O "varias". Las "pruebas" a las cuales está sujeta la humanidad son múltiples,
particularmente los cristianos.

Pruebas.

Gr. Peirasmós, "Prueba", "dificultad", "aflicción", "tentación" (al pecado,
ver com. Mat. 6:13; cf. com. Mat. 4: 1). Peirasmós incluye aflicciones, como
enfermedades, persecuciones, pobreza y calamidades. Las dificultades, ya sea
que hayan sido causadas expresamente por Satanás para tentar a un hombre a
pecar, o sólo para molestarle y acosarlo, son siempre una prueba para la vida
cristiana.

Hasta los más fervientes cristianos con mucha frecuencia no pueden comprender
el ministerio del sufrimiento y de las pruebas en la formación del carácter.
Como resultado no sólo no aprovechan esas vicisitudes como podrían hacerlo,
sino que hacen que su camino sea más duro, y pierden la comunión con Dios que,
de otra manera, podría haber sido suya. No hay ninguna vicisitud de la vida,
no importa cuán amarga o desanimadora sea, que por la providencia de Dios y la
gracia de Cristo no pueda contribuir al crecimiento cristiano, a acercarnos más
a Dios y a enriquecer nuestra comprensión de su amor para nosotros. Pablo es
el ejemplo clásico del NT en cuanto a la forma en que un cristiano puede
convertir toda derrota en una victoria (ver com. 2 Cor. 2:14; 4:8-11; 12:7-10).
Un análisis más completo de la actitud cristiana frente a las pruebas y el
sufrimiento, se halla en com. Sal. 38:3.

3.

Sabiendo.

El vers. 3 presenta la base para el regocijo que se menciona en el vers. 2.
Santiago recuerda a sus lectores que el gozo personal, en medio de las
aflicciones de la vida, sólo puede ser sentido por los que les hacen frente con
una sana y firme filosofía cristiana.

Prueba.

Gn dokímion, como sustantivo, "prueba" o "medio de prueba"; como adjetivo
neutro, "lo aprobado", "lo genuino"; "la calidad probada" (BJ). Esta palabra
se refiere no sólo a la prueba de la fe de un cristiano, sino en forma más
precisa al atributo de la fe que la hace triunfar sobre los problemas de la
vida. En los papiros (ver t. V, pp. 106- 1 08) se usa en relación con el oro
para describir el "oro genuino", es decir, el oro que pasa la prueba porque es
genuino. Por eso la frase "la prueba de vuestra fe" podría referirse a la fe
que está a la altura de la prueba.

Fe.

Gr. pístis, "fe", "creencia", "confianza", "fidelidad". Santiago habla de la
fe que se ha enfrentado victoriosamente con los diversos problemas de la vida,
o sea las "diversas pruebas". Cada conflicto con la "prueba" fortalece la fe y
la fidelidad del cristiano victorioso 521 Así como un veterano fogueado en
muchas batallas, que ha aprendido a enfrentarse con confianza a los peligros es
más digno de confianza que un recluta bisoño, de la misma manera el cristiano
victorioso se halla mejor preparado para las futuras pruebas que aquel cuya fe
aún no ha sido probada.

Esta fe es la convicción inmutable de que Jesucristo tiene un plan
satisfactorio para la vida de cada uno y que proporciona la solución para cada
prueba. El hombre de fe cree que ninguna persona ni ninguna circunstancia puede
desvirtuar el plan que Dios tiene para la felicidad de sus hijos.

Paciencia.

Gr. hupomone, "firmeza", "perseverancia", "constancia", "paciencia" (ver com.
Rom. 5:3). Este poder para resistir es resultado de la fe que ha sido probada
y ha triunfado. Es muy común que la palabra "paciencia" sugiera a muchos una
simple sumisión pasiva; sin embargo, hupomone destaca el poder activo y
permanente que hace triunfar a los hombres sobre sus "diversas pruebas" (ver
Luc. 8:15; Rom. 2:7; Heb. 10:36; Apoc. 14:12). Esta cualidad positiva del
carácter es necesaria para todos los que hacen frente a difíciles adversidades,
ya sea de naturaleza personal, o las que a menudo hay que enfrentar cuando se
procura hacer progresar la causa de Dios. Por la fe creemos que Dios está
actuando con nosotros, y esta convicción crea una estable firmeza que es
invencible.

4.

Tenga.

La adquisición de una paciente perseverancia es, en realidad, el proceso de
desarrollar un carácter semejante al de Cristo. Para obtener el resultado que
se espera de una paciencia activa, que es en sí producto de una fe gozosa, no
debemos limitar ni debilitar nuestro poder de resistir debido a nuestras
murmuraciones, quejas o rebeliones. Ver com. Isa. 26:3.

Obra completa.

"Perfecta su obra" (RVA); "obra perfecta" (BC, NC). Ver. com. Mat. 5:48. La
mejor forma de expresar el significado es: "La paciente resistencia continúe
hasta que haya completado su tarea". Compárese con Juan 17:4, en donde Jesús
habla de haber llevado adelante su tarea fijada hasta terminar "la obra".

Perfectos y cabales.

No debe faltar ni un solo rasgo deseable en el carácter Cada uno debe ser
perfectamente desarrollado. Estos dos adjetivos juntos sugieren la más
completa adquisición posible de una vida semejante a la de Cristo. La paciente
resistencia nos ayudará a cumplir esta tarea de reproducir el carácter de
Cristo, que es la "obra" que Dios nos ha dado para que hagamos.

5.

Si alguno.

Basándose quizá en su propia experiencia. Santiago se da cuenta de que sus
hermanos en la fe no han alcanzado todavía la meta deseada de la madurez
cristiana que se describe en el vers. 4. Ahora explica cómo cualquiera puede
hallar el poder y el entendimiento que lo convertirán en un cristiano
victorioso en medio de los problemas de la vida.

Falta.

Gr. , "no alcanzar". Compárese con el uso de este vocablo en Luc. 18:22.

Sabiduría.

Gr. Sofía, "sabiduría", "sagacidad", "prudencia" (ver com. Luc. 2:52; 1 Cor.
1: 17). Esto incluye aun más que el conocimiento exacto, porque el simple
conocimiento no garantiza un proceder correcto ni siquiera el razonamiento
correcto. " sabiduría nos ayuda a dar el verdadero valor a todo lo que exige
nuestra atención, y nos asegura el debido uso del conocimiento cuando nos
esforzamos por proceder con rectitud.

Pídala

La sabiduría debe buscarse constantemente para poder enfrentar con éxito cada
nueva prueba de fe y resistencia, como se vio en los vers. 3 y 4. Muchos
problemas de la vida son desconcertantes para el que no sabe hacerles frente
dándoles un enfoque cristiano. Para ver la vida como Dios quiere que la
veamos, diariamente necesitamos asegurarnos de que nuestros ojos han sido
ungidos con el óleo de la sabiduría celestial. Ver com. Mat. 7: 1 l; Luc. 18:
1-18.

Dios, el cual da.

El AT se refiere a menudo a esa sabiduría que sólo Dios puede dar al hombre
(ver Prov. 2:6). Mediante su Santa Palabra Dios nos reanima en medio de las
complejas y difíciles pruebas, y debido al enfoque celestial que esa sabiduría
nos proporciona podemos tener "por sumo gozo" cuando los problemas de la vida
nos abruman.

Nuestro Dios es uno que "da" y también un Dios "justo" y "amante". En Sal.
145:17-19 se sugiere que debido a que el Señor es "justo", siempre está
dispuesto a cumplir "el deseo de los que le temen". Dios es generoso por
naturaleza (ver com. Juan 3:16), y no podemos atribuirle mayor honor que
buscar con humildad sus dádivas de sabiduría y fortaleza día tras día.

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