8 de agosto de 2009

LA MUERTE DE LOS APOSTÓLES.



1. Esteban:
Esteban fue el primero en padecer. Su muerte fue ocasionada por la fidelidad con la que predicó el Evangelio a los entregadores y matadores de Cristo. Fueron excitados ellos a tal grado de furia, que lo echaron fuera de la ciudad, apedreándolo hasta matarlo. La época en que sufrió se supone generalmente como la pascua posterior a la de la crucifixión de nuestro Señor, y en la época de Su ascensión, en la siguiente primavera.
A continuación se suscitó una gran persecución contra todos los que profesaban la creencia en Cristo como Mesías, o como gran profeta. San Lucas nos dice de inmediato que "en aquel día se hizo una gran persecución en la iglesia que estaba en Jerusalén", y que "todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles ". Alrededor de 2.000 cristianos, incluyendo Nicanor, uno de los siete diáconos, padecieron el martirio durante "la tribulación que sobrevino en tiempo de Esteban ".


2. Jacobo el Mayor (Santiago).
El siguiente mártir que encontramos en el relato según San Lucas, en la historia de los Hechos de los Apóstoles, es Jacobo hijo de Zebedeo ó Santiago, hermano mayor de Juan y pariente de nuestro Señor; porque su madre, Salomé era prima hermana de la virgen María. No fue hasta 10 años después de la muerte de Esteban que tuvo lugar este segundo martirio. Ocurrió que tan pronto Heredes Agripa fue designado gobernador de Judea que, con el propósito de congraciarse con los judíos, suscitó una intensa persecución contra los cristianos, decidiendo dar un golpe eficaz, y lanzándose contra sus dirigentes. No se debería pasar por alto el relato que da un inminente escritor primitivo. Clemente de Alejandría. Nos dice que cuando Jacobo (Santiago) estaba siendo conducido al lugar de su martirio, su acusador fue llevado al arrepentimiento, cayendo a sus pies para pedirle perdón, profesándose cristiano, y decidiéndose que Jacobo no iba a recibir en solitario la corona del martirio. Por ello, ambos fueron decapitados juntos. Así recibió resuelto y bien dispuesto el primer mártir apostólico aquella copa, que él le había dicho a nuestro Salvador que estaba dispuesto a beber. Timón y Parmenas sufrieron el martirio alrededor del mismo tiempo; el primero en Filipos, y el segundo en Macedonia. Estos acontecimientos tuvieron lugar en el 44 d. C.


3. Felipe.
Nació en Betsaida de Galilea, y fue llamado primero por el nombre de "discípulo". Trabajó diligentemente en Asia Superior, y sufrió el martirio en Heliópolis, en Frigia. Fue azotado, echado en la cárcel y después crucificado, en el 54 d. C.

4. Mateo.
Su profesión era recaudador de impuestos, y había nacido en Nazaret. Escribió su evangelio en hebreo, que fue después traducido al griego por Jacobo el Menor. Los escenarios de sus labores fueron Partía y Etiopia, país en el que sufrió el martirio, siendo muerto con una alabarda en la ciudad de Nadaba en el año 60 d. C.


5. Jacobo el Menor.
Algunos suponen que se trataba del hermano de nuestro Señor por una anterior mujer de José. Esto es muy dudoso, y concuerda demasiado con la superstición católica de que María jamás tuvo otros hijos más que nuestro Salvador. Fue escogido para supervisar las iglesias de Jerusalén, y fue autor de la Epístola adscrita a Santiago, en el canon sagrado. A la edad de 99 años fue golpeado y apedreado por los judíos, y finalmente le abrieron el cráneo con un garrote de batanero.

6. Matías.
De él se sabe menos que de la mayoría de los discípulos; fue escogido para llenar la vacante dejada por Judas. Fue apedreado y luego decapitado.


7. Andrés.
Hermano de Pedro, predicó el Evangelio a muchas naciones de Asia; pero al llegar a Edesa fue prendido y crucificado en una cruz cuyos extremos fueron fijados transversalmente en el suelo. De ahí el origen del término de la "Cruz de San Andrés".


8. Marcos.
Nació de padres judíos de la tribu de Leví Se supone que fue convertido al cristianismo por Pedro, a quien sirvió como amanuense, y bajo cuyo cuidado escribió su Evangelio en griego. Marcos fue arrastrado y despedazado por el populacho de Alejandría, en la gran solemnidad de su ídolo Serapis, acabando su vida en sus implacables manos.


9. Pedro.
Entre muchos otros santos, el bienaventurado apóstol Pedro fue condenado a muerte y crucificado, como algunos escriben, en Roma, aunque otros, y no sin buenas razones, tienen sus dudas acerca de ello. Hegesipo dice que Nerón buscó razones contra Pedro para darle muerte; y que cuando el pueblo se dio cuenta, le rogaron insistentemente a Pedro que huyera de la ciudad. Pedro, ante la insistencia de ellos, quedó finalmente persuadido y se dispuso a huir. Pero, llegando a la puerta, vio al Señor Jesucristo acudiendo a él, a quien, adorándole, le dijo: "Qvo Vadis?" "Señor, ¿a dónde vas?" A lo que Él respondió: "A ser de nuevo crucificado" Con esto, Pedro, dándose cuenta que se refería a su propio sufrimiento, volvió a la ciudad. Jerónimo dice que fue crucificado cabeza abajo, con los pies arriba, por petición propia, porque era, dijo, indigno de ser crucificado de la misma manera y forma que su Señor.


10. Pablo.
También el apóstol Pablo, que antes se llamaba Saulo, tras su enorme trabajo y obra indescriptible para promover el Evangelio de Cristo, sufrió también bajo esta primera persecución bajo Nerón. Dice Abdias que cuando se dispuso su ejecución, Nerón envió a dos de sus caballeros, Ferega y Partemio, para que le dieran la noticia de que iba a ser muerto. Al llegar a Pablo, que estaba instruyendo al pueblo, le pidieron que orara por ellos, para que ellos creyeran. Él les dijo que poco después ellos creerían y serían bautizados delante de su sepulcro. Hecho esto, los soldados llegaron y los sacaron de la ciudad al lugar de las ejecuciones, donde, después de haber orado, dio su cuello a la espada.


11. Judas.
Hermano de Jacobo, era comúnmente llamado Tadeo. Fue crucificado en Edesa el 72 d. C.


12. Bartolomé.
Predicó en varios países, y habiendo traducido el Evangelio de Mateo al lenguaje de la India, lo propagó en aquel país. Finalmente fue cruelmente azotado y luego crucificado por los agitados idólatras.


13. Tomás.
Llamado Dídimo, predicó el Evangelio en Partía y la India, donde, al provocar a los sacerdotes paganos a ira, fue martirizado, atravesado con una lanza.


14. Lucas.
El evangelista, fue autor del Evangelio que lleva su nombre y Hechos de los Apóstoles. Viajó con Pablo por varios países, y se supone fue colgado de un olivo por los idolátricos sacerdotes de Grecia.


15. Simón.
De sobrenombre "Zelote", predicó el Evangelio en Mauritania, África, e incluso en Gran Bretaña, país en el que fue crucificado en el 74 d. C.


16. Juan.
El "discípulo amado" era hermano de Jacobo el Mayor. Las iglesias de Esmima, Pérgamo, Sardis, Filadelfia, Laodicea y Tiatira fueron fundadas por él. Fue enviado de Efeso a Roma, donde se afirma que fue echado en un caldero de aceite hirviendo. Escapó milagrosamente, sin daño alguno. Domiciano lo desterró posteriormente a la Isla de Patmos, donde escribió el Libro de Apocalipsis. Nerva- el sucesor de Domiciano, lo liberó. Fue el único apóstol que escapó de una muerte violenta.


17. Bernabé.
Era de Chipre, pero de ascendencia judía. Se supone que su muerte tuvo lugar
alrededor del 73 d. C.
Y a pesar de todas estas continuas persecuciones y terribles castigos, la Iglesia crecía diariamente, profundamente arraigada en la doctrina de los apóstoles y de los varones apostólicos, y regada abundantemente con la sangre de los santos.
La primera persecución de la Iglesia tuvo lugar en el año 67, bajo Nerón, el sexto emperador de roma. Este monarca reinó por el espacio de cinco años de una manera tolerable, pero luego dio rienda suelta al mayor desenfreno y a las más atroces barbaridades. Entre otros caprichos diabólicos, ordenó que la ciudad de Roma fuera incendiada, orden que fue cumplida por sus oficiales, guardas y siervos. Mientras la ciudad imperial estaba en llamas, subió a la torre de Mecenas, tocando la lira y cantando el cántico del incendio de Troya, declarando abiertamente que "deseaba la ruina de todas las cosas antes de su muerte" Además del gran edificio del Circo, muchos otros palacios y casas quedaron destruidas; varios miles de personas perecieron en las llamas, o se ahogaron en el humo, o quedaron sepultados bajo las ruinas.
Este terrible incendio duró 9 años. Cuando Nerón descubrió que su conducta era intensamente censurada, y que era objeto de un profundo odio, decidió inculpar a los cristianos, a la vez para excusarse y para aprovechar la oportunidad para llenar su mirada con nuevas crueldades. Esta fue la causa de la primera persecución; y las brutalidades cometidas contra los cristianos fueron tales que incluso movieron a los mismos romanos a compasión. Nerón incluso refino sus crueldades e inventó todo tipo de castigos contra los cristianos que pudiera inventar la más infernal imaginación. En particular, hizo que algunos fueran cosidos en pieles de animales silvestres, arrojándolos a los perros hasta que expiraran; a otros vistió de camisas atiesadas con cera, atándolos a postes, y los encendió en sus jardines, para iluminarlos. Esta persecución fue general por todo el Imperio Romano; pero más bien aumentó que disminuyó el espíritu del cristianismo. Fue durante esta persecución que fueron martirizados Pablo y Pedro.
A sus nombres se pueden añadir Erasto, tesorero de Corinto; Aristarco, el macedonio, y Trófimo, de Éfeso, convertido por Pablo y su colaborador, así como Josés, comúnmente llamado Barsabás, y Ananías, obispo de Damasco; cada uno de los Setenta.
El emperador Domiciano, de natural inclinado a la crueldad, dio muerte primero a su hermano, y luego suscitó la segunda persecución contra los cristianos. En su furor dio muerte a algunos senadores romanos, a algunos por malicia, y a otros para confiscar sus fincas. Luego mandó que todos los pertenecientes al linaje de David fueran ejecutados.
Entre los numerosos mártires que sufrieron durante esta persecución estaban Simeón, obispo de Jerusalén, que fue crucificado, y Juan, que fue hervido en aceite, y luego desterrado en la isla de Palmos. Flavia, hija de un senador romano, fue asimismo desterrada al Ponto; y se dictó una ley diciendo: "Que ningún cristiano, una vez traído ante un tribunal, quede exento de castigo sin que renuncie a su religión".

Durante este reinado se redactaron varias historias inventadas, con el fin de dañar a los cristianos. Tal era el apasionamiento de los paganos que si cualquier hambre, epidemia o terremoto asolaba cualquiera de las provincias romanas, se achacaba a los cristianos. Estas persecuciones a los cristianos aumentaron el número de informadores, y muchos, movidos por la codicia, testificaron en falso contra las vidas de los inocentes.
Otra dificultad fue que cuando cualquier cristiano era llevado ante los tribunales, se les sometía a un juramento de prueba, y si rehusaban tomarlo, se les sentenciaba a muerte, mientras que si confesaban ser cristianos, la sentencia era la misma.
Los siguientes fueron los más destacables entre los numerosos mártires que sufrieron durante esta persecución
Dionisio, el areopaguita, era ateniense de nacimiento, y fue instruido en toda la literatura útil y estética de Grecia. Viajo luego a Egipto para estudiar astronomía, e hizo observaciones muy precisas del gran eclipse sobrenatural que tuvo lugar en el tiempo de la crucifixión de nuestro Salvador.
La santidad de su forma de vivir y la pureza de sus maneras le recomendaron de tal manera ante los cristianos en general que fue designado obispo de Atenas.
Nicodemo, un benevolente cristiano de alguna distinción, sufrió en Roma durante el furor de la persecución de Domiciano.
Protasio y Gervasio fueron martirizados en Milán.
Timoteo, el célebre discípulo de Pablo, fue obispo en Éfeso, donde gobernó celosamente la Iglesia hasta el 97 d, C. En este tiempo, cuando los paganos estaban para celebrar una fiesta llamada Catagogión, Timoteo, enfrentándose a la procesión, los reprendió severamente por su ridicula idolatría, lo que exasperó de tal manera al pueblo que cayeron sobre él con palos, y lo apalizaron de manera tan terrible que expiró dos días después por efecto de los golpes.


CONCLUSIÓN:
"Velad, estad firmes en la fe. Portaos varonilmente, y esforzaos." 1 Corintios 6: 13.

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