16 de enero de 2011

Baruc



Construir un legado en un mundo que se derrumba
Imagine la lectura de la siguiente nota bibliográfica:
Jeremías hijo de Hilcías, según dictó a Baruc hijo de Nerías, Las pala­bras de Jeremías, Serie de la Biblioteca del Templo, tomo 15 (Jerusalén: Biblioteca del Templo [580 a. C.]), 52 capítulos. Solo disponible en formato pergamino y por lo tanto, de valor incalculable. Se han re­producido algunas selecciones y se informa de algunas ediciones limi­tadas en Babilonia.
Este libro es una colección de numerosas visiones proféticas dirigi­das tanto a los individuos, como a la nación judía en su conjunto. Si bien esta compilación fue transcrita por Baruc, Jeremías supervisó muy de cerca la obra. Aunque está íntimamente involucrado en la produc­ción y distribución de la obra, Baruc niega toda participación que pu­diera influir en el contenido o modificarlo (Jeremías 36:18). El volumen ac­tual es una ampliación del primer volumen, más corto, que fue destrui­do deliberadamente por el rey Joacim (36:32). El libro consta de las diversas visiones y sermones que tuvieron lugar en el marco histórico de los últimos días del reino de Judá. El hecho de que sea mucho más pertinente y personal que una revisión histórica académica se hace evi­dente en los perspicaces datos biográficos esparcidos por todo el volu­men. Tanto el autor como el transcriptor se enfrentaron a una violenta oposición durante el proceso de escritura. El autor apoyaba la sumisión a Babilonia y advirtió contra el intento de formar una alianza con Egipto. El libro utiliza el método «del premio y el castigo» en cuanto a las profecías: presenta los deprimentes resultados de la desobediencia, equi­librándolos con las descripciones de un futuro glorioso para aquellos que aman a YHWH, en el que se unirán bajo un «renuevo justo» de la «casa de David» (Jeremías 33:15). Este libro es de lectura obligada, no solo para quienes ocupan cargos de liderazgo, sino para aquellos que desean se­riamente encontrar la dirección personal en tiempos de caos político y económico. La calidad literaria, así como la viabilidad de las muchas predicciones, trasciende la prueba del tiempo. 


Personajes
Baruc: Su nombre significa «bendito», y fue sin duda una bendición para el profeta Jeremías. Su figura aparece cuatro veces en el libro de Jeremías (32:12-16; 36; 43:1-7; 45) y el hecho de que su padre Nerías sea mencionado en la mayoría de estas referencias, sugiere que pertenecía a una familia respetada de Judea. Jeremías 51:59 dice que Seraías, el jefe de expedición de Sedequías, último rey de Judá, (RV95) era hijo de Nerías, y por lo tanto, posiblemente hermano de Baruc. Como escriba, Baruc era miembro de un selecto grupo de personas que certificaban las transacciones de compra y venta de tierras, y escribía importantes textos administrativos y decretos, además de participar en el gobierno del país.
Jeremías: Profeta del Señor, oriundo de Anatot, en el territorio de Ben­jamín, a unos 4.5 kilómetros al noreste de Jerusalén, y miembro de una familia sacerdotal. Jeremías fue llamado al ministerio profético en el año 627 a. C, el decimotercer año de Josías rey (Jeremías 1: 2) y ejerció su ministerio en Jerusalén como mensajero de Dios hasta la destruc­ción final de la ciudad por parte de los babilonios, en el año 586 a. C. Quizá debido a la intervención de Daniel en la corte de Nabucodonosor y sus mensajes claros a favor de Babilonia, el rey de Babilonia se dio a la tarea de buscar al profeta perseguido para liberarlo después de la caída de Jerusalén (Jeremías 39:11-14; 40:1-6). A raíz de la revuelta final ca­pitaneada por los líderes renegados de Judea contra Gedalías, el gober­nador designado por Babilonia; Jeremías es llevado contra su voluntad a Egipto, donde sigue actuando como profeta de Dios y muy probablemente muere (Jeremías 41, 43).
Josías: Josías es el último buen rey de Judá, que asciende al trono después del corto reinado de su impío padre Amón (2 Reyes 21:19-26) e inicia una reforma y un renacimiento político sorprendentes en Judá (alrededor de los años 640-609 a. C). Llega al trono a la edad de ocho años y muere prematuramente en la batalla de Meguido contra el fa­raón egipcio Necao (2 Reyes 23:29, 30). En 2 Crónicas 34:3 se nos dice que a los 16 años (después de reinar durante ocho años) Josías comienza a buscar al Dios de su padre David, y cuatro años después a erradicar acti­vamente las prácticas idólatras de Judá y Jerusalén. Cuando Josías cumple 26 años, inicia las reparaciones del templo de Jerusalén (2 Reyes 22:3-5) y durante el proceso de restauración, los trabajadores encuentran el libro de la ley, que conduce a nuevas reformas en Judá.
Joacim: Como el segundo hijo de Josías (2 Reyes 23:36; 1 Crónicas 3:15; 2 Crónicas 36:5) se convierte en rey de Judá en el 609 a. C, tras el breve reinado de su hermano primogénito Joacaz, quien fue exiliado a Egipto por el faraón Necao (2 Reyes 23:31-35). Su reinado está marcado por un fuerte declive tanto espiritual como político. Tras haber escuchado la lectura de la «primera edición» de las profecías de Jeremías, decide uti­lizar el rollo de la Palabra del Señor como «leña» para encender su bra­sero de invierno (Jeremías 36:23). Joacim muere justo antes de la segunda invasión babilónica de Jerusalén en el año 598 a. C.
Sedequías: Es el último rey de Judá, y había sido escogido por Nabucodonosor después de la caída de Jerusalén en el año 597 a. C. El nombre de nacimiento de Sedequías era Matanías y era el hijo menor de Josías. Su nuevo nombre se puede traducir como «el Señor es mi jus­ticia». Sin embargo, en lugar de vivir de acuerdo con este nombre, las acciones vacilantes de Sedequías pusieron a Jerusalén en el camino de la destrucción definitiva. Las numerosas intervenciones de Jeremías ante Sedequías son ignoradas (Jeremías 21, 34, 37; 38:14-28) y Jerusalén y el Templo son destruidos finalmente en el año 586 a. C. tras un asedio de tres años por parte de las tropas de Babilonia. El último rey de Judá es hecho prisionero en su intento por escapar de la ciudad en llamas. Después de presenciar la ejecución de sus hijos, es cegado y enviado cargado de cadenas a Babilonia (Jeremías 39:4-7). 


Información sobre el contexto
Baruc vivió en un momento de una gran agitación política y espiri­tual. El reinado de Josías marca la última oportunidad de evitar la des­trucción y el juicio de Judá, pero por desgracia, el último rey justo de Judá muere de manera prematura. Después de la muerte de Asurbanipal, último rey neo-asirio importante, en el año 633 a. C, una serie de gobernantes asidos da lugar a disturbios y a la pérdida del control cen­tral; lo que da más poder a los estados vasallos, incluido Judá. Durante este tiempo, Nabopolasar, el gobernante de Babilonia y padre de Nabucodonosor, establece la estrella ascendente del Imperio Neobabilónico en el año 626 a. C. y junto con los medos, comienza a atacar las fortalezas asirías de Nínive (612 a. C), Harán (610/609 a. C), y Carquemís (605 a. C). El relato bíblico de estos acontecimientos se ha visto enriquecido y confirmado por el descubrimiento de las Crónicas de Babilonia, las cuales contienen una descripción formal (aunque in­completa) de los asuntos de estado babilónicos a partir de 745 a. C. hasta 538 a. C. 
En los tiempos de Baruc (y también antes) los escribas representa­ban una clase poderosa de líderes administrativos cuya competencia iba más allá del mero registro de hechos o números y cifras. No debe­mos confundir a un escriba antiguo con un secretario que trabaja duro o un auxiliar administrativo eficiente. Los escribas de Egipto y Mesopotamia eran miembros clave de las unidades administrativas, y estaban obligados a mantener en perfecto funcionamiento un estado cada vez más complejo. También eran fundamentales para la transmisión de la literatura sapiencial, y aunque el Antiguo Testamento no contiene afir­maciones explícitas sobre la existencia de escuelas de escribas, lo más probable es que existieran durante el período monárquico. Teniendo en cuenta estos hechos, es importante recordar que el trabajo de Baruc para Jeremías no fue superficial o sencillamente clerical, sino que representó un compromiso con la inamovible «palabra del Señor» por parte de Baruc, quien pudo haber hecho una mejor carrera en la corte (como al parecer hizo su hermano [ver Jeremías 51:59]).
Durante la década de 1970 una bula con el sello y el nombre de Baruc apareció en el mercado de antigüedades y fue publicado posterior­mente por el arqueólogo israelí Nahman Avigad. Si bien no sabemos el lugar exacto donde se encontró la bula, se cree que procedía de una excavación legal de una parte de Jerusalén. Hoy en día se encuentra en el Museo de Israel. Su inscripción dice lo siguiente: «Perteneciente a Berekyahu, hijo de Neriyahu, el escriba».
Tanto Berekyahu como Neriyahu son las formas alongadas de los nombres Baruc y Nerías, adjuntando la forma corta del nombre divino Yahveh al nombre bíblico. El hecho de que Baruc fuera dueño de su propio sello destaca su importancia en la sociedad de Judea.
Muchas tradiciones sobre de Baruc han sobrevivido en las fuentes judías y cristianas, retratándolo como un sabio prudente, vidente y su­cesor del profeta Jeremías. En la literatura judía y cristiana existe una serie de libros seudoepigráficos con el nombre de Baruc. Con todo, ninguno de estos libros o sus tradiciones acompañantes tiene una base bíblica. 

Acción
El ministerio de Jeremías (y por ende, el servicio de Baruc) está mar­cado por frecuentes altas y bajas, aunque parece que predominan más las bajas. Llamado de joven para hablar por el Señor (Jeremías 1:6), Jere­mías, junto a su amigo Baruc, no solo es testigo de problemas interna­cionales y una gran agitación, sino también del desastre nacional, la di­famación personal y la decadencia espiritual. Tras los primeros signos de esperanza de reforma y de cambio bajo el reinado de Josías, los reyes posteriores de Judá, o bien no están interesados en volver al Dios de David, o están tan preocupados por las apariencias que poco les impor­ta nada.
Después que Baruc escribió por primera vez las profecías de Jeremías en el cuarto año del reinado de Joacim, alrededor del año 605 a. C. (Jeremías 36:1), el profeta le pide un día que se celebraba ayuno en el Templo que se ponga de pie donde está y que lea el mensaje (versículo 6). Tal vez el ayuno había sido proclamado por el peligro babilónico que se aveci­naba desde el norte, quienes después de la derrota final de la coalición de Egipto y Asiría en Carquemís en el 605 a. C, se habían trasladado hacia el sur para someter a los pequeños estados de Siria-Palestina. Como siempre ocurre en el ministerio profético, los oráculos de juicio tenían la intención de mover el corazón endurecido de un pueblo que, tanto en la práctica como en la teoría, había abandonado al Señor (versículo 7).
Baruc hace lo que se le pide. Después de leer el mensaje al pueblo, los consejeros del rey solicitan una lectura privada del mensaje de Jere­mías (versículos 14, 15) y encuentran el contenido tan perturbador que reco­miendan la lectura al rey. Los funcionarios, quienes conocen el carácter y las lealtades de su rey, aconsejan a Jeremías y a Baruc que mantengan un perfil bajo y que presenten con mucho cuidado las palabras de Jere­mías al rey Joacim. Sin embargo, la contrición y el duelo que se espera­ban del rey no ocurren. Más bien, el rey corta el rollo tajo a tajo, y lo quema en el brasero que calienta la cámara (versículos 23, 24). Nadie tiene miedo. Nada va a cambiar, con excepción por supuesto de que el rey ordena detener y hacer frente a los alborotadores (es decir, a Jeremías y a Baruc). En consecuencia, Baruc pasa a la clandestinidad.
No sabemos qué fue de Baruc. ¿Murió en la caída de Jerusalén? ¿Fue llevado con Jeremías a Egipto? El historiador judío Josefo registra que cuando Nabucodonosor invadió Egipto Baruc fue llevado a Babilonia (Antigüedades de los Judíos, 10.179-182), pero no tenemos hechos histó­ricos que apoyen esta sugerencia.
Sin embargo, la historia de Baruc no termina con un signo de interrogación. Jeremías registra un mensaje especial de Dios cuando se en­frenta a la persecución del rey Joacim (Jeremías 45:1-5). Volveremos a ella en la sección En profundidad. 

En profundidad
¿Alguna vez hemos imaginado qué nos diría YHWH si nos enviara un mensaje personalizado? No estoy hablando del profundo «de tal ma­nera amó YHWH al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito [...]» (Juan 3:16) o del majestuoso «sabemos, además, que a los que aman a YHWH, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su pro­pósito son llamados» (Romanos 8:28). Me refiero a algo más personal, es­crito especialmente para nosotros de forma individual. Pocas personas han tenido ese privilegio, y Baruc es uno de ellos. En esta sección estu­diaremos más a fondo Jeremías 45:1-5, y profundizaremos en el men­saje especial de YHWH para Baruc. Tal vez terminemos descubriendo que él también tiene algo especial que decirnos.
El primer versículo del capítulo 45 viene a ser como una especie de encabezamiento que ubica los siguientes versículos en el tiempo y el es­pacio. Hay un vínculo claro con Jeremías 36 y la quema del primer ro­llo. El versículo 2 contiene una fórmula típica de mensajería que indica el origen del mensaje, el mensajero y el destinatario.
Jeremías 45:3 no presenta un panorama halagador en un principio. YHWH envía un mensaje a través de Jeremías, haciéndose eco de la falta de esperanza de Baruc. Nos gusta la traducción de la versión Nueva Biblia Española: «Tú dices: "¡Ay de mí!, que el Señor añade penas a mi dolor; me canso de gemir y no encuentro reposo"». Al igual que cuando Jeremías ex­perimentó el momento de desesperación (Jeremías 15:18; 20:7-18), Baruc siente que no hay esperanza para él. Al centrarse en su propia situación, cierra todas las vías posibles para adquirir valor y encontrar ayuda.
La frase «el Señor añade penas a mi dolor» refleja la creencia del Antiguo Testamento que ve a YHWH como el responsable de todo, incluso de las cosas malas que nos suceden. El término «dolor» se repite con frecuencia en los Salmos, especialmente en los salmos de lamentación (cf. Jeremías 20:18): dolor por la terrible palabra de juicio contra Judá y su rey, dolor por las oportunidades y las posibilidades desaprovechadas.
Al principio, el mensaje de YHWH aparentemente causa más dolor. ¿No hay esperanza para el pueblo de YHWH y para Baruc? La elección de los ver­bos (edificar/derruir, plantar/arrancar) refleja el llamamiento de Jeremías (Jeremías 1:10); así como muchas otras referencias en el libro (Jeremías 12:14-17; 18:7-9, etc.) representan este importante tema. De alguna manera, uno puede sentir el dolor de YHWH en estas palabras. El que quería construir la ciudad y plantar la viña perfecta (Isaías 7:1-7) tiene que derribar y arrancar de raíz. El juicio es inevitable. A fin de evitar el crecimiento descontrolado del virus del mal, la injusticia social y la idolatría, es ne­cesario un juicio.
En Jeremías 45:5 Dios lanza una pregunta retórica y rápidamente la responde él mismo. En esencia, está diciendo: «Baruc, amplia tu pano­rama. No busques grandes cosas para ti mismo, pues voy a traer el de­sastre sobre toda carne» (la misma frase se utiliza en Génesis 6:12, 13). Sin embargo, hay un «pero» divino que da pie a la esperanza: «Te concederé la posibilidad de conservar la vida dondequiera que vayas» (NVI).
Es hora de que Jerusalén y Judá regresen a lo básico. Es hora de que Baruc regrese a lo básico. YHWH, el soberano Creador del universo, con­trola todos los asuntos humanos, incluyendo la vida de Baruc. El «vivi­rás» de YHWH viene a ser el contrapeso de la decadencia de la comunidad. YHWH aún está dispuesto a apostar por las vidas humanas y a inver­tir en lo indigno. La promesa de Juan 3: 16 sigue siendo una realidad por llegar.
En el libro de Jeremías hay otra persona que recibe la promesa de salvación personal: Ebed-melec, el siervo etíope de Sedequías que salvó la vida del profeta cuando este fue arrojado a la cisterna vacía. En Jere­mías 39:18 él también escucha esta promesa personal.
Respuestas
Entonces, ¿cómo vamos a vivir'? Baruc vivió en un tiempo que es un re­flejo del tiempo del fin. El mundo en el que se había criado estaba a punto de ser trastocado. A escala nacional, el reino de Judá venía a ser como un peón en la lucha entre Egipto y Babilonia por la supremacía mundial. Por mucho que les hubiera gustado pensar en sí mismos co­mo independientes, en realidad no lo eran y repetidamente se vieron obligados a tomar partido.
Para nosotros, que vivimos al final de la historia del mundo, hay muchas similitudes entre el mundo de Baruc y el nuestro. Todos, colec­tiva e individualmente, estamos atrapados en el gran conflicto cósmico entre YHWH y Satanás. Al final no habrá ningún terreno neutral. A través de las profecías de Jeremías, tan fielmente copiadas y distribuidas por Baruc, YHWH les dijo claramente qué lado escoger. Durante casi cincuen­ta años Dios envió mensajes detallados, prediciendo lo que serían las consecuencias de su elección por la fidelidad. Nosotros tenemos mucho más que cincuenta años de profecías hacia dónde mirar. A través de la Biblia, YHWH nos ha dado un cuadro profético muy claro de cómo será nuestro futuro, dependiendo de si elegimos a YHWH o a Satanás.
Entonces, ¿cómo era el tiempo del fin para Baruc? La vida de Baruc parecía transcurrir de manera normal hasta justo antes de que el rey de Babilonia atacara la ciudad de Jerusalén. La gente se esforzaba por salir adelante en la vida. Baruc, con su familia bien relacionada y su buena educación, podía soñar con una distinguida carrera política, incluyendo una hermosa casa y un elevado nivel de vida. En nuestro mundo mate­rialista, la mayoría de nosotros somos presionados para ser y tener más. En esta vida se nos mide por lo que tenemos y hacemos en lugar de por lo que somos. El tiempo del fin de Baruc debería poner nuestro tiempo del fin en perspectiva. Cuando finalmente el ejército del rey de Babilo­nia llegó y asedió Jerusalén, todo aquello por lo que la gente había vi­vido perdió repentinamente su valor. ¿De qué servía una buena carrera en la corte si Jerusalén estaba sufriendo una hambruna de dieciocho meses? Las grandes murallas serían derribadas. Pronto la ciudad sería un montón de escombros. Las bellas y bien amuebladas casas que eran la envidia del vecindario no sería más que silos quemados y saqueados. El templo que representaba la seguridad del pueblo sería destruido. Los cargos importantes que todos ansiaban desesperadamente pronto se­rían los más peligrosos.
Baruc tuvo que tener fe en las profecías de lo que vendría, incluso cuando a su alrededor los malvados vivían en una prosperidad aparen­te (Jeremías 12:1-4). A la gente no le gustaba escuchar los mensajes que pre­gonaba contra el pecado. Llamar al arrepentimiento a las personas no era popular. Jeremías acabó en la cárcel (Jeremías 38) y Baruc se vio obligado a esconderse. La profecía especial dada a Baruc en un momento de de­sánimo lo ayudó a enfrentarse a su tiempo del fin (Jeremías 45:1-5). Baruc había aprendido a ver la vida cotidiana a la luz de los acontecimientos del tiempo del fin, y en vez de buscar grandes cosas para sí mismo, encontró y cumplió su propia pequeña misión apoyando los más grandes fines de YHWH. 
Reacción
Nada parece tan sólido o inalterable como el suelo que pisa­mos hasta que experimentamos un terremoto. Recuerdo el espectáculo surrealista del piso del baño ondeando hacia mí en un poderoso terremoto en Chile. Las cosas que se suponían sólidas de repente parecían líquidas. La historia de Baruc me han permitido una vez más experimentar los acontecimientos del tiempo del fin de una manera vivida. Las cosas no van a funcionar normalmente para siempre. ¡YASHUA vendrá otra vez!
Ser escriba y miembro de un grupo selecto garantizaba privi­legios y puertas abiertas. Pero Baruc parece renunciar a estos privilegios porque cree en la causa de Jeremías, y escucha al ELOHIM de Israel y está dispuesto a seguirlo. Me gustaría poder ver más allá, Y centrarme en el ver­dadero sentido de la vida, aquel que abandonó su posición privilegiada en la corte del cielo y se convirtió en un bebé humano, nacido en una familia pobre de Palestina. Baruc, ¡has sido una inspiración para mí!

Escribir sobre algunos de los personajes secundarios del Antiguo Testamento nos ha cambiado, y esperamos que la lectura de este libro y la reflexión sobre estos individuos haya cambiado también al lector. Contemplar el maravilloso (y a veces sorprendente) tapiz de las Escrituras es siempre emocionante. Pero reconocer que estas historias pue­den ser también nuestras historias lo es aún más.
Esperamos y oramos por que las historias sigan, así que nos encan­taría escuchar su historia. YHWH todavía trabaja en Ahmed Ministerio y en el mundo, y utiliza mediante su gracia a personas comunes y corrientes para transformar a la gente y las realidades de diversas maneras.
Una cosa que quisiéramos dejarles, estimados lectores, tiene que ver con la maravillosa Palabra de YHWH. Una vez más nos dimos cuenta de que las Escrituras son una fuente inagotable de nuevas perspectivas, ideas y conceptos que no dejan de sorprendernos. Todos ellos están ahí, listos para ser descubiertos y compartidos.
Es posible que los manuscritos bíblicos fueran que­mados o destruidos durante el terrorífico reinado anterior de Manases, el abuelo de Josías. El descubrimien­to de una copia de la ley (posiblemente el Pentateuco o una sección del mismo), sin duda daría lugar a cam­bios importantes.
Una discusión útil de la importancia historiográfica de las Crónicas de Babilonia se puede encontrar en J. A. Brinkman, «The Babylonian Chronicle Revisited» [Las Crónicas de Babilonia revisadas] en Lingering Over Words: Studies in Ancient Near Eastern Literature in Honor of William L. Moran [Detenerse en las palabras: Estudios sobre la literatura del antiguo Oriente Próximo en honor de William L. Moran], ed. T. Abusch et al.; Harvard Semitic Studies [Estudios semíticos de Harvard], N° 37 (Atlanta, Georgia: Scholars Press [1990])! pp. 73-104. Compárese también con Jens Kofoed Bruun, «Fact and Fiction in the Ancient Near East: The Assirian Royal Inscriptions, The Babylonian Chronicles, and the Books of Kings in the Hebrew Bible» [Realidad y ficción en el Antiguo Oriente Próximo: Las inscripciones reales asirías, las Crónicas de Babilonia y los Libros de los Reyes en la Biblia hebrea] SEE-J. Hiphil 1 (2004), pp. 1-15, disponible en línea (consultado el 4 de noviembre de 2009).
Véase Nahman Avigad y Benjamin Sass, Corpus of West Semitic Stamp Seals [Corpus de sellos semíticos occidentales] (Jerusalén: Israel Academy of Sciences and Humanities/Israel Exploration Society/lnstituto de Arqueología de la Universidad Hebrea de Jerusalén [1997]), pp. 175-176, bula N° 417.

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