30 de julio de 2009

La bestia que sube del mar



Pr. Ahmed Nahr Wadi
Doctor en Teología

Quienes planean hacerle la guerra a alguien generalmente buscan apoyo adicional, particularmente si el enemigo que enfrentan tiene la reputación de ser poderoso. Eso explica por qué Jesús nos dijo que sin él no podemos hacer nada (Juan 15:5). Las fuerzas del mal son demasiado poderosas para que cualquier ser humano se atreva a confrontarlas con su propia fuerza, sin la ayuda de la verdadera fuente del poder: Jesucristo, quien siempre las ha vencido. Solamente nuestra unión con Cristo nos capacita - por medio del poder del Espíritu- para vencer así como él venció. Todos los creyentes han formado una alianza, un pacto con el Señor. Ellos se han comprometido a depender de él en sus luchas y conflictos con el mal, sabiendo que el Señor los fortalecerá y apoyará durante los momentos más difíciles.

En su guerra contra el remanente, el dragón se da cuenta de que frente a él hay un enemigo temible y que necesita formar una alianza con los poderes religiosos falsos y con las agencias políticas para lograr sus propósitos. Apocalipsis 13 describe esa alianza o coalición. El dragón intenta unir al mundo contra el pueblo remanente de Dios como parte de su último intento por convertirse en el único y exclusivo gobernante de nuestro mundo. Sabiendo que Cristo lo venció en el cielo y en la cruz, y que no ha podido destruir a la mujer, el dragón ahora es más cuidadoso al planear su última batalla contra el remanente.

En lugar de lanzar un ataque masivo de manera inmediata, el dragón "se fue" , es decir, fue a prepararse para hacer guerra contra el remanente (Apoc. 12:17). ¿Adónde fue? Apocalipsis 12: 18 [en algunas versiones], que debiera ser parte del capítulo 13, nos dice que se fue a la orilla del mar para coordinar sus planes con una bestia que sube del mar y otra que surge de la tierra. Juntos formarán una poderosa coalición para pelear contra el remanente. Por ahora nos concentraremos en la bestia del mar (Apoc. 13:1-10).

Estructura del pasaje

Los escritores bíblicos -en su afán de comunicarse eficazmente con su audiencia, organizaban de diversas maneras sus ideas o el mensaje que recibían. Al estudiar cómo estructuró el autor su pasaje bíblico evitamos malinterpretarlo y estamos en condiciones para seguir la corriente de su pensamiento sin grandes dificultades. Apocalipsis 13:1-10 parece estar organizado de la siguiente manera:

Descripción de la bestia 13:1-2a

Experiencia de la bestia 13:2b-4 Recepción del poder 13:2b

Pérdida del poder 13:3a

Restauración del poder 13:3b-4


Obra de la bestia Blasfema 13:5a

Ejerce autoridad 13 :5b

Blasfema 13:6

Ejerce autoridad 13:7


Experiencia futura de la bestia 13:8-10a Restauración del poder 13:8

Pérdida del poder 13:9 - 10b

Exhortación - Descripción de los santos 13:10b


Vamos a seguir este bosquejo en nuestra exposición del pasaje.

Descripción de la bestia

La primera bestia se levanta de lo profundo del mar, símbolo de caos y reino de lo demoníaco y malo que el Señor eliminará en el futuro (Apoc. 2 1: 1). La descripción de la bestia indica que es en realidad la representante del dragón. Al igual que él, tiene diez cuernos y siete cabezas; pero ahora los cuernos tienen diez "diademas" o coronas, un detalle que sugiere que el reino simbolizado por esta bestia es ya un reino dividido. La descripción posterior clarifica nuestra identificación de este poder. Su cuerpo era semejante a un leopardo, los pies eran como los de un oso y la boca como la de un león. Estos detalles llevan al lector a Daniel 7, en donde encontramos los mismos símbolos personificando a reinos diferentes. El león representaba a Babilonia, el oso a Medo-Persia y el leopardo a Grecia. Apocalipsis los menciona invirtiendo su orden; no sólo porque tales reinos pertenecen al pasado, sino también porque Juan quiere que entendamos que la bestia del mar es la misma que la cuarta bestia de Daniel 7: Roma pagana y eclesiástica. El hecho de que los cuernos tienen coronas indica que la obra de la bestia del mar ocurre después de la división del Imperio Romano pagano. Por lo tanto, la bestia del mar simboliza a la Roma eclesiástica.

Experiencia de la bestia (Apoc. 13.2b-4)

Recepción del poder Al salir la bestia del mar, el dragón la comisiona como su representante concediéndole su poder, trono y gran autoridad. Éste es básicamente un ritual de entronización durante el cual el dragón designa a la bestia como su corregente. En cierta forma esto es paralelo a la entronización de Cristo descrita en Apocalipsis 5. De hecho, a través del libro de Apocalipsis Juan describe a Satanás y a la bestia tratando de imitar a Dios y a Cristo. Los paralelos son impresionantes:


Lo divino contrastado con lo demoníaco en el libro de Apocalipsis

DIOS
DRAGÓN / SATANÁS


1. Santa Trinidad: el Padre, Cristo y el Espíritu Santo (Apoc. 1:4, 5)
1. Falsa trinidad: el dragón, la bestia y el falso profeta (Apoc. 12:13; 16:13,19)

2. Dios se sienta sobre un trono (Apoc. 4:9)
2. Satanás tiene un trono (Apoc. 2:13)

3. Dios es adorado por los habitantes del universo (Apoc. 4: 10; 5:13)
3. Satanás es adorado por los habitantes de la tierra (Apoc. 13:4)

4. La ciudad de Dios es la Jerusalén celestial (Apoc. 21:2, 10)
4. La ciudad de Satanás es Babilonia (Apoc. 14:8; 18:10)

5. Dios sella a su pueblo (Apoc. 7:4)
5. Satanás pone una marca sobre sus seguidores (Apoc. 13: 16)

6. El pueblo de Dios está representa do por una mujer pura (Apoc, 12: 1)
6. Los seguidores de Satanás están representados por una ramera (Apoc. 17:2)

7. Dios se llena de ira contra sus enemigos (Apoc. 11: 18; 19:15)
7. Satanás se llena de ira contra la iglesia (Apoc. 12:12)

8. Dios tiene tres mensajeros angélicos (Apoc. 14:6-11)
8. Satanás tiene tres mensajeros demoníacos (Apoc. 16:13, 14)

9. Dios le da autoridad a Cristo (Apoc. 2:27)
9. Satanás le da autoridad a la bestia (Apoc. 13A).

También encontramos algunos paralelos entre Cristo el Cordero, y la bestia del mar.

Lo divino y lo demoníaco
EL CORDERO DE DIOS
LA BESTIA DEL MAR


1. Cristo recibe autoridad del Padre (Apoc. 2:27)
1. La bestia recibe autoridad del dragón (Apoc. 13:2,4)

2. Cristo se sienta en el trono con el Padre (Apoc. 3:21)
2. El dragón le da su trono a la bestia (Apoc. 13:2,4; 16:10)

3. Cristo es a orado por el universo (Apoc. 5:13, 14)
3. La bestia es adorada por los habitantes de la tierra (Apoe. 13:4, 12)

Como podemos ver, el libro de Apocalipsis usa casi los mismos términos e imágenes para describir tanto la actividad de Dios como la de Satanás; la de Cristo, como la de la bestia que surge del mar. Por medio de este recurso literario Apocalipsis procura revelar la verdadera naturaleza del engaño satánico: Satanás quiere ocupar el lugar de Dios en nuestro planeta, y planea lograr su objetivo mediante la falsificación de lo divino. Con ese fin le dio poder a la bestia.

Pérdida del poder. Sin embargo, una herida mortal amenazó seriamente el poder de la bestia (Apoc. 13:3a), evento que ocurrió al Final de los 1260 días en 1798, durante la Revolución Francesa, cuando el general Alexander Berthler tomó prisionero a Pío VI y el prelado murió en prisión. En ese tiempo "muchos pensaron que la destrucción de la Santa Sede por fin se había logrado, y la posición del papado ciertamente había alcanzado su nadir bajo él".[2] El arresto y muerte de Pío VI "marcó un punto bajo en la fortuna papal al cual no se había llegado por siglos y dio origen a la profecía de que la sucesión apostólica había llegado a su fin con el fallecimiento de 'Pío el último'",[3] gobierno francés esperaba destruir al gobierno pontificio después de la muerte del papa al no permitir la elección de otro papa. El heridor esperaba acabar con el sistema.

Restauración del poder La profecía declaraba que la herida sería sanada de modo que lo que parecía imposible iba a ocurrir. De hecho, el proceso de restauración comenzó durante la Revolución Francesa misma con la elección de un nuevo papa, Barnabas Chiaromonti, llamado Pío VII quien entró en diálogo con el gobierno francés. Como resultado, un concordato emitido en 1801 estableció legalmente la religión católica romana en Francia. Desde entonces la restauración de la influencia y el poder de la iglesia ha sido constante, pero alcanzará su clímax en el futuro cercano cuando la humanidad adore al dragón y a la bestia. Este poder político y religioso será tan poderoso que nadie se atreverá a enfrentarlo. ¡Excepto el Cordero!

Obra de la bestia (Apoc. 13:5-7)

Los siguientes versículos describen cómo la bestia usó el poder que recibió del dragón. Un resumen de su obra aparece en Apocalipsis 13:5, y los dos versículos siguientes la desarrollan más ampliamente. La bestia abrió su boca y habló palabras insolentes v blasfemas, pero Juan no nos dice aún lo que ella dijo. La bestia también tenía autoridad, dada por el dragón, y la ejerció por 42 meses. Apocalipsis describe la obra de la bestia aquí en términos del cuerno pequeño de Daniel 7, donde nos dice que hablaba palabras contra Dios y ejercía autoridad por 1260 años (Dan. 7:25). El período de 42 meses es el mismo que el de los 1260 años. Para propósitos simbólicos, el escritor bíblico consideró a cada mes como de 30 días, que al ser multiplicados por 42 dan un total de 1260 días. El mismo período profético mencionado en Apocalipsis 12:6, 14, sugiere que Apocalipsis 13:1-10 es un desarrollo de Apocalipsis 12:6, 13:16.

Luego el texto regresa al tema de la blasfemia a Fin de expandirlo un poco más (Apoc. 13:6). La Biblia usa con frecuencia la frase "abrir la boca" para introducir un discurso solemne y resuelto como, por ejemplo, cuando Jesús abrió su boca para predicar el Sermón del Monte (Mat. 5:2) o como la introducción a un sermón (Hech. 10:34). "El uso de esta frase en Apoc. 13:6 sugiere que la bestia está hablando en una manera oficial y formal".[4]

En la Biblia "blasfemar" designa un tipo de expresión que desprecia a otra persona o cosa y que revela arrogancia humana. La bestia blasfema contra Dios, robándole su gloria y honor a fin de construir su propia gloria y honor. En el Nuevo Testamento blasfemar contra Dios es atribuirse uno mismo prerrogativas divinas; por ejemplo, la capacidad de perdonar pecados (Mar. 2:7). La bestia también blasfema el nombre de Dios al dañar su reputación. La conducta de quienes pretenden ser siervos de Dios podría dañar la reputación de él si no demuestra obediencia por amor a la voluntad expresada de Dios (e.g., 1 Tim. 6: 1). Los actos de apostasía también son blasfemias contra Dios (Hech. 26:11). Pero obviamente la blasfemia más seria contra Dios y su nombre es aceptar la adoración que sólo él merece (Apoc. 13:8).

La bestia blasfema contra el tabernáculo de Dios. Cristo ministra en nuestro favor en el santuario celestial, aplicando a nuestras vidas los beneficios de su muerte expiatoria. Blasfemar contra esto es disminuir su singularidad e importancia dentro del plan de salvación. Eso es precisamente lo que hace el cuerno pequeño en Daniel 8:9-12 al echar por tierra el santuario y quitar el continuo del Príncipe de los ejércitos. Cuando negamos la realidad del santuario celestial y lo sustituimos por una iglesia y un sistema humano de sacerdotes, disminuimos y dañamos la importancia del tabernáculo de Dios.

La conexión entre la frase "blasfemar... de los que moran en el cielo" y la anterior ("blasfemar.. de su tabernáculo") no es clara en el griego, como quisiéramos que fuera. Note las diferentes formas en que los traductores han puesto este pasaje: "maldecir.. su morada y a los que viven en el cielo" (Nueva Versión Internacional); "blasfemando... su morada, es decir, a quienes habitan el cielo" (Revised Standard Version). La segunda traducción iguala el tabernáculo de Dios con los que moran en el cielo, mientras que la primera los considera como objetos separados contra los cuales blasfema la bestia. La interpretación que ve aquí dos asuntos diferentes es apoyada por Apocalipsis 12:12 en donde los cielos y quienes habitan en ellos son invitados a regocijarse por la victoria de Cristo sobre el dragón. Además, Juan nos dice varias veces que vio el santuario celestial donde los seres celestiales adoran a Dios (Apoc. 4:5; 11:19; 14:17).

¿Quiénes son los moradores del cielo? Quizá podemos responder con la pregunta: ¿Quiénes son los moradores de la tierra? En el libro de Apocalipsis los moradores de la tierra son quienes adoran al dragón y a la bestia, es decir, los que no tienen sus nombres escritos en el libro del Cordero (Apoc. 13:8; 17:8). Como enemigos de Dios y de su pueblo (Apoc. 6: 10) matan a los dos testigos de Dios (Apoc. 11:10). Los siervos de Dios no son parte de los habitantes de la tierra; ellos ya pertenecen al reino de Dios y son hablando espiritualmente moradores del cielo. Blasfemar contra ellos significa que se convierten en el objeto de persecución de la bestia, como lo indica el siguiente versículo (cf. Hech. 13:45; 18:6).

El concepto de autoridad que Apocalipsis 13:5 introduce es desarrollado un poco más en el versículo 7. La bestia se convierte en un poder perseguidor que se opone a Dios y a sus siervos, repitiendo de esta manera lo que encontramos en Daniel 7:25. La bestia es un poder religioso y político que lanza un ataque contra el pueblo de Dios e intenta tener hegemonía universal.


Experiencia futura de la bestia (Apoc. –13:8-10a)

Restauración del poder . Si usted observa cuidadosamente su Biblia [si es una de las versiones más modernas como la Nueva Reina Valera 2000, Nueva Versión Internacional, Dios habla hoy, y otras] notará que mientras que los verbos en los versículos anteriores hablan de algo en el pasado, en Apocalipsis 13:8 los verbos miran hacia el futuro, sugiriendo que los eventos narrados todavía no han ocurrido.[5] Este pasaje describe la restauración futura de la bestia, lo cual ocurrirá después de ser sanada (vers. 4). El lenguaje usado sugiere que los eventos todavía se hallan en el futuro: "Y la adorarán todos los habitantes de la tierra" (NRV-2000). Esto se refiere al tiempo cuando toda la raza humana se habrá polarizado en dos grupos: los que siguen al Cordero de Dios y los que siguen al dragón. Los habitantes de la tierra son quienes apoyan el programa global del dragón, descrito más detalladamente en los siguientes capítulos.

La adoración juega un papel central en la guerra entre el bien y el mal. Tal como lo hemos sugerido, Satanás y sus aliados quieren ocupar el lugar de Dios en nuestro planeta y convertirse en los objetos exclusivos de adoración. Apocalipsis 13:8 indica que sólo lograrán esa meta en forma limitada. Quienes se les unen son sólo aquellos cuyos nombres no aparecen en el libro de la vida del Cordero. El libro de la vida contiene los nombres de los ciudadanos del reino de Dios, quienes tienen el derecho de entrar en la nueva Jerusalén (Apoc. 21:27). Ese privilegio les pertenece gracias al Cordero "inmolado desde el principio del mundo". La sangre del Cordero sola es la que hace posible que seamos ciudadanos de la ciudad celestial y que venzamos al dragón y sus aliados.

Pérdida del poder. La profecía apocalíptica anuncia el momento cuando la bestia perderá permanentemente su poder. El libro de Apocalipsis con frecuencia usa la frase "si alguno tiene oído, oiga", para introducir una exhortación importante (Apoc. 2:11, 17; 3:6). Algunas evidencias sugieren que Apocalipsis 13:10 describe la experiencia de los creyentes. En tal caso, estaría diciendo que algunos de ellos irán a la cautividad y otros serán muertos, pero que todos deberían permanecer fieles al Señor (cf. Jer. 15:2). Pero también podría estar describiendo el destino Final de los que persiguieron y mataron a los siervos de Dios (Mat. 26:52). Éste será el tiempo cuando el Señor vindicará a su pueblo, vengando su sangre según se lo pidieron previamente (Apoc. 6: 10). Es reconfortante saber que el mal no durará eternamente, sino que es el plan de Dios exterminarlo para siempre del universo. Mientras tanto, sus siervos deben permanecer Fieles a él.


Exhortación - descripción de los santos

La exhortación final describe a quienes resistirán la persecución y la opresión de la bestia y del dragón en el fin. Los victoriosos son "los santos", otro nombre del remanente mencionado en Apocalipsis 12:17. Son santos porque se identificaron con el Santo (Apoc. 16:5) y por lo tanto le pertenecen. Y son santos porque están totalmente consagrados al Señor y lo manifiestan a través de una vida de oración. La obra sacerdotal de Cristo hace sus oraciones aceptables ante Dios (Apoc. 5:8; 8:3, 4). Los santos son el objeto de¡ ataque enemigo (Apoc. 13:7) y algunos de ellos morirán como mártires (Apoc. 16:6; 17:6; 18:24), pero no traicionarán a su Salvador (Apoc. 14:12). Como justos (Apoc. 19:8), anhelan la recompensa que recibirán de Dios (Apoc. 11:18). En el juicio Final se regocijarán con el resto del universo proclamando la justicia de Dios al tratar con el mal (Apoc. 18:20). Su destino final es la nueva Jerusalén, donde residirán por siempre (Apoc. 20:9).

Apocalipsis exhorta a los santos a ser pacientes y fieles, dos características fundamentales de la vida cristiana. Paciencia significa perseverar con fe, rehusándose a ceder o rendirse aun bajo las circunstancias más angustiosas. Pero también expresa la idea de mirar hacia el momento de la liberación. La esperanza precede a la paciencia pero la paciencia, hace posible que resistamos. Fidelidad implica un objeto particular de devoción y compromiso, un nivel profundo de lealtad basado en una respuesta de gratitud a Dios por los muchos beneficios que ha derramado sobre nosotros. El objetivo M compromiso es Dios y el Cordero a quienes los santos nunca traicionarán. El lazo de unión entre ellos y su Salvador es tan fuerte que nada será capaz de apartarlos. Seguros al estar en las manos de Dios, ellos saben que nada puede arrebatarlos de su asimiento (Juan 10:28). Los victoriosos en el conflicto Final tienen una conexión personal con su Salvador, y a través del poder del Espíritu no permitirán que nadie los arranque de él.
Sin embargo, el conflicto todavía no ha terminado; aún hay más.

[1] Asociación Publicadora Interamericana. Miami, 2002.

[2] J. N. D. Kelly, The Oxford Dictionary of Popes (Oxford: Oxford University Press, 1986), pág. 302.

[3] J. E Broderick, "Papacy", New Catholic Encyclopedia, vol. 10, pág. 965.

[4] David E. Aune, Revelation 6-16 (Nashville: Thomas Nelson, 1998), pág. 744.

[5] Id., pág. 746.

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