El dominio del Espíritu Santo.-
Por medio de la obra del Espíritu Santo (1 Cor. 3: 16; 6: 19; 2 Cor. 6: 16; Efe. 2: 22) Yahshua mora en la mente de aquellos que, por su propia y libre elección, desean servirle (2 Cor. 5: 14; Gál. 2: 20; Col. 1: 27; etc.). A medida que, mediante la cooperación de ellos, Cristo obra en sus vidas tanto el querer como el hacer por su buena voluntad (Fil. 2: 13), predomina un poder que proviene de lo alto y que coloca las tendencias naturales en armonía con los principios divinos (Rom. 8: 29; Gál. 5: 22-23; 2 Tes. 2: 14). Sólo los que así entregan el dominio de su mente a Yahweh, en todo el sentido de la palabra, pueden tener una "mente sana" y disfrutar de una estabilidad mental y emotiva completa y verdadera (ver 2 Tim. 1: 7; cf. Isa. 26: 3-4). Nadie que elige el servicio de Yahweh será dejado a merced del poder de Satanás. Fortalecidos por el poder divino, se vuelven invulnerables contra los ataques de Satanás.
El dominio de un espíritu malo.
Por otro lado, todos los que rechazan la verdad, o la desprecian, demuestran que obedecen al maligno. Los que persistentemente rehúsan obedecer las insinuaciones de Yahshua que es el Espíritu Santo, o las descuidan entregándose, en cambio, al dominio de Satanás, desarrollan un carácter que cada vez se parece más al del maligno Juan 8: 34, 41, 44. La conciencia y la facultad de elección establecen un molde de conducta basado en los principios de Satanás Rom. 6: 12-16. A medida que los hombres así se separan progresivamente de la influencia y del dominio del Espíritu Santo Efe. 4: 30, Exo. 4: 21, finalmente se encuentran del todo a merced del diablo Juan 6: 70. Retenidos firmemente por una voluntad más fuerte que la de ellos, por sí mismos no pueden escapar del poder del maligno. Automáticamente piensan y proceden como Satanás les ordena. Cada vez que la Inspiración hace resaltar la causa, declara que la posesión demoníaca es el resultado de una vida mala. La fascinante carrera de placeres mundanos termina en las tinieblas de la desesperación o en "la locura de un alma arruinada".
Grados de dominio demoníaco.
El proceso de la formación del carácter es gradual, y, por lo tanto, hay grados de dominio o posesión, ya sea del Espíritu Santo o de los malos espíritus (Rom. 12: 2). Todos los que no se entregan sin reservas para que Yahshua more en ellos, están, en mayor o menor grado, bajo el dominio en la posesión de Satanás (ver Luc. 11: 23; Rom. 6: 12-16; 2 Ped. 2: 18-19. Todo lo que no esté en armonía con la voluntad de Yahweh todo intento de perjudicar a otros, cada manifestación de egoísmo, cada intento de fomentar principios erróneos en cierto sentido de la palabra, es una prueba de dominio o posesión del demonio. Cada vez que hay una entrega al mal, el resultado es un cuerpo debilitado, una mente más oscurecida, un alma más degradada. Con todo, en cada punto del proceso de su formación "el carácter se da a conocer, no por las obras buenas o malas que de vez en cuando se ejecuten, sino por la tendencia de las palabras y de los actos habituales de la vida diaria”. De modo que la principal diferencia entre los que responden en forma ocasional y los que responden habitualmente a las insinuaciones de Satanás es una diferencia de grado y no de clase. La vida del rey Saúl es un ejemplo claro de lo que sucede a quienes se someten al dominio de los demonios (1 Sam. 13: 8-14; 15: 10-35; 16: 14-23; 28: 1-25;)
Formas de dominio demoníaco.
No sólo varía el grado de dominio o de posesión del demonio, sino también la forma en que se manifiesta. A veces Satanás puede llevar a cabo sus siniestros propósitos más eficazmente permitiendo que su víctima retenga sus actividades mentales y físicas bastante intactas y simule piedad. Otras veces, el diablo pervierte la mente y el cuerpo y conduce a la víctima a senderos manifiestamente indignos y malos. Los que sólo están parcialmente bajo el dominio de los demonios, o que no manifiestan síntomas que generalmente se relacionan con la posesión demoníaca, con frecuencia son más útiles para el príncipe del 564mal que aquellos que más claramente están bajo su dominio. El mismo espíritu malo que poseía al endemoniado de Capernaúm también dominaba a los Judíos descreídos Juan 8: 44 judas estuvo "poseído" por el diablo en una forma similar Luc. 22: 3; Juan 6: 70-71; 13: 27 Mat. 16: 23. En casos como éstos, la diferencia principalmente radica en la forma en que los demonios manifiestan su presencia y su poder. Posesión demoníaca y el sistema nervioso humano. Cualquiera sea el grado o cualquiera sea la forma en que los demonios logran el dominio sobre un ser humano, lo hacen mediante el sistema nervioso. Mediante las facultades superiores de la mente la conciencia, el poder de elección y la voluntad Satanás toma posesión de la persona. Mediante el sistema nervioso el maligno ejerce dominio sobre sus súbditos. La posesión demoníaca no puede realizarse a menos que sea por el sistema nervioso, pues mediante él Satanás tiene acceso a la mente y a su vez domina el cuerpo Luc. 8: 2. Puesto que el sistema nervioso mismo es la primera parte del ser que es afectada por la posesión demoníaca, algunas veces se ven en la persona diferentes afecciones nerviosas, desde un simple nerviosismo hasta la demencia total. Tales males, con frecuencia, son el resultado de entregarse, en una forma u otra, a la influencia y a las sugestiones de Satanás. Sin embargo, las enfermedades del sistema nervioso no acompañan necesariamente la posesión demoníaca, ni son necesariamente una señal de una posesión tal, como tampoco lo son la sordera y la mudez, las que, a veces también acompañan a la posesión demoníaca. Por ejemplo, el hombre poseído por el demonio en la sinagoga de Capernaúm como "loco" y su aflicción como "locura" También se habla de los endemoniados de Gadara como de "locos" y "desaforados" y se dice que sus mentes estaban "extraviadas" Al pie del monte de la transfiguración estaba un muchacho poseído del demonio. De él sólo se dice que era "endemoniado"; Mar. 9:18). Los síntomas que se mencionan específicamente son contorsiones del rostro, alaridos, mutilaciones del cuerpo, ojos que despiden como chispas, crujir de dientes, espuma en la boca y convulsiones (Mar. 1: 26; 9: 18-26; Luc. 4: 35; 8: 29. En cada caso, la expulsión de los malos espíritus fue acompañada por un cambio instantáneo y evidente. Hubo una restauración del equilibrio mental y de la salud física en lo que habían sido afectados; volvió la inteligencia los afligidos se vistieron nuevamente y volvieron en sí Mar. 5: 15; Luc. 8: 35 y la razón les fue restaurada. El caso del muchacho poseído del demonio, de Mar. 9: 14-29, merece atención especial. La descripción que se hace del episodio se parece notablemente a una convulsión epiléptica (vers. 18- 20). Pero afirmar que sencillamente se trataba de epilepsia, es rechazar las claras afirmaciones de las Escrituras de que el muchacho era un poseído del demonio. Los escritores de los Evangelios son igualmente explícitos al describir un caso de lo que ciertamente parece ser epilepsia y atribuirlo a posesión demoníaca.
La posesión demoníaca y las dolencias físicas.-
En ciertos casos de posesión demoníaca también había dolencias físicas acompañantes, de una clase o de otra (ver Mat. 9: 32; 12: 22; Mar. 9: 17). Es digno de notar que las dolencias físicas específicamente mencionadas ceguera y mudez parecen haber estado relacionadas con los nervios sensoriales y motores de las partes afectadas. Otros males físicos quizá también fueron el resultado de posesión demoníaca. Los que se entregaban, en mayor o menor grado, a la influencia y al dominio de Satanás, pensaban y vivían de una manera tal como para depravar el cuerpo, la mente y el alma.
Señales distintivas de posesión demoníaca. Hasta donde lo ha indicado la Inspiración, las diversas manifestaciones de dolencias físicas y mentales que indicaban posesión demoníaca, en sí mismas y por sí mismas, no eran diferentes de manifestaciones similares atribuibles a causas naturales. Indudablemente, la diferencia no estaba en los síntomas nerviosos y físicos manifestados, sino en el instrumento que los causaba. La Inspiración atribuye esos síntomas a la presencia directa y a la obra de los malos espíritus. Pero en sí mismas y por sí mismas las diversas dolencias físicas y mentales no constituían lo que los Evangelios describen como posesión demoníaca. Eran el resultado de la posesión demoníaca. Sin duda, la creencia popular identificaba los resultados de la posesión demoníaca con la posesión demoníaca misma. Pero el argumento de que, debido a su ignorancia, los escritores de los Evangelios atribuyeron equivocadamente diversas dolencias físicas y nerviosas a la obra de los malos espíritus es rebatido, porque ellos claramente distinguían entre los males comunes corporales por un lado y la posesión demoníaca por el otro (Mat. 4: 24; Luc. 6: 17-18; 7: 21; 8: 2). La realidad de la posesión demoníaca también es confirmada por el hecho de que Yahshua se dirigía a estos espíritus como a demonios, y los demonios le respondían como demonios por intermedio de sus desventuradas víctimas (Mar. 1: 23-24; 3: 11-12; 5: 7, etc.). Reconociendo la divinidad de Yahshua y el juicio final hechos que entonces no eran entendidos por la gente en general los demonios demostraban un conocimiento sobrenatural (Mat. 8: 29; Mar. 1: 24; 3: 11-12; 5: 7; etc.). Es razonable concluir que la posesión demoníaca, aunque frecuentemente acompañada por dolencias nerviosas o físicas, exhibía sus propios síntomas característicos, pero las Escrituras no dicen cuáles pueden haber sido esos síntomas.
Por qué era común la posesión demoníaca.
Es evidente que la posesión demoníaca, en el sentido restringido de los escritores de los Evangelios, era muy común durante el tiempo del ministerio personal de Yahshua en la tierra. Quizá durante un tiempo Yahweh dio a Satanás mayor libertad para que demostrara los resultados de su dominio personal de los seres humanos que voluntariamente elegían servirle. En el monte de la transfiguración los discípulos contemplaron la humanidad transfigurada a la imagen de Yahweh, y al pie de la montaña a la humanidad degradada a la semejanza de Satanás. Durante siglos, el diablo había estado procurando el dominio irrestricto de los cuerpos y las almas de los hombres, a fin de afligirles con pecados y sufrimientos y destruirlos finalmente. De modo que, cuando apareció nuestro Mashiaj caminando como un hombre entre los hombres, "los cuerpos de los seres humanos, hechos para ser morada de Yahweh, habían llegado a ser habitación de demonios. Los sentidos, los nervios, las pasiones, los órganos de los hombres, eran movidos por agentes sobrenaturales en la complacencia de la concupiscencia más vil. La misma estampa de los demonios estaba grabada en los rostros de los hombres". Aun la semejanza de la humanidad parecía haber sido borrada de muchos rostros humanos que, en cambio, reflejaban la expresión de las legiones de demonios de los cuales eran posesos Luc. 8: 27. En una forma muy real, la posesión demoníaca representa los abismos de degradación a los cuales descienden quienes responden a Satanás, e ilustra gráficamente aquello en que finalmente se convertirán, cuando se entreguen plenamente al dominio satánico, todos los que rechazan la misericordia de Yahweh.
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